Gertrudis Gómez de
Avellaneda falleció un día como hoy, 1 de febrero de 1873, en la calle Ferraz
no 2 de Madrid, en el mimo lugar donde a día de hoy radica el PSOE. Nació en Santa
María de Puerto Príncipe, hoy Camagüey, en la entonces provincia española de
Cuba el 23 de marzo de 1814. Sus antepasados paternos eran oriundos de
Constantina de la Sierra en la provincia de Sevilla mientras los maternos
provenían de las Islas Canarias y el País Vasco. Su padrastro era gallego.
Pasó su niñez en su ciudad
natal. Con tan solo 9 años sufrió la muerte de su padre, capitán de la Marina
y de la ciudad de Puerto Príncipe acaecida en 1823. Residió en Cuba hasta que finalmente en 1836,
los reyes firmaron la orden de traslado de su padrastro a España. En este año
parte con su familia hacia la metrópolis. Al comienzo de este viaje compuso uno
de sus más conocidos poemas, el soneto «Al partir» una composición antológica
por excelencia, marcada por el desgarramiento existencial, muy propio de su
fetiche literario, José María Heredia, y que encabezará su producción en el
futuro.
En Sevilla conoció a
Ignacio de Cepeda, el hombre que despertó un apasionado amor en la joven
escritora que se mantendría vivo, a pesar de que él nunca le correspondió con la
misma intensidad a lo largo de casi toda su vida.
Tula en 1840 hizo amistad
con literatos y escritores de la época en su estancia en Madrid. En 1841 leyó
sus poemas en el Liceo y en 1841 publicó su primer libro. También empezaron sus
triunfos teatrales con el estreno en 1844 de Munio Alfonso, su primera obra
estrenada en Madrid. Su novela Sab supuso una ruptura ya que era la primera
novela abolicionista.
En 1844 conoció al poeta
Gabriel García Tassara. Avellaneda se rindió al amor compartido con Ignacio de
Cepeda por este hombre que la dejaría sola, estando embarazada y soltera, lo
que en el Madrid de mediados del siglo XIX era una enorme desgracia. A pesar de
todo en abril de 1845 tuvo a su hija María, que murió a los siete meses por
culpa de la eclampsia que sufrió al nacer. Aunque la escritora intentó que el
padre conociera a su hija antes de morir, él se negó. Sin embargo, en la
iglesia donde se le dio sepultura a la niña, específicamente en su acta de
defunción aparece con el apellido del padre.
Su vida sentimental dio un
giro cuando en 1846 se casó con don Pedro Sabater, pero la desgracia se cernió
de nuevo sobre ella y al poco tiempo su esposo enfermó y apenas meses después
de su matrimonio quedó viuda por primera vez.
En 1850 realizo una segunda edición de sus poesías. Tenía ya el favor del público y de la crítica, siempre tuvo el apoyo de escritores como José Zorrilla, Fernán Caballero, José de Espronceda, o Alberto Lista; sin embargo, escritores menores y otros funcionarios públicos, impidieron que entrara en la Real Academia Española (RAE)
En 1858 estrenó su drama
Baltasar cuyo triunfo superó todos los éxitos tenidos anteriormente y lo cual
compensó las mil contrariedades que había encontrado en su carrera y vida.
Contrajo matrimonio con Domingo
Verdugo y Massieu, político, con el que marchó a Cuba en 1859, donde vivió
cinco años. En una fiesta en el Liceo de la Habana fue proclamada poetisa
nacional. Dirigió la revista Álbum
cubano de lo bueno y lo bello, pero en 1863 murió su segundo
esposo. Las muertes de sus dos maridos acentuaron su temperamento depresivo y
apasionado hacia el nuevo entretenimiento, el espiritismo y periodos de retiro
religioso.
Viajó a Nueva York y a las Cataratas del Niágara donde su gran poeta fetiche compuso su gran obra poética, «Oda al Niágara». Regresó a España en 1865, después de pasar una temporada por Londres y Paris. Dedicó sus últimos días a editar sus obras completas hasta que la diabetes, el 1de febrero de 1873 venció sus fuerzas físicas. Gertrudis Gómez de Avellaneda era admiradora de Mme. de Stael, Chateaubriand, W. Scott, La condesa de Merlín, Gallego y Quintana, entre otros. Perteneció al grupo de escritores románticos de finales del XIX, escribió poesía, novela y teatro y destacó en los tres géneros, especialmente en el último. Incorporó a las letras españolas el ambiente caribeño, sentido en varias partes del mundo como algo exótico, en un tono melancólico y nostálgico. La crítica actual la considera una precursora del feminismo moderno tanto por su actitud vital como por la fuerza que imprimió a sus personajes literarios femeninos.
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