Imprudencia fatal
(¿Se abrirá la caja de Pandora?)
Era cosa de días para que Armand Carrel cometiera el primer gran error. Y era cosas de días, igualmente, para que Tula lo pusiera en su debido lugar. Armand Carrel teme que ella descubra que tras el disfraz se esconde Antonio Romero Ortiz, escritor y “prometedor” político. No le conviene, desea mantener el anonimato y le hace saber que el indagar sobre su identidad sería como el abrir la caja de Pandora.
Tula le responde diciendo que ella es mujer de
tal temple (...) que acaso sería capaz de amar a piratas, bandidos, y
hasta frailes, si se le presentaran noblemente (a cara descubierta) para probarle que latía en su pecho un corazón capaz de amar como ella concibe el
amor. Pero que todas las ilusiones que le pudieran inspirar se desvanecerían desde el
momento en que viese falsedad, egoísmo y artificio mezquino, algo que se
está temiendo en él.
¡Cuidado Armand Carrel...! Si
quieres hacerte amar por Tula, ya va siendo hora de quitarte el antifaz. Desde
la noche del domingo le estás pareciendo fatalmente imprudente: demasiado peligroso. Y si, como dice el
refrán, hombre precavido nunca fue vencido, mujer prevenida puede que sea invencible. Y Tula, maestra en el arte de amar, podría mostrarse inflexible cual sólida roca.
Ponerse
un antifaz para obtener la gloria de hacerse amar por solo su talento, es una
idea feliz, una ambición noblemente orgullosa: ponerse un antifaz por prestar
más poesía y más vivo interés al comienzo de una aventura de galantería, no me parece
tampoco mala idea: pero ponerse antifaz para engañar, para dar lugar a que el
ingenio y el encanto del misterio obren sobre el corazón de una mujer poeta, y
puedan inspirarle un afecto que ha de ser para ella la caja de Pandora; un
afecto que ha de morir cuando caiga el antifaz… eso, amigo Carrel, me merecería
calificación muy dura.
¡Cuidado Armand Carrel! ¡Mucho cuidado! El
hombre a quién ella sospechase capaz de semejante deslealtad, jamás le podría
inspirar aquella pasión ideal sin nombre
en el lenguaje humano.
Manuel
Lorenzo Abdala
http://www.ladivinatula.blogspot.com
Carta Nº 7
[19
de abril de 1853. Esta carta es continuación de la anterior escrita la noche del martes 18, pero concluida de madrugada cuando ya era miércoles 19. Por ello es que se repiten las fechas en ambas].
Miércoles por la mañana.
Me dice el misterioso Armand, entre otras
cosas a que ya he contestado en la adjunta, que si no respeto su incógnito
“abriré la caja de Pandora”, y añada que “mataría al ser que ha nacido para
encender en mi alma la llama inextinguible de aquella pasión ideal que no tiene
nombre en la tierra”. Yo supongo que si ha comprendido algo mi carácter el
amable corresponsal que me ha deparado el cielo, sabe perfectamente que el
hombre capaz de encender en mi alma
aquella pasión inextinguible, no perdería nada a mis ojos por no ser lo que
el mundo llama persona de alta posición;
no perdería tampoco gran cosa por no llevar en su frente una corona de gloria.
Claro es por lo tanto que para que fuese una cosa tan funesta el descubrimiento
de su nombre, era menester que fuesen tales y tan notorios los vicios que lo
deshonrasen, o tan sagrado su estado, que opusiesen una valla insuperable entre
su alma y mi alma; una valla tal que el mismo amor no fuera poderoso a
salvarla. Esto es por lo tanto lo que debo suponer en vista del párrafo a que
hago referencia, y en verdad, no concibo como el sagaz Armando ha podido
despertar tales recelos en el corazón que dice quiere conquistar: esa sí que
sería una irremediable imprudencia, no el haber pasado el Rubicón antes de tiempo. Aún diré más a mi desconocido
caballero: ponerse un antifaz para obtener la gloria de hacerse amar por solo
su talento, es una idea feliz, una ambición noblemente orgullosa: ponerse un
antifaz por prestar más poesía y más vivo interés al comienzo de una aventura
de galantería, no me parece tampoco mala idea: pero ponerse antifaz para
engañar, para dar lugar a que el ingenio y el encanto del misterio obren sobre
el corazón de una mujer poeta, y
puedan inspirarle un afecto que ha de ser para ella la caja de Pandora; un afecto que ha de morir cuando caiga el
antifaz… eso, amigo Carrel, me merecería calificación muy dura, y te aseguro
desde luego que el hombre a quién yo sospechase capaz de semejante deslealtad,
jamás me podría inspirar aquella pasión
ideal sin nombre en el lenguaje humano. Soy mujer de tal temple de alma que
acaso sería capaz de amar a un pirata, a un bandido, a un fraile, si se me
presentaba noblemente con la cara descubierta a probarme que latía en su pecho
un corazón varonil, capaz de amar como yo concibo el amor; pero todas las
ilusiones que pudiera inspirarme el hombre más lleno de mérito y de gloria y de
poder, se desvanecerían desde el momento en que viese en él falsedad y egoísmo
y artificio mezquino.
Si es cierto, pues, que se te ha antojado hacerte
amar de mi, sabe de mi leal franqueza que hoy te será la empresa mucho menos
fácil que ayer porque antes de leer tu última carta no se me había ocurrido ver
en tu disfraz la necesidad de ocultar
algo, y desde que la he leído sospecho mucho que seas, o un ente muy
desalmado, o un hombre que no es dueño de sí mismo, que no puede ofrecer su
amor sino a través de una máscara, porque eso le deja libre para retroceder a
su antojo. Te debo pues las gracias por haberme dado el grito de alarma tan a tiempo: sí, muy a tiempo a
fe mía; porque desde la noche del domingo me estabas pareciendo muy peligroso;
pero ya sabes aquel refrán de que hombre precavido nunca fue vencido. Mujer
prevenida aun es más invencible, por lo mismo de que es más cobarde y más
desconfiada de su fuerza. Si lo has hecho de intento te has mostrado leal y por
eso te estimaré siempre.
He determinado marcharme muy pronto a mi
retiro, ¿querrás decirme antes qué obra es aquella que deseabas hacerme
escribir? Por mi parte quisiera que antes de separarnos me hicieses un nuevo
favor, además del que me has prometido. No pretendo saber tu nombre ni ver tu
semblante: te he dado mi palabra y es para mí más sagrada que para ningún
hombre la suya. Pero quisiera que me contestases a dos preguntas, lealmente. El
decirme la verdad sobre los dos puntos de que deseo hablarte, no me diría en
manera alguna quien eres, pero me
diría quien no eres, y eso acaso nos
convendría a entrambos. Si; así como antes he sospechado que fueras Escosura,
acaso sospecho ahora que eres otro
que aun me odia más que aquel; otro
que… en fin, tengo una duda ingrata y puedes hacerme bien en sacarme de ella;
tanto que aun cuando seas realmente la persona que imagino, dejaré de
aborrecerte desde el instante en que me rindas aquel servicio ¿Quieres oír mis
dos preguntas…? Solo con esa condición volveré a hablarte antes de alejarme de
ti. Si te prestas a ello escríbeme señalándome día. Si no tienes a bien el
complacerme en este último obsequio que demando de ti, no hay que hablar más de
eso, ni de otra cosa que de aquellas indiferentes que pueden tratarse entre dos
personas completamente extrañas la una para la otra.
Adiós, misterioso corresponsal. No dirás
que te escribo corto.
G.
Bella fotografía y aún más, siendo la retratada una "Mujer prevenida aún es más invencible, por lo mismo de que es más cobarde y más desconfiada de su fuerza."
ResponderEliminarEspero la próxima entrega.
Un abrazo
Y ¿quién no cortejó a Gertrudis? Su intelecto, no reñido para nada con su asombrosa inteligencia, supongo que atraían cual miel a muchos más de lo que en realidad conocemos.
ResponderEliminarMe encanta ponerme en su lugar y adoptar sus formas locuaces y sinceras:
"Si es cierto, pues, que se te ha antojado hacerte amar de mi, sabe de mi leal franqueza que hoy te será la empresa mucho menos fácil que ayer..."
Casi un manual de cómo tratar a los aspirantes. Y el cierre, magistral: “....No dirás que te escribo corto”.
Y la foto de Lady Clementina, exquisita.
(Rocío Biedma)
Isabel Rojas escribió:
ResponderEliminarDe estas cartas se vislumbra una mujer inteligente a la que me encanta leer, ¡y qué bien escribe! Gracias, Manuel.
(Isabel Rojas)
Carmen de América (Seudónimo de una amiga) escribió en Facebook:
ResponderEliminarDe armas tomar La Tula, qué mujer para ser valiente y segura en su época!!!
(Carmen de América)
Dice Carmen Mesa desde Tenerife:
ResponderEliminar"Y si, como dice el refrán, hombre precavido nunca fue vencido, mujer prevenida puede que sea invencible". Cada vez me enganchan más tus introducciones.
(Carmen Mesa)
Que bella foto!
ResponderEliminar(Julio Martínez)
Como es tan complicado y enrevesado publicar comentarios por esta vía, me he tomado el trabajo de insertar cinco de los aparecidos en mi página de facebook. Creo que Tula se lo merece.
ResponderEliminarMuchas gracias a tod@s.
Manu