abril 25, 2014

DETRACTORES AVELLANEDIANOS (II parte)



Diatriba1.


La idea de continuar el polémico diálogo sobre la Avellaneda ha calado positivamente entre nuestros lectores, al menos en la mayoría de ellos. Esto demuestra la vigencia de su figura, incluso o hasta mejor así, si las ideas difieren tanto, indican su clara validez y enorme actualidad.

El Departamento de Lenguas Modernas y el Instituto de Investigaciones Cubanas de la Universidad Internacional de Florida (Cuban Research Center of Miami, Florida), impartió una conferencia, homenaje por el 200 aniversario del nacimiento de Gertrudis Gómez de Avellaneda el pasado 4 de abril de 2014. La oradora principal fue la Dra. María del Carmen Simón Palmer, Investigadora, miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Institución de Investigación más prestigiosa de toda España.




La ilustre investigadora, enfrascada en su “academics tour” por los EEUU, se movió por diferentes universidades ofreciendo su anual temporada de conferencias. Días antes, el 31 de marzo, había sido invitada como guest speaker a la Facultad de Artes y Ciencias en Barry University of Miami para participar en otra conferencia sobre Gertrudis Gómez de Avellaneda, al parecer su plato fuerte en los últimos años.
No tenemos información de lo acontecido aquella tarde del 31 de marzo, pero conociendo, como conocemos de primera mano, las opiniones de la doctora respecto a la escritora hispanoamericana, intuimos el resultado. Ojalá y nos equivoquemos, lo deseamos profundamente.
En aquella conferencia se intentaba ofrecer una visión del movimiento romántico y la contribución de las mujeres para el cambio social en el siglo XIX. Pensando positivamente, imaginamos que la señora Simón Palmer no se le haya olvidado que Gertrudis Gómez de Avellaneda y Arteaga, viuda de Sabater y de Verdugo fue precursora del movimiento feminista y antiesclavista en España. Baste leer sus tempranas novelas Sab (1841), Dos mujeres (1843) y Espatolino (1844) para tener una idea de la importante contribución al respecto.

Pero centrémonos en lo acontecido durante el coloquio homenaje a la divina Tula, celebrado el 4 de abril en el Cuban Research Center of Miami, Florida. La conocida investigadora en su dilatada ponencia matutina, un tanto informal y hasta cierto punto “amena” (nos han comentado algunos asistentes), expresó durante más de una hora -¡una hora!- sus enrevesadas y viejas teorías sobre la cantora del Tínima, teorías que nosotros no llegamos a comprender del todo. Los allí presentes al escuchar los supuestos teóricos (absolutamente desconocidos para todos ellos), no tuvieron tiempo para reaccionar. Con los días, las cosas han cambiado y podemos asegurar que varios asistentes al coloquio nos han hecho llegar su malestar por todo lo escuchado.

¿Pero que dijo públicamente la señora Simón Palmer, tan novedoso y hasta ofensivo en grado superior sobre la Avellaneda? Tres son sus teorías acusatorias -dichas de manera tal que no lo parezcan- y que intentan poner en entredicho la reputación de una de las escritoras y poetisas más distinguidas del romanticismo hispanoamericano. Teorías que no son nuevas, las viene manteniendo desde hace unos quince años en publicaciones de muy limitado alcance público por lo que no citaremos las fuentes académicas, nos ceñiremos a lo expresado por ella, verbalmente, en el coloquio.

Analizando el testamento dictado por la escritora en 1864, Simón Palmer acusa a la Avellaneda de mantener –o de practicar- una doble moral. Todos sabemos que la poetisa escribió Sab, la famosa novela en la que rechaza numerosas ideas y costumbres arcaicas e inhumanas con respecto a las mujeres, a la religión, y la esclavitud, sin embargo en su testamento la escritora relaciona a sus esclavos y los clasifica como objetos de su propiedad. Teniendo en cuenta la época y las circunstancias no nos parece para nada extraño la relación y clasificación hecha por la testamentaria porque era algo normal. A través de la historia los esclavos siempre fueron considerados como bienes personales, cosas u objetos de sus amos, por lo que podían ser comprados y vendidos como mercancías. Lo relacionado en el testamento de la Avellaneda no se contradice con la crítica expresada en su famosa novela, con sus revolucionarias ideas de entonces. Por lo tanto no entendemos el motivo de la especulación y duda al respecto. Pero notamos que algo parece escapar a la eminente investigadora y desde el blog La divina Tula, queremos recordárselo: la Avellaneda no solamente no realizó ninguna transacción con el séquito de personas bajo su “propiedad”, sino que les dio la libertad a todos, a los chinos incluidos, y les proporcionó además, en función del tiempo que habían permanecido trabajando a su servicio, los medios económicos necesarios para poder salir adelante.

El segundo tema, propio de un presentador de ciertos programas de corazón más que de una respetable investigadora del CSIC, nos resulta sensacionalista y hasta risible. La estudiosa cree probable -al parecer no está segura-, que en 1845 la joven escritora, después de perder a su hija, se convirtió en amante del general Narváez el cual en aquellos momentos tonteaba paralelamente con Isabel II, la reina de España. El hecho de que Gertrudis Gómez de Avellaneda fuera la “favorita de Narváez”, como escritora y mujer pensante, abanderada de su época, no significó que hubiera mantenido una relación sentimental con el general. Creemos que la señora Simón Palmer debe replantearse sus puntos de vista y en lo adelante tener cautela con la interpretación de ciertas historias contadas por Benito Hortelano2, que fue un excelente tipógrafo, pero que tenía una lengua demasiado suelta, caprichosa y hasta tergiversadora y nociva.
Realmente lo especulado hasta ahora por la señora Simón Palmer -supuesta relación sentimental entre la Avellaneda y Narváez- no nos preocupa en demasía. Lo que nos preocupa, ¡y mucho! es el hecho de sembrar la duda en cuanto a los motivos reales del noviazgo de la poetisa con el Jefe político de Madrid por aquellos días. María del Carmen Simón Palmer ha dicho en Miami que la Avellaneda se casó con don Pedro Sabater Noverges3 para recuperar la honestidad perdida por culpa del embarazo extramatrimonial que tuvo meses antes, acallar las voces que se alzaban por su supuesta relación amorosa con Narváez, recuperar su dignidad como señora de su clase social y convertirse en respetable viuda futura, pues era conocedora de su siguiente e inmediato estatus, debido a la terrible enfermedad que padecía su “víctima”. Imaginamos que la investigadora tenga en su poder las pruebas fehacientes que demuestren tan retorcidas e injuriosas acusaciones verbalizadas ante el desconcertado público en el Cuban Research Center of Miami.

La tercera teoría respecto a la Avellaneda es aun más enrevesada y ofensiva que las dos anteriores juntas porque encierra un supuesto macabro plan avellanediano a muy largo plazo. Según la investigadora -honorable miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas-, la famosa correspondencia mantenida durante dieciséis años por Gertrudis Gómez de Avellaneda con Ignacio de Cepeda y Alcalde, el “supuesto” amor de su vida, “constituye una ficción conveniente”, o sea, se trata de una novela, una especie de ficción epistolar en la cual su (la) protagonista, de manera consciente y premeditada, pudo desarrollar un nuevo tipo de personaje como "escritora" y a la vez dejar pruebas para la posteridad de que ella no había sido nunca la amante del espadón Narváez. O sea, según María del Carmen Simón Palmer, Gertrudis Gómez de Avellaneda se inventó una relación epistolar con un señorito andaluz para disimilar su verdadero amor con otro personaje de gran poder a mitad del siglo XIX, acto seguido se puso de acuerdo con la futura viuda de Ignacio de Cepeda para cuando este muriera sesenta y un años después, a principios del siglo XX, ella -la viuda-, las publicara ¡¿Y todo esto para ganar notoriedad post-mortem y escamotear supuestos devaneos amorosos de juventud?!

Pensamos que hay que tener una mente muy retorcida, solo por llegar a pensar en los supuestos antes expresados.
¿Qué objetivos busca cumplir la señora investigadora del CISC María del Carmen Simón Palmer con todo esto y por qué tanto empeño en destrozar la imagen y distorsionar la vida y obra de una escritora del siglo XIX, justamente cuando celebramos el bicentenario de su natalicio?




Nos gustaría terminar nuestro artículo informándole a la señora investigadora, especialista en tanto examen negativo sobre Gertrudis Gómez de Avellaneda que en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras4 se encuentran los originales de todas las cartas escritas por la poetisa, escritora, dramaturga y periodista, dirigidas a Ignacio de Cepeda y Alcalde, guardadas celosamente y que ella –Simón Palmer- pone abiertamente en entredicho, así como algunas epístolas escritas por él y dirigidas a la poetisa, y que si lo desea puede desplazarse allí, solicitar la carpeta donde se guardan las cartas, leerlas todas y comprobar por ella misma, a pesar de estar ya comprobadas y certificadas, su autenticidad y dejarse de tanta diatriba absurda.


Manuel Lorenzo Abdala
http://www.ladivinatula.blogspot.com


(Si desea leer la primera parte de DETRACTORES AVELLANEDIANOS, pinche sobre el enlace).


Notas:

1.- He de confesar que este artículo me ha costado lo suyo,  más de lo acostumbrado. Realmente he tenido que hacer un gran esfuerzo mental para no caer en reproches personales.

2.- Para saber más sobre la Avellaneda en las memorias de Benito Hortelano, consultar: http://ladivinatula.blogspot.com.es/2013/11/preludio-para-un-iluminado-bicentenario_12.html

3.- Para saber más sobre los pormenores de la relación de Pedro Sabater con la Avellaneda, consultar:

4.- Para saber más sobre las cartas y la autobiografía de 1839 escritas por la Avellaneda, consultar: http://www.academiasevillanadebuenasletras.org/

abril 20, 2014

DOMINGO DE RESURRECCIÓN



Hoy cerramos en La divina Tula el paréntesis abierto, homenaje a Gertrudis Gómez de Avellaneda por la Semana Santa, extrayendo dos composiciones aún no publicadas en el blog.

"CANTO TRIUNFAL A LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR" es una obra de la autora que aparece en el Devocionario completísimo en prosa y verso entre las páginas 456 y 458. Y "A DIOS", la composición que cierra el devocionario, se puede consultar entre las páginas 489 y 493 del citado libro, editado en la ciudad de Sevilla en 1867.

A partir de la semana próxima continuaremos con la programación habitual que hemos venido desarrollando en nuestro sitio Web en homenaje al bicentenario del natalicio de Gertrudis Gómez de Avellaneda.

Nuestro próximo post, anunciado ya hace varios días, será: DETRACTORES AVELLANEDIANOS (II parte).


Manuel Lorenzo Abdala
http://www.ladivinatula.blogspot.com




CANTO TRIUNFAL
Gertrudis Gómez de Avellaneda.




A DIOS
Gertrudis Gómez de Avellaneda

abril 19, 2014

SÁBADO SANTO



Oración al Cristo del Calvario1


En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la Cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?

Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.

Amén,

Gertrudis Gómez de Avellaneda.


1- La autoría de este poema ha sido atribuida, igualmente, a la poetisa chilena Gabriela Mistral.

abril 15, 2014

MARTES SANTO



MARTES SANTO.

Presentamos hoy las indicaciones recogidas y seleccionadas por Gertrudis Gómez de Avellaneda para los oficios del MARTES SANTO, aparecidas en su DEVOCIONARIO NUEVO Y COMPLETÍSIMO EN PROSA Y EN VERSO, obra publicada en la ciudad de Sevilla en 1867 por la Imprenta y Librería de D. A. Izquierdo, Impresor de cámara de S.M. pp. 298-301 (Hemos respetado la ortografía y puntuación original)


Los oficios del DOMINGO DE RAMOS no se publicaron. Tampoco se publicarán los oficios correspondientes al MIÉRCOLES, JUEVES, VIERNES y SÁBADO SANTO por su extensión y complejidad. Pero si los lectores lo desean, se pueden solicitar a través del e-mail que aparece en la parte superior de la columna derecha. La redacción del blog enviará, gustosamente, todo el DEVOCIONARIO NUEVO Y COMPLETÍSIMO EN PROSA Y EN VERSO en formato PDF. En su lugar hemos decidido ofrecer, a partir de mañana y hasta el DOMINGO DE RESURRECCIÓN, las mejores poesías religiosas de la autora -las no publicadas aún por el blog- para continuar la semana próxima con la segunda parte de "Detractores avellanedianos".

Manuel Lorenzo Abdala
http://www.ladivinatula.blogspot.com 

abril 14, 2014

LUNES SANTO




Según las indicaciones hechas por Gertrudis Gómez de Avellaneda en su DEVOCIONARIO NUEVO Y COMPLETÍSIMO EN PROSA Y EN VERSO, publicado en la ciudad de Sevilla en 1867 por la Imprenta y Librería de D. A. Izquierdo, Impresor de cámara de S.M. pp. 292-297 (Hemos respetado la ortografía y puntuación original)


LUNES SANTO.
(para un día como el de hoy 14 de abril de 2014)


Los oficios del DOMINGO DE RAMOS no se publicaron, pero si lo desea, puede solicitarse por correo a: ladivinatula@gmail.com 

http://www.ladivinatula.blogspot.com


abril 12, 2014

DETRACTORES AVELLANEDIANOS (I parte)



Gertrudis Gómez de Avellaneda: LA GRAN MENOSPRECIADA1
(Parafraseando a una muy ilustre Dama)

Rescatar del injusto ostracismo a una figura como lo fue Gertrudis Gómez de Avellaneda no ha sido, ni creo que será, tarea fácil en el futuro inmediato. Y todo muy a pesar de tratarse de una mujer de talento rayando el prodigio, de una deslumbrante belleza y de sobrada humanidad. Demasiados empeños han oscurecido su peregrinar, antes y ahora, porque no pocos han sido sus "fieles" detractores.

Las páginas de este artículo –preparado para el coloquio durante los actos homenajes en la Casa de los Poetas y las Letras de Sevilla-, resultarán insuficientes para resumir doscientos años de implacable contienda. Pero intentaré hacer lo “imposible”, deslizándome por el tiempo, como en el cine: ayer, hoy, mañana. Hoy, mañana, ayer. Siempre.

De mi carácter diré con franqueza que no peca de dulce. He sido en mi primera juventud impetuosa, violenta, incapaz de sufrir resistencia. Mis escritos, dicen muchos que revelan más imaginación que corazón: yo no lo sé; pero creo que tengo, o al menos he tenido, grandes facultades de sentimiento, si bien confieso que siempre con más pasión que ternura (…) Mis amigos saben que soy sincera hasta rayar en indiscreta. Mis enemigos que soy indulgente hasta pecar en desdeñosa; mi familia que soy desinteresada hasta dar en ser tachada de un vicio opuesto a la codicia; y yo sé mejor que nadie que soy defectuosísima.

Las palabras anteriores corresponden a un extracto de la primera autobiografía escrita por la propia Gertrudis Gómez de Avellaneda, publicadas en el periódico La Ilustración el 3 de noviembre de 1850.

Escuchemos ahora un comentario mucho más contemporáneo y totalmente diferente a la autodefinición anterior. Las opiniones corresponden a María Julia López Peña, una lectora más del blog La divina Tula, opiniones vertidas entre el 8 y el 11 de febrero de 2012.

Hace unos días… un joven estudiante de la universidad de Zaragoza, al ser preguntado sobre qué sabía acerca de Gertrudis Gómez de Avellaneda, respondió sonriente y con orgullo que era una importante vía pública -la principal avenida- de la capital aragonesa.
La “extraordinaria” anécdota del estudiante aragonés se ha convirtiendo en la regla y no en la excepción. Las instituciones oficiales, entiéndase el ministerio de educación y/o cultura y deporte español, [el actual y los anteriores hasta llegar casi a la guerra civil de 1936] mucho tienen o han tenido que ver en el asunto. Pena por una verdadera Gloria de la cultura hispanoamericana, olvidada y relegada a una gran avenida [zaragozana] y a un par de calles más en toda España.

Y para concluir con los ejemplos que traemos a colisión, leamos lo que dijo Ricardo Gullón, un autorizado crítico literario y conocido novelista leonés en un artículo suyo publicado en la revista Ínsula2, hace más de sesenta años.

Sin Gertrudis Gómez de Avellaneda (…), a nuestro romanticismo, [al nuestro: al hispanoamericano] le faltaría algo esencial: la presencia de una viva llama femenina, de una musa apasionada y temeraria cuyos actos dieron testimonio de claro e impetuoso corazón (…) Por eso sorprende el casi absoluto olvido en que yace la atractiva figura de la Avellaneda, en contraste con el interés y la importancia que le atribuyeron en su época [y en detrimento de otras figuras del mismo período].

Me he preguntado muchas veces, como lo hizo Ricardo Gullón, por qué esa incomprensión, por qué tanto ataque, fobia, relego, olvido ¿Por qué? ¿Por qué?

Una de las posibles respuestas, aunque absurda, pudiera estar en el origen. En nuestra cultura –en otras sucede lo mismo, pero no en todas- somos muy dados a la veneración y hasta a la santificación del lugar donde vemos la luz por vez primera, olvidando que se es de dónde uno quiere ser, de donde se siente y anhela. Y se descansa donde uno desea y quiere, y no donde otros intenten, tozudamente, disponer por nosotros…

 “Al que le sirva el sayo que se lo vista” ha dicho la Avellaneda en La dama de gran tono, que es una divertida sátira costumbrista rescatada, junto a Cuadernillos de viaje, en una compilación3 que acaba de ver la luz esta primavera. Obra muy fresca que huele a azahar, a naranjos y en la que se siente Andalucía por los cuatro costados.

Pero volvamos a nuestra cuestión central.

La nacionalidad, en este caso la supuesta falta de sentimientos nacionales, absurda carencia [o la negación de ella] -¡que ya es mucho decir!-, es uno de los aspectos que se le han cuestionado a la escritora injustamente, armas utilizadas en su contra, con mayor y brutal ahínco en las últimas décadas, y una de las causas posibles de su relego -aunque justo sea decir que el bicentenario que celebramos en varias partes del mundo por estos días podría servir para rescatar todo, o al menos parte, de lo perdido en la última centuria-. En Cuba está ocurriendo así y esperamos que a partir de ahora (al menos en Sevilla), el asunto quede zanjado4.

De momento, escuchemos que han dicho de Tula alguno de sus coterráneos (sus mayores detractores y calumniadores, aunque no los únicos):

Cintio Vitier, destacado poeta, narrador y ensayista cubano (aunque nacido en los EEUU) va y viene en su apreciación. No se posicionó jamás de una manera clara. Fue -por decirlo de alguna manera- un ambivalente sutil al definir a la Avellaneda.  Por una parte reconoció que “en el manejo del idioma y la vastedad de los lienzos dramáticos, la escritora señoreó sobre todos sus contemporáneos, pero desde el punto de vista de lo cubano en la poesía, su interés e importancia se pierde notablemente, sin perjuicio del valor absoluto de toda su poesía”. Dijo a la misma vez que muy criolla fue la Avellaneda, pero que cubana de adentro, de los adentros de la sensibilidad, la magia y el aire no encontraba en ella ese registro. Entonces, me pregunto yo, ¿qué pensó dijo y sintió la Avellaneda al componer AL PARTIR, A LA POESÍA,  A MI JILGUERO, A UNA VIOLETA, LA SERENETA, A LAS ESTRELLAS, A UNA MARIPOSA, o REGRESO A LA PATRIA, por citar solo algunos ejemplos…?

Lo cierto es que no hay peor ciego que el que no quiere ver.

José Antonio Portuondo, otro gran escritor e historiador, criticó severamente, ¡y sin piedad!, la supuesta “dramática neutralidad” de la Avellaneda por su aparente falta de compromiso con la causa independentista cubana ¿Habrá olvidado el profesor Portuondo que a finales del año 1843, y mientras muchos intelectuales cubanos mantenían discretas demandas con el gobierno de la Metrópoli (obstinado en negar ciertos derechos políticos pedidos por la entonces colonia), alcanzó nuestra poetisa uno de sus más grandes triunfos literarios con la declaración en Madrid de la mayoría de edad de Isabel II?.

Para conmemorar aquel importante acontecimiento, el Liceo Artístico y Literario de la capital española –hoy conocido como Museo Thyssen- celebró una suntuosa fiesta a la cual concurrió la famosa poetisa, invitada de honor por expreso deseo de S.M Doña Isabel II, la cual acababa de leer, (muy a escondidas de sus confesores), los primeros tomos de Dos mujeres, la segunda novela de la joven escritora. La Avellaneda, esplendida a sus veintinueve años, acudió a la cita con una composición que leyó a la joven soberana. Y al final de la Oda,  allí donde solo se fue a cantar, saltándose el protocolo y levantando la voz como la que más, se inclinó ante la reina e improvisó:

Salud, ¡joven real! mientras su frente
A tu planta inocente
Esta patria del Cid gozosa inclina,
Recuerda que en los mares de Occidente,
—Enamorando al sol que la ilumina—
Tienes de tu corona
La perla más valiosa y peregrina;
Que allá, olvidada en su distante zona,
Do libre ambiente á respirar no alcanza,
Con ansia aguarda que la lleve el viento
, —De nuestro aplauso en el gozoso acento—
La que hoy nos luce espléndida esperanza.

Con el arma que mejor podía manejar, con la poesía, la Avellaneda pidió a la joven soberana, los derechos que sus paisanos reclamaban muy tímidamente.

A eso llamó dramática neutralidad José Antonio Portuondo cien años después.

Pero no fue el único ni el que mayor daño póstumo tributó a la Avellaneda.

José Lezama Lima, Novelista, cuentista y ensayista, autor de Paradiso la famosa novela que en 1968 fuera calificada de “pornográfica” debido al tema de la abierta homosexualidad en su trama. Aquellas nefastas acusaciones, gracias a Cortázar, se han rectificado con los años, y Paradiso -la misma novela- a día de hoy ya no es calificada de pornográfica, ni su trama se considera homosexual.

La obra de este conocido escritor se caracteriza por un estilo cargado de símbolos y metáforas, haciendo continuas referencias, muy cultas, a poetas barrocos y latinos, de gran lirismo y con absoluto dominio del lenguaje. Personalmente se me antoja, bastante parecido a la Avellaneda (salvando los diferentes estilos y época en que les tocó vivir). Sin embargo, en su valoración de la poetisa es posiblemente el erudito cubano que más influencia negativa ha ejercido en los demás, mundo académico en primer lugar ¡Lo dijo Lezama Lima!, piensan algunos. María del Carmen Simón Palmer parece encabezar la lista.

El texto que citaré a continuación pertenece a una conferencia suya (de Lezama, quiero decir) impartida en 1966 en la biblioteca nacional de Cuba5.

Vamos a señalar el mundo en el cual se desenvolvió esta poetisa: un ambiente militar que corresponde al período lascivo de Isabel II; reina de muchas pasiones, y cuyo gobierno se desarrolla bajo la influencia de generalotes, entre ellos el espadón Narváez (...)

Así comenzó Lezama Lima su conferencia, y así se refirió a Gertrudis Gómez de Avellaneda: “Esta poetisa”, dijo sin mencionar siquiera su nombre. (Me gustaría acotar, sutilmente,  que el padre de Lezama fue igualmente militar al servicio de otros generalotes…)

En su conferencia habla de la órbita donde se desenvuelve la Avellaneda, pero el peso mayor se lo otorga a Isabel II para establecer seguidamente un paralelismo entre ambas mujeres desde el punto de vista de la cantidad de amantes que las dos tuvieron, más de seis cada una… “mozos gallardos de gentil apostura”.

Dice que la Avellaneda acostumbraba quitarse la edad. Es cierto, ella decía que había nacido en 1816, cuando en realidad nació en 1814. Dos años: por Dios Lezama ¡coquetería avellanediana!… Y no será la primera ni la última en hacerlo.

El famoso literato arremete como ninguno contra la pobre Avellaneda, contra sus ancestros. Se burla del ilustre apellido Arteaga y de los camagüeyanos todos, porque según él, en los fastos del legendario Camagüey –provincia donde también nací yo-  se es muy dado “a los de abolengo”. Fulano es de los “de abolengo”, es decir que tiene un nombre que termina en una rúbrica de oro. Pues sí. Gertrudis Gómez de Avellaneda y Arteaga es doblemente de abolengo, por los Arteaga y por los Gómez de Avellaneda. Estos últimos, descendientes directos de Munio Alfonso, por lo que su nombre, de alguna manera, está escrito en oro. Pero es su cabeza la que aquí nos interesa, por cierto, la única coronada ¡dos veces! -con laurel de ese preciado metal- en toda la historia de la literatura hispanoamericana, y por sus méritos artísticos, no por su abolengo.

También sentenció aquel día Lezama, para sorpresa de muchos, que a la poesía avellanediana le faltaba intimidad (Como para quedarse mudo)

Sobre Ignacio de Cepeda dijo que desde luego no pensaba casarse con la Avellaneda porque había visto en ella lo que había de opulenta camagüeyana, que Cepeda nunca se hubiera casado con una mujer que irregularizaba, y que quebrantaba un tanto el hogar porque él buscaba un matrimonio de otro tipo, o sea: una esclava en casa.

Lezama, en su confusión, acude a Enrique Piñeyro –desde mi punto de vista un literato menor que intentó rivalizar con la Avellaneda-. Y nos recomienda leer sus impresiones en un librito igualmente menor, Bosquejos, retratos y recuerdos. Pero no nos recomienda leer las conocidas escenas donde la Avellaneda puso en su debido lugar al literato: de patitas en la calle, rodando escaleras abajo por haberle faltado el respeto de tamaña manera en la redacción de Álbum cubano de lo bueno y lo bello allá por 1862. Esto no lo recomienda.

Y continúa Lezama su diatriba desautorizando las valoraciones que en su día hicieran Juan Valera y Marcelino Menéndez y Pelayo sobre Gertrudis Gómez de Avellaneda, considerando las mismas hinchadas, exageradas o dicho con sus palabras, “Hiperbólicas”. Recalca que todo lo que dijo Menéndez y Pelayo acerca de la Avellaneda era una falsa bengala, una crítica de verbena, que nada era verdad.

Y en su delirium, llega a la conclusión de que en nuestros días la poesía avellanediana ha sucumbido y que su obra es en realidad un gran naufragio, llegando a preguntarse si algún día resurgiría la poetisa por algún lugar.

Y hoy me da la risa al recordar tan malogrado presagio. Antología poética6 es una recopilación hecha por Edith Checa, Periodista de la UNED y presidenta de la Asociación Cultural y Literaria “La Avellaneda”, vista la luz gracias a la editorial “Los libros de Umsaloua” junto a Cuadernillos de viaje y La dama de gran tono en Sevilla el 23 de marzo de 2014, esta primavera.

No voy a responder a Lezama Lima con sobrados argumentos -no por falta de ganas como es lógico imaginar-, sino por respeto a los que ya no están con nosotros.

Pero permítaseme concluir el post de hoy con un texto, autoría de otra ilustre gran dama como respuesta al ignominioso acto de impedir se le pusiera al gran teatro Nacional de Cuba el nombre de nuestra Tula, y que resume la batalla campal mantenida contra la más grande poetisa, escritora, novelista y periodista hispanoamericana del siglo XIX, cuyo bicentenario celebramos por todo lo alto en Sevilla, en Cuba y en otros lugares del mundo.

Manuel Lorenzo Abdala
http://www.ladivinatula.blogspot.com





GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA: LA GRAN DESDEÑADA.7

¿Cómo podríamos llamar en buen castellano a una criatura cuyo destino fuera padecer el repudio de todo cuanto amase en el mundo? ¿Y qué pensar de ese repudio, de ese sordo volver la espalda a su presencia cuando quien sufre tal maltrato es justamente una mujer ungida por las gracias?
He aquí un fenómeno curioso, digno de concienzudo análisis no realizado todavía; Gertrudis Gómez de Avellaneda, poetisa cubana, y escritora famosa (…) no es solo un caso en la Literatura, lo es también en la Psicología, y hasta en la idiosincrasia de los pueblos. Y digo esto porque el injusto, inexplicable y reiterado desprecio que ella encuentra en los elegidos de su corazón, parece contagiarse de uno a otro, parece incluso arraigar por momentos en una colectividad determinada, y hasta transmitirse como triste herencia de generación a generación.
Gertrudis era, como todos saben, una mujer de talento: quizás de demasiado talento para el gusto de su época. Pero era también mujer de nobles sentimientos y espléndida hermosura. Brillante, amena, culta, rodeada de prestigio, cabe añadir, como si tales prendas fueran pocas, otra a la que hoy no se da mucha importancia, pero que entonces sí pesaba su procedencia de honorable casa, si bien no recargada de blasones, de todos modos vinculada al patriciado criollo.
En ningún campo pues, se la podía tener por una advenediza ni era lógico mirarla con recelo como si se tratara de una improvisada o una aventurera. En donde quiera que pisara tenía derechos naturales que ostentar, derechos que además nadie le negaba.
Y para no dejar resto de duda, voy a aclarar también, aunque no sea necesario, que nadie debe sospechar en ella la encarnación de un Amiel con faldas: bien lejos de su temperamento toda timidez, toda parsimonia, toda reserva que no fuese la que el buen gusto y una delicadeza innata cultivan siempre en la real señora.
¿Cuál era entonces el valladar sutil alzado una y otra vez entre ella y los seres de su elección? Recalco lo de la elección, porque el fenómeno a que nos estamos refiriendo se hacía más patente entre aquellos que su alma prefería, que su mano seleccionaba para sí.
Sin duda tuvo Tula hombres que la amaran, amigos que la defendieran, multitudes que la aclamaran; pero no sé hasta qué punto podían éstos compensarlas de lo perdido o de lo nunca hallado que podía tener cualquier mujer, ni sé siquiera si ese fondo brillante se lo puso el destino para hacerla sentir más hondamente la tiniebla interior.
Casada dos veces, pero ninguna con el hombre amado; una reina la tiene por amiga, pero antes su amiga de la infancia la traiciona; y aunque en lejanas tierras le sea dado cosechar laureles, el pueblo suyo la negará tres veces.
Rafael Marquina, el notable polígrafo español, recientemente fallecido [1887-1960], nos cuenta en vivas páginas la historia de la poetisa fracasada en su amor primero; rechazada más tarde con una hija moribunda en brazos; rehecha apenas y tornada viuda en su viaje de bodas. Y así vamos siguiéndola en su peregrinar de cuesta en llano, reina mendiga de ternura, musa implorante ante un galán esquivo, ella, la altiva Tula hecha a domar las tempestades.
Altiva sí, a pesar de todo, porque tuvo siempre conciencia de su estatura interna, de su abolengo espiritual. La pertinacia de sus fracasos amorosos, la frustración de su maternidad y la conjura de la envidia ajena no alcanzan a fermentar en su pecho eso que hoy llaman: complejo de inferioridad. Otra mujer puesta en su caso pronto hubiera acabado por rendirse, se hubiera recluido en un convento o en una clínica psiquiátrica, según los tiempos que corriesen, y no habría llegado como ella, a cumplir su misión en este mundo.
Esta coincidencia inconmovible de su alto destino, aun mantenida en sus flaquezas femeninas, esta seguridad de sí misma que no la abandonará ni siquiera en sus días tristes, le prestan en verdad un singular aire de realeza, de una realeza un tanto exótica e inquietante.
En la corte de España con baldaquines y reposteros, debió parecer una auténtica Nusta desterrada, una hija de Inca traída en rehenes, a la que los hidalgos no se atreven a enamorar.
Y esta alteza extranjera quien se lo juega todo a una carta insignificante, Gabriel García Tassara. Y a los ojos de todos como las reinas mismas, trae al mundo una hija.
Semejante paso no se hubiera atrevido a darlo una mujer soltera y famosa, consciente y respetada, ni aun en nuestro siglo. Y mucho menos como ella podría darlo y quedar luego tan respetada, afamada y soltera como antes.
Soltera ha de estar por algún tiempo; sola ha de estar siempre. El seductor asustado de su hazaña hace mutis por el telón de fondo como el personaje más incoloro, menos real de sus dramas. Menguado de naturaleza a la par que de espíritu y de ingenio, le da hija sin sangre que sólo vive siete meses. Siete meses que pasará ella sola, doblada sobre una cuna que se iba haciendo féretro, y siete meses llamándolo con todas las voces de la selva, desde el quejido de la tórtola hasta el rugir de la leona herida. Plasmada en cartas inmortales quedó esta doble agonía: Gabriel García Tassara no contestó jamás.
La Peregrina sigue su camino. Sabemos que era joven y era hermosa; nuevos amores entran y salen en el escenario de su vida. Todos vacilan ante esta Minerva apasionada, procelosa, para emplear una palabra muy a gusto de la poetisa. Hay momento en que parece haber hallado al fin el alma digna de su alma; ella lo cree así y por mucho tiempo no querrá despertar de ese sueño pese a la cruda, áspera luz que se le mete por los ojos. Así entre amores huidizos, aquel que pudo ser definitivo, aquel que por cuyos besos hubiera ella cambiado todos sus triunfos, se va, se va también como los otros, como la hija, como el hogar sin ilusión pero con paz y con decoro que una y otra vez le deshace la muerte. Es ella la que vivirá bastante para ver irse hasta la gloria; la gloria que una lejana noche primaveral le ciñera corona como reina.
Los últimos años de Tula tienen también mucho de fuga, pero una fuga sorda, lenta. Su entrada en la sombra va a pasar casi inadvertida y Juan Valera cuenta que apenas ocho o diez acompañantes seguían el cortejo a la Sacramental de San Isidro. Y como era Febrero y azotaba la lluvia y la ventisca, no hubo nadie que despidiera el duelo.
Preciso es, sin embargo, que antes de llegar a esta última fuga esta gran desdeñada pruebe acaso el más amargo de los menosprecios: el que va a hacerle su propia patria, sus mismos coterráneos apartando su nombre fríamente a la hora de hacer un homenaje a los bardos del país.
Pues como dice ella con sobria dignidad, “si se me hubiera excluido de su número por no juzgarme acreedora a semejante honor, no sería yo ciertamente quien de ello se quejara”. Y se queja en efecto de que la hayan postergado, no por falta de méritos, sino de cubana.
Dos largas cartas escribirá a los diarios de la Isla en protesta de lo que considera una injusticia, una mentira intolerable, y mientras viva no hará otra cosa que debatirse contra el error. Empero inútilmente; su voz como la de Agar, se perdería siempre en el desierto.
Fueron los jóvenes de entonces los que acercaron a los labios de la poetisa –pálidas rosas que pronto deshojaría el viento– esta nueva amargura, la única que todavía no conocían. Fueron ellos, los jóvenes de entonces, los que se encargaron de que en la gama del acíbar, este último trago no le fuese ahorrado.
No los culpo del todo: pienso que ellos también como la gran mujer que no querían por hermana, habían cumplido su destino.
La juventud es siempre iconoclasta; y hasta sería cosa de aplaudírselo si no fuera porque en la mayoría de las veces nos rompen ídolos de oro para traérnoslo de barro.
Todo pues, quedó así, y Gertrudis murió y los jóvenes se hicieron viejos y murieron también y vinieron otros jóvenes y Gertrudis no vino más, ni vino otra como ella, porque en las trojes del Señor, la juventud es simiente que a su tiempo llega a todos los surcos, pero el talento solo a pocos.
Más, sucedió que aun después de muerta la persiguió el menosprecio de los suyos. Para que su destino se cumpliese más allá de la tumba, la especie propalada una centuria atrás siguió rodando, reptando por cenáculos y opúsculos como si la agraviada no la hubiese desmentido públicamente, –y de la misma España, ya con la Guerra Grande encima en cívica y valiente actitud que no sabemos si en igualdad de circunstancias cualquiera de sus detractores se hubiera atrevido a asumir.
Y como la malicia recorre siempre largos caminos, los hijos repitieron las frases insidiosas de los padres, y los nietos las de los hijos. Y luego las repetían sin doblez, sin detenerse a meditarlas; unas tras otras en un estribillo.
De esta manera nos llegó el día de edificar teatro propio; hacía mucho tiempo que la tierra de Tula se había independizado y las guerrillas con la madre patria eran ya solo páginas de Historia.
Había que pensar que el nombre de la Avellaneda era precisamente el nombre exacto que le correspondía a aquel teatro; a los grandes méritos de la escritora cubana se unía la significativa cuanto singular condición de ser ella la única mujer que con repercusión en las Letras Castellanas se ha dedicado al género dramático.
Y aún más podía decirse; era acaso la única que así, con resonancia ultramontana lo había hecho en el mundo, o al menos la primera en hacerlo, que ya sería grande gloria.
Por no se sabe qué extraña razón las escritoras nunca han gustado de este género: poetisas, novelistas, muchas hay, pero entre ellas ha sido solo nuestra Tula quien, a más de regalarnos versos y novelas, alcanzara a crear obras teatrales.
Búsquense nombres femeninos en los vastos dominios de Talía y se verá cuan ardua es la labor. Espigar alguno significa un verdadero hallazgo de eruditos, como el caso de la monja Rosvita allá en el Medio Evo, y algunos pocos de factura nórdica.
Parecía por tanto, lógico, sencillo, que un teatro de Cuba y para Cuba se llamara como ella. Era lo natural, lo que caía por su peso.
¿Lo natural? No hay nada natural. El hombre se complace en complicarlo todo: de pronto aquí, allí, detrás, enfrente comenzó a repetirse la vieja cantinela. ¿Y qué era a fin de cuentas lo hecho por la insigne dramaturga para justificar estos escrúpulos de fariseos?
¿Vivir fuera de sus lares por largos años? ¿Escribir en Madrid y hacerse de fama?
Pues bien, dando por cierto que no estuviera Cuba unida a España aun antes de que decidiera desunírsele es lo corriente que el talento busque ensanchar sus horizontes. Ella era un águila de altura y a las águilas se las deja volar libremente.
Si criterio tan estrecho y falaz prevaleciera, menos habría de considerarse inglés a Lord Byron que no se distinguía precisamente por su ternura hacia Inglaterra y murió peleando por un país que no era el suyo.
Habría que tener por igualmente apátridas al Dante y a Petrarca, a Sargent y a Gauguin. Y dos de los más grandes poetas de América, Rubén Darío y César Vallejo no pertenecerían a ella sino a los cafés de París en cuyas mesas escribían.
Todos hemos podido ver a la gran Gabriela Mistral andar errante por extranjero suelo casi su vida entera por razones que nunca dio a su patria. Y sin embargo, cuando al fin los pies se le agrietaron para siempre, Chile tuvo a bien recibir como a Reina difunta, su poetisa.
Sólo nosotros los cubanos hemos querido renunciar a una gloria legítima: hemos querido regalarla o arrojarla al río en gesto semejante al de aquel duque que echara al Neva su vajilla de oro.
¿Y al fin, –preguntarán los lectores– que nombre se le puso al teatro?
Pues el teatro, amigos míos, casi puede decirse que se quedó sin bautizar, que por no darle el nombre de ella, no se le dio ninguno.
Lo digo así porque aunque oficialmente, y nada menos que ante el testimonio irrecusable de José Martí, citado y exhumado en la ocasión, se falló el viejo pleito a su favor, lo cierto es que sus paisanos prefieren ignorarla, desconocer a Tula.
Tal vez no quieran ya contradecir abiertamente al Apóstol, pero de todos modos han seguido oponiendo a su clamor patético el mismo silencio de García Tassara, de Ignacio de Cepeda, de furtivo entierro bajo el frío y el granizo.
Silencio de la muerte… De la vida.




Dulce María Loynaz del Castillo
Gran poeta y novelista cubana, Premio Cervantes 1992.




Referencias y notas:

(1)          Texto íntegro de las palabras preparadas por Manuel Lorenzo Abdala para el coloquio celebrado en Casa de los Poetas y las Letras de Sevilla el 22 de marzo de 2014 en homenaje a Gertrudis Gómez de Avellaneda. Desgraciadamente y por razones de tiempo, el texto tuvo que ser editado, omitiéndose gran parte del mismo. Hoy lo ofrecemos en toda su extensión.

(2)         Gullón, Ricardo. Tula la incomprendida. Ínsula. Revista Bibliográfica de Ciencias y Letras, año 6, núm. 62 (febrero de 1951), p. 3.

(3)      Gómez de Avellaneda, Gertrudis. Cuadernillos de viaje y La dama de gran tono. Compilación, introducción y notas por: Manuel Lorenzo Abdala. Editorial: Los libros de Umsaloua, Sevilla 2014. I.S.B.N. 978-84-942070-5-1.

(4)        Desgraciadamente no todo son buenas noticias. Hemos tenido conocimiento que el sábado 4 de abril de 2014 la conocida investigadora María del Carmen Simón Palmer, impartió una conferencia en la Universidad de Miami donde arremetió -como ya viene siendo costumbre en ella-, contra la Avellaneda dejando a muchos asistentes estupefactos. Sobre el particular trataremos en un próximo post: DETRACTORES AVELLANEDIANOS (II PARTE).

(5)        Lezama Lima, José. “Conferencia sobre Gertrudis Gómez de Avellaneda”. Fascinación de la Memoria. Letras Cubanas, 1993. (Ese mismo año Letras Cubanas editó las conocidas cartas de la Avellaneda a Cepeda, cuya edición ha pasado a la historia como “La Burra” porque en la portada figura la foto de Carolina Coronado en lugar de Gertrudis Gómez de Avellaneda).

(6)           Antología poética Bicentenario de Gertrudis Gómez de Avellaneda, La eterna romántica. (Varios autores) Selección y prólogo: Edith Checa. Editorial: Los libros de Umsaloua. Sevilla, 2014. I.S.B.N. 978-84-942070-6-8.

(7)          Este artículo de puño y letra de Dulce María Loynaz, según Nidia Sarabia, fue escrito en 1961. Cfr. el ¿original? En: http://www.josemarti.cu