Vista actual de La Solitude. 29, route de la Solitude. 33650-Martillac, France. Tel. (33) 0556727255 |
La Solitude, Martillac.
Martillac
es una población y comuna francesa, situada en la región de Aquitania en el
departamento de Gironda, distrito de Burdeos y cantón de la Brède.
Muy cerca
de Martillac, en un lugar tranquilo y apacible, muy propicio para la curación,
la reflexión y la oración, antaño había una aldea conocida como “El viñedo de la parte superior”. Allí
se instaló en 1820 el padre Pierre Bienvenu Noailles junto a otras hermanas y
creó lo que se conoce desde 1831 como el centro espiritual La Solitude. Desde entonces el centro ha cambiado de aspecto, pero
la esencia se mantiene inalterable.
Como ya
sabemos, doña Gertrudis Gómez de Avellaneda, pasó allí una temporada invitada
por el padre fundador, Pierre Bienvenu Noailles (1). Durante su
estancia en aquella villa bordelesa, tan llena de paz y de tranquilidad
absoluta, compuso dos bellas elegías dedicadas a su difunto marido, obras que
fueron publicadas por vez primera en su obra Poesías de 1850. Esto lo dijimos ya el 13 de diciembre pasado.
También anunciamos entonces que el día 27 publicaríamos en nuestro blog, como
colofón al año 2013 y a la serie de artículos “PRELUDIOS PARA UN ILUMINADO
BICENTENARIO", las dos poesías compuestas en tan ilustre centro, dedicadas a su
difunto esposo y que considerábamos llenas de amor y de un altísimo valor
poético. Estas dos composiciones fueron el preludio de su gran y famoso Devocionario Cristiano en prosa y en verso, el más importante y completo en lengua castellana jamás escrito.
Por
razones ajenas a nuestra voluntad nos hemos retrasado dos días en su
publicación ¿Pero que representan cuarenta y ocho horas frente a doscientos años de existencia…?
Nada.
Nunca
será tarde para difundir la vida y obra de la gran poetisa, novelista y
dramaturga Gertrudis Gómez de Avellaneda, conocida por sus contemporáneos como La divina Tula. Por eso hoy publicamos las
elegías compuestas en medio de los bellos jardines de La Solitude, aquel marco tan apacible y tranquilo donde la
Avellaneda se retiró durante los meses de agosto y septiembre de 1846 tras la
muerte de su marido, Don Pedro Sabater en la ciudad de Burdeos. Curiosamente, en
aquel mismo lugar, dos décadas antes, el padre Pierre Bienvenu Noailles, su
anfitrión, había escrito las Reglas de la Sagrada Familia. Coincidencias del
destino.
Durante
sus largas conversaciones que mantuvo con el padre Noailles, sus oraciones y diarios
paseos por la isla de Todas las Gracias, así como sus excursiones al Castillo
de la Brède, la Avellaneda encontró la paz espiritual que tanto necesitaba en
aquellos difíciles momentos que atravesaba. Después de dos meses repuso fuerzas
y, cargada de amor y paz, regresó finalmente a Madrid el 26 de septiembre de
1846 con unos sencillos regalos de culto que el propio padre Noailles le
entregó para las hermanas de Nuestra Señora de Loreto de la capital española.
La Solitude, a día de hoy, es el centro espiritual por excelencia de las comunidades de la Sagrada
Familia de Burdeos. Un lugar donde es posible encontrar la paz y donde el
visitante recibe atención y apoyo personal.
A lo largo de los últimos doscientos años el centro ha sido renovado varias veces. Actualmente está adaptado para personas
discapacitadas contando con dos amplios ascensores. La nueva instalación posee
39 habitaciones, 11 de ellas dobles, pudiendo albergar hasta sesenta personas a
la vez.
Todas las habitaciones tienen teléfono y hay conexión a Internet. En todos los
pisos hay lavandería a disposición de los visitantes.
En La Solitude hay además una gran sala de conferencias,
equipada totalmente para traducción simultánea con cuatro cabinas y tres salas
de trabajos independientes. Dispone de capilla-oratorio y grandes espacios para
la creatividad. Es posible además consultar amplios e interesantes volúmenes en
su gran biblioteca.
Un lugar de
ensueños donde, evidentemente, recibirán al visitante con los brazos y el
corazón abiertos.
Manuel Lorenzo Abdala
Cita:
(1)
Pierre-Bienvenu Noaille fue un hombre
seducido por Dios que, a los veinte años, descubre la inmensa profundidad de la
misericordia divina. Nacido en Burdeos, en plena Revolución francesa (1793),
crece en una familia numerosa y unida. Es un joven brillante, que triunfa en
todo cuanto emprende, y que puede aspirar a una brillante carrera. Pero, llega
un momento en el que Dios hace irrupción en su vida y un destino insospechado
se abre ante él, tomando la firme decisión de hacer de Dios el centro de su
vida.
Ingresa en un seminario y
allí vive fielmente la llamada a la santidad que ha recibido desde el bautismo.
Y poco a poco, descubre los aspectos fundamentales de su identidad cristiana,
que se resumen en una frase: "Buscar a Solo Dios en todas las cosas, como
Jesús, María y José”.
Fiel a la inspiración
divina, concibe el proyecto de una Sociedad, amplia y abierta, en cuyo seno
tendrán cabida hombres y mujeres de toda condición y con vocaciones diferentes
en la Iglesia: religiosas apostólicas y contemplativas, mujeres consagradas
seculares, personas casadas y solteras, jóvenes, sacerdotes… Con un fuerte
compromiso en la evangelización del mundo, se consagrarán a imitar la vida de
la Sagrada Familia. Mediante una profunda unión en su diversidad, los
diferentes miembros proclamarán con su vida que "la comunión es
posible" y que la Iglesia está llamada a anunciar y a construir la gran
Familia de los hijos e hijas de Dios, en Jesucristo.
Ordenado sacerdote el 5 de
junio de 1819, en París, el P. Noailles vuelve a Burdeos, donde comienza su
ministerio en la parroquia de santa Eulalia. Su celo apostólico, su amor a los
pobres, sus cualidades de discernimiento, su profunda experiencia de Dios hacen
de él un verdadero pastor. Comienza el Catecismo de Perseverancia, en el que
reúne numerosos grupos de jóvenes y de personas adultas. El proyecto de vida
que propone a quienes desean participar en su obra es siempre el mismo: vivir
imitando las virtudes de la Sagrada Familia, de acuerdo con la vocación, las
necesidades y la situación propia. La vasta Asociación, concebida desde el
Seminario, se concreta el 20 de mayo de 1820, cuando, abierto a la voluntad de
Dios y animado por su Arzobispo, reúne en comunidad a tres jóvenes que se
sienten llamadas a consagrarse al Señor y a responder a las necesidades de su
tiempo, en este nuevo camino que se les ofrece. Comienza el largo y doloroso
proceso en el que la diminuta semilla se convertirá en un árbol frondoso.
Una gracia extraordinaria
viene a fortalecer la confianza de la pequeña y pobre comunidad. El 3 de
febrero de 1822 [¡Veinticuatro años antes de ser sepultado Pedro Sabater!], y
durante la bendición con el Santísimo Sacramento en la capilla de las
religiosas, el Señor se muestra visiblemente en la custodia, se deja contemplar
por toda la asamblea a la que bendice con un gesto de extraordinaria bondad.
Este acontecimiento será debidamente confirmado por las autoridades eclesiásticas
dado que, los testimonios de los numerosos testigos, son dignos de confianza y
sin asomo de contradicción. Es el punto de partida para un rápido desarrollo de
la obra del P. Noailles. Las ramas religiosa, laica y sacerdotal se afianzan y
se consolidan.
Durante 40 años, en medio
de toda clase de vicisitudes, el P. Noailles estará al frente de la Sagrada
Familia, como Fundador y Padre espiritual. Es el tiempo de perfilar y
consolidar la obra iniciada, de redactar Estatutos y Reglas, de velar cuidadosamente
por la formación de los miembros. Su profunda espiritualidad, su sabia
dirección y la solidez de sus principios son de un valor inestimable para
mantener el rumbo de la Sagrada Familia, en medio de una sociedad inestable y
problemática. En una época en que el papel de la mujer carece de relevancia en
la sociedad francesa, el P. Noailles sabrá rodearse de mujeres de
extraordinaria calidad, laicas y religiosas, a las que confía importantes
responsabilidades y que serán sus fieles, prudentes y audaces colaboradoras en
todo cuanto emprenda.
A su muerte, el 8 de
febrero de 1861, la Sagrada Familia no será la única en llorar su pérdida. Toda
una corriente de simpatía, de amistad, de veneración invade la ciudad de
Burdeos. Un impresionante cortejo de personas de toda clase y condición
acompañó el féretro hasta la Catedral, donde tuvieron lugar las solemnes
exequias. A la tristeza de perder un amigo, un padre, un fiel consejero se
mezclaba el sentimiento gozoso de descubrir un santo.
Bibliografía:
Gómez de Avellaneda,
Gertrudis. Poesías. Imprenta de
Delgrás Hermanos. Madrid 1850. Pp. 260-264
Boxhorn, Emilia. Gertrudis
Gómez de Avellaneda. Biografía, bibliografía e iconografía. Cartas… y sus
Memorias. Madrid, SGEL
1929.
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