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Convento de los Capuchinos del Prado de Madrid. En estas instalaciones, y durante una temporada, estuvo ubicado el Colegio de Nuestra Señora de Loreto. |
El colegio de
Nuestra Señora de Loreto y Gertrudis Gómez de Avellaneda.
El
25 de diciembre, dentro de escasos días, celebraremos la Navidad. En la
redacción de La divina Tula creemos que es el momento oportuno para hablar sobre
una cuestión de la cual se ha estudiado muy poco: Se trata de la vinculación
directa que existió entre Gertrudis Gómez de Avellaneda y el Colegio de Nuestra
Señora de Loreto, asunto que cuando se ha tratado, ha sido para confundir
congregaciones y órdenes religiosas.
Hoy
nos proponemos explicar, brevemente, el vínculo directo que unió a la poetisa
con el mencionado e histórico Colegio madrileño que hoy está situado en la
calle del Príncipe de Vergara.
Como
ya explicamos en el post anterior, la
Congregación de la Sagrada Familia de Burdeos, fue creada por el padre Pierre
Bienvenu Noailles en 1820. Al poco de fundada, sus devotas y precursor se
establecieron definitivamente en La
Solitude, una vieja mansión en los alrededores de la campiña de Martillac, pintoresca localidad entre La Brède y la ciudad de Burdeos de donde era oriundo el padre
Noailles.
Cuando
la Congregación de la Sagrada Familia se consolidó en La Solitude, su fundador decidió expandir la acción apostólica por España
y establecer en el país una obra educativa. El padre Noailles nombró para esta
empresa a su mano derecha la madre Bonnat.
En noviembre de 1843 la madre Bonnat llegó
a Madrid acompañada por otra hermana con el objetivo de abrir un centro
educativo para señoritas. Los comienzos fueron muy difíciles pero salieron
adelante gracias a la ayuda de varias señoras, entre las que cabría destacar, a
la ilustre dama Doña Francisca Arteaga de Escalada, la madre de Gertrudis Gómez
de Avellaneda, y a la propia poetisa.
Tres meses
después, el 2 de febrero de 1844 la madre Bonnat y la otra hermana se
establecieron en un piso de la calle del Barquillo, y acompañadas por otras cuatro
religiosas dieron apertura a un “Pensionado-Externado” de señoritas conocido
como el primer colegio de Nuestra Señora de Loreto. La recién fundada comunidad
comenzó con dos niñas y en muy poco tiempo tuvieron 12 internas y cierto número
de externas, aunque muy pronto se vieron obligadas a abandonar la casa por culpa
de algunos vecinos intransigentes.
La señora Arteaga de Escalada, madre
de la Avellaneda, les habló del antiguo convento de los Capuchinos del Prado (1),
abandonado desde hacía algún tiempo, y llevó a las monjas a tratar con su
propietaria, la duquesa de Medinaceli que era muy amiga suya. La duquesa con
una sólida formación y convicción religiosa, se adhirió al proyecto
inmediatamente, cediendo las instalaciones de su propiedad para el colegio.
Después de solventar las crudas dificultades con el clero español de entonces,
el antiguo convento se convertiría en el Colegio de señoritas de Nuestra Señora
de Loreto (2) de Madrid, alcanzando en muy poco tiempo un altísimo
prestigio. El principal cuidado de su directora, la madre Bonnat, era la
educación moral de las pupilas. Algunas de las materias tratadas entonces eran
la educación simultánea en español y francés, labor en la que colaboró la
propia Gertrudis Gómez de Avellaneda y su señora madre, así como la duquesa de
Medinaceli. Gracias a la colaboración de las señoras antes mencionadas la madre
Bonnat estableció importantes contactos con la nobleza y la alta sociedad
madrileña.
Esta es la
vinculación directa de Gertrudis Gómez de Avellaneda con el Colegio de nuestra
Señora de Loreto de Madrid. Por esa razón, igualmente, el padre Noailles, se
tomó especial atención cuando la poetisa quedó viuda en Burdeos, invitándola a
pasar unos días en su sede de La Solitude
en Martillac, y envió con ella cuando
regresó a Madrid, algunos regalos de culto para el mencionado colegio. “Ha
llegado á esta corte la célebre poetisa doña Gertrudis Gómez de Avellaneda de
Sabater, que después de la desgraciada muerte de su esposo ha permanecido en
Burdeos (…)” decía El Heraldo el 26
de septiembre de 1846 entre sus páginas y agregaba:
(…) hasta que algún tanto repuesta del
abatimiento y mal estado á que la redujo el dolor de tan terrible golpe, ha
podido, emprender su viaje para Madrid, Ha traído como regalo para las señoras
del colegio de Loreto en esta corte algunos objetos de culto que las remiten
las religiosas Ursulinas de Burdeos [he aquí un grave error que se repite. No
eran las Ursulinas, se trataba de La Sagrada Familia de Burdeos], en cuya
compañía ha buscado el consuelo la poetisa española en los amargos días de su
infortunio.
Creemos
fehacientemente que el actual Colegio de Nuestra Señora de Loreto de Madrid,
así como el resto de Instituciones y colegios dependientes de la Congregación
de la Sagrada Familia de Burdeos se unirán a los actos por el bicentenario de
la gran poetisa, dramaturga y novelista cuya celebración tendrán lugar durante
todo el venidero año de 2014.
Y ya que estamos en
fechas navideñas nos gustaría concluir el post
de hoy con un bellísimo soneto que da término al famoso Devocionario cristiano, una de las más famosas obras de la Avellaneda.
A primera vista esta obra pudiera parecer un pretexto para configurar una
especie de antología personal de la poesía religiosa de la poetisa, pero no. Su
alcance fue muchísimo mayor entonces, y también ahora. Gertrudis Gómez de
Avellaneda se convirtió en especialista de oración, como en el pasado lo fueron
Santa Teresa de Jesús o Juan de Ávila.
El nombre de Jesús
Es grata al
caminante en noche fría
La alegre
llama del hogar caliente:
Grata al que
corre bajo sol ardiente
La fresca
sombra de arboleda umbría:
Grato, como
dulcísima armonía,
Para el
sediento el ruido de la fuente,
Y grato
respirar en libre ambiente
Para quien
sale de mazmorra impía.
Es grata, en
fin, la lluvia al campesino,
Grata al
guerrero belicosa fama
Y grato el
natal suelo al peregrino:
Pero más que
aire, sombra, fuente, llama,
Lluvia,
patria, laurel, ¡Jesús divino!,
Tu nombre es
grato al corazón que te ama.
Continuará…
Manuel Lorenzo Abdala
citas:
(1) El convento de los Capuchinos de Madrid fue fundado en 1609 por Francisco Gómez de Sandoval -duque
de Lerma y valido de Felipe III-, bajo la advocación de San Antonio de Padua.
No obstante, durante su historia fue más conocido por el nombre de los
Capuchinos del Prado, por albergar a religiosos de dicha orden, quienes tomaron
posesión del convento el doce de noviembre de 1609, dando la primera misa el
Nuncio Antonio Carrafa, a la cual asistió el rey Felipe III.
El
convento estaba situado en la calle del Prado, junto a la casa del propio
duque, quien además fue el primer patrón del convento. Posteriormente, el
patronato pasó a los duques de Medinaceli.
Del edificio destacaba su iglesia, concluida en 1716 y levantada sobre una planta de cruz latina con crucero y cúpula. En el exterior, la fachada principal estaba precedida de una lonja desde la que se accedía a la puerta principal por una escalerilla. Sobre la portada, sencilla, destacaba una estatua de San Antonio de Padua con el Niño en brazos.
Del edificio destacaba su iglesia, concluida en 1716 y levantada sobre una planta de cruz latina con crucero y cúpula. En el exterior, la fachada principal estaba precedida de una lonja desde la que se accedía a la puerta principal por una escalerilla. Sobre la portada, sencilla, destacaba una estatua de San Antonio de Padua con el Niño en brazos.
Desamortizado
el convento en 1836, quedó únicamente en funcionamiento su iglesia, aunque
durante algunos años (1844-1849) fue ocupado por el Colegio de Nuestra Señora de Loreto. El convento y su iglesia fueron
derribados a finales de 1890.
(2) La Institución
religiosa del Colegio Nuestra Señora de Loreto es la Congregación de la Sagrada Familia de
Burdeos (erróneamente conocidas como Las
Ursulinas por ser éstas monjas las primeras en establecer colegios para
señoritas en Madrid, aunque nada tuvieran que ver entre sí). El Colegio inicial
permaneció durante algún tiempo en el antiguo convento de los capuchinos y tras
su derribo en 1890, ocuparon dos casas en el Paseo del Prado, donde
permanecieron hasta pasar en 1891 al edificio actual de Príncipe de Vergara,
como internado de señoritas.
Bibliografía consultada:
El Heraldo, El Católico,
El Espectador, La Esperanza, El Español,
El Popular, El Católico, El Clamor público y Eco del comercio (Prensa
histórica madrileña)
…y otros medios no revelados
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