Tributo
de merecida consideración al genio que nos arrebató la muerte.
Hace 141 años en la Calle Ferraz de Madrid, y
retirada de cualquier febril actividad, la Avellaneda esperó su hora final en el
mundo de lo conocido. España vivía momentos convulsos. Eran otros tiempos. Hacía frio.
La
célebre poetisa de Cuba y de España, de América, de Europa, y del mundo entero -porque
es patrimonio de la cultura universal-, dejó de existir físicamente. Pero jamás
murió.
Durante las treinta y seis horas siguientes al deceso, el cuerpo de la
Avellaneda fue velado “asidua y constantemente” por varias señoras que ella
misma dispuso en su testamento.
Dispongo
primeramente que nadie profane mi cadáver con vestimentas innecesarias, sino
que se le deje en el lecho tal cual quedare después de exhalar el alma, sin
cubrirle la cara, y velando cerca de él una o dos personas piadosas.
Gertrudis Gómez de Avellaneda no quiso que su
funeral fuera pomposo, y así se cumplió. Quizás por eso y por otras sencillas
razones muy pocos se enteraron de su muerte en el momento que aconteció. No
obstante el periódico El Imparcial
daba la noticia al día siguiente en una sencilla nota donde lamentaba
profundamente la irreparable pérdida sufrida por las letras universales.
En la mañana del día dos de febrero, y antes
de la traslación del cadáver al cementerio, tuvo lugar el reconocimiento
facultativo del médico que la atendió durante sus últimos minutos de vida, y
también de un segundo médico que certificó con exactitud la evidencia de la
muerte física. Su cadáver fue trasladado entonces a la sacramental de San
Martín, donde se le guardó en depósito sin dársele sepultura bajo la guarda e
inspección de un sacerdote y del encargado del cementerio. “Anteayer domingo, a
las once de la mañana, fue conducido (…) al cementerio de la sacramental de San
Martin el cadáver de la Señora doña Gertrudis Gómez de Avellaneda”, publicó el
martes cuatro de febrero La Discusión,
un conocido periódico madrileño. Después de hacerse eco de otros periódicos de
la corte que igualmente lamentaban la pérdida de la autora de Saúl, Baltasar y La hija de las flores,
recordaba que:
El gran poeta Quintana y
la célebre Avellaneda han sido los únicos de nuestros poetas que han obtenido
durante su vida un ramo de laurel para su frente. La posteridad, al juzgar sus
obras, colocará también estos dos nombres entre aquellos que más gloria han
dado á las letras españolas.
Un poco más abajo, y tras hacer una reseña
sobre los avatares de su vida, y narrar las circunstancias que rodearon la
repentina muerte física, así como describir el sencillo cortejo que seguía su
carro funerario, agregaba:
Varios compatriotas de la
señora Avellaneda la acompañaron también hasta su último asilo, y uno de ellos
depositó sobre el ataúd una corona de laurel, recuerdo ¡ay! de la tierra natal
á una de sus hijas más distinguidas, á la vez que tributo de merecida
consideración al genio que nos ha arrebatado la muerte.
El día cinco, la revista Las hijas del sol, publicó un artículo-homenaje de la baronesa de
Wilson, que el blog La divina Tula transcribió
el año pasado. Días después la misma revista publicó un segundo artículo, esta
vez firmado por Catalina Rando de Boussingault, gran periodista y amiga de la finada.
En los días sucesivos otros medios como La América, La Convicción, La Época y
La Ilustración Española y Americana
publicaron igualmente sendas reseñas, destacando el majestuoso homenaje
tributado por Teodoro Guerrero en La
Ilustración… y que en su día, fue, igualmente publicado por el blog La divina Tula.
El cinco de febrero, cuatro días después de
haber fallecido, y una vez comprobado que su cuerpo presentaba evidentes signos
de descomposición y putrefacción, se le trasladó al nicho que interinamente
ocupó hasta que pasado un tiempo, sus restos mortales fueron trasladados al cementerio
de San Fernando de Sevilla y depositados junto a los de su marido Domingo
Verdugo, donde aún se conservan.
Con sorpresa hemos comprobado que el siete de
febrero en La Correspondencia de España,
diario universal de noticias y eco imparcial de la opinión y la prensa, fue
publicada una de las esquelas más importantes relacionadas con el fallecimiento
de la Avellaneda. El objetivo de la comunicación era el de invitar a los amigos
al funeral que se efectuaría en la iglesia de San Marcos al día siguiente. Transcribimos
el contenido de la esquela por estar borroso el original del recorte de
periódico que insertamos al principio del post.
La
señora Dª Gertrudis Gómez de Avellaneda y Arteaga, viuda de Verdugo, falleció
el día 1º de febrero de 1873, a las tres de la mañana.
R.I.P.
Su
padre político, sus hermanos, hermanas políticas, sobrinos, demás parientes y [ininteligible],
suplican a los amigos que por olvido no hayan recibido esquela de invitación,
se sirvan encomendarla a Dios y asistir al funeral que por el eterno descanso
de su alma, se ha de celebrar el sábado 8 del corriente, a las diez de la
mañana, en la iglesia parroquial de San Marcos, en la que recibirán especial
fervor.
El
duelo se despide en la iglesia.
Todas
las misas que se celebren durante nueve días, a contar desde el sábado 8 en las
parroquias de Santiago y San Marcos por los sacerdotes adscritos a dichas
parroquias, serán aplicadas en sufragio del alma de la finada.
Lo tremendamente curioso de la esquela es
que su padrastro, D. Isidoro Gaspar Escalada, personaje con el cual la
Avellaneda mantuvo a través de toda su vida una pésima relación por motivos más
que fundados, encabece la lista de los sentidos y dolientes familiares. Esta
información jamás ha sido comentada por ningún crítico especializado y merece
un estudio profundo en un futuro inmediato.
Han pasado 141 años desde que Tula nos
dejara. Pero creemos que jamás se nos fue realmente. Hoy más que nunca está
viva y su presencia se siente. Prueba de ellos son los miles de homenajes y
actos por el bicentenario de su nacimiento que se anuncian a diario en
periódicos del mundo entero.
En La
divina Tula nos hemos tomado una licencia para recordar el día de su
partida. Pero las tristezas muy pronto serán sustituidas por alegrías. Lo que
sucederá a partir de hoy y hasta bien entrada la primavera promete ser una entusiasta
fiesta, un merecido homenaje por sus doscientos años de existencia. Próximamente
informaremos de los actos y homenajes que se preparan al respecto tanto en Cuba
como en Sevilla, ciudad esta última donde los actos prometen ser sentidos e
intensos gracias a la gestión y organización de la Asociación Cultural y
Literaria “La Avellaneda”.
Manuel Lorenzo Abdala
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