enero 22, 2013

El bello sexo y La RAE



María Moliner, Emilia Pardo Bazán y Gertrudis Gómez de Avellaneda, tres ilustres damas rechazadas por la RAE


Historia de una continuada tropelía con final y sabor feliz



“…La presunción es ridícula, no es patrimonio exclusivo de ningún sexo,  lo es de la ignorancia y de la tontería, que aunque tiene nombres femeninos, no son por eso mujeres”

Gertrudis Gómez de Avellaneda

 
Hace muy pocos días conocimos a través de la agencia EFE que a partir de septiembre de 2013 y hasta octubre de 2014 se conmemorará el tricentenario de la Real Academia Española (RAE). Y que por primera vez en siglos, el Olimpo de las letras en Hispanoamérica ha abierto sus puertas de par en par a las mujeres, reconociendo públicamente la “injusticia” que significó en su momento la no incorporación de féminas a la institución.

Con regocijo absoluto se ha recibido la noticia en varias partes del mundo, y con especial interés en los países hispanoparlantes, cuyos principales medios de comunicación, se han hecho eco de la sorpresiva noticia. Y como era de esperar en el blog de La divina Tula no podíamos, bajo ningún concepto, pasar por alto semejante acontecimiento por la estrecha relación que guarda con Gertrudis Gómez de Avellaneda, su representada. El importante hecho, que pasará a los anales de la historia como algo trascendental, nos llena de verdadero orgullo y satisfacción absoluta. Por ello felicitamos sinceramente a la RAE, al reconocer, aunque tardíamente, lo que era irrebatible, y por abrir las puertas definitivamente a un futuro más transparente, comprometedor, y sin arcaicas e irrazonables reglas sexistas de tiempos pretéritos.

"Estoy seguro de que habrá más mujeres en la Academia, porque es lo natural, lo normal", dijo –según EFE- Darío Villanueva, que como secretario de la RAE prepara ya los actos que se celebrarán desde el próximo septiembre. "El diagnóstico de lo que pasó es obvio y tiene nombres concretos y episodios poco airosos", reconoció el académico, apunta además la agencia de noticias. Aparte del caso excepcional de María Isidra de Guzmán, admitida como académica honoraria en 1784 (y que nunca llegó a ocupar el sillón honorario), el primer y sonado intento serio lo protagonizó en 1853 la propia Gertrudis Gómez de Avellaneda, escritora hispanoamericana, “reina literaria” del siglo XIX, verdadero portento universal de la dramaturgia, digna representante de las letras y fenómeno cultural sin precedentes en la historia de la literatura. En aquel momento, y tras muchos debates, hubo una reacción “totalmente injusta”, que sentó la base de “una supuesta norma que nunca llegó a estar escrita: que en la Academia no había plazas para mujeres”. De esa manera fue como la poetisa y escritora vio truncada sus legítimas aspiraciones de formar parte de la institución más importante de las letras españolas. La Avellaneda sufrió un amarguísimo desengaño al verse burlada por la mayoría de los académicos de entonces, rechazada por ser simplemente, una mujer.

En los últimos 130 años la historia se repetiría, al menos cinco veces más, con otras grandes, muy grandes figuras femeninas (Emilia Pardo Bazán, María Moliner, etc.)

El blog dedicado a La divina Tula, desearía recordar aquellos lamentables sucesos ocurridos con su representada, y vincularlos con otros muy similares, y estrechamente relacionados con los acaecidos años después de haber ella fallecido en 1873. Nuestro objetivo es recordar e ilustrar aquellos tristísimos acontecimientos que a día de hoy, la RAE, felizmente, admite como lamentables errores de un pasado que jamás volverá.



A la izquierda foto actual de la antigua sede de la RAE en la calle Valverde (hasta 1894) El edificio alberga hoy día la sede de la Real Academía de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Y a la derecha fachada del antiguo Palacio del Marqués de Villena, primera sede de reunión de la RAE, creada en 1713.


Un poco de historia:

En 1889, el director del famoso periódico “El Correo”, recibió cuatro cartas inéditas de Gertrudis Gómez de Avellaneda, que por su naturaleza y actualidad el avezado director publicaría al día siguiente, trayendo como consecuencia una guerra periodística que se asemejaría a la ocurrida en 1853 entre los bastidores de la RAE. Por aquella fecha, el “nuevo-viejo motivo” era, que otra gran mujer, Dª Emilia Pardo Bazán, había sido propuesta para ocupar una vacante en la institución… La historia volvía a repetirse.

Las cartas, de las cuales solo transcribiremos parte de ellas (por la extensión de las mismas), venían precedidas de la siguiente y curiosa  nota:

 

“Señor director de «El Correo».

Querido amigo: Le remito estas cuatro cartas de la Avellaneda, escritas allá por el año 53,  pretendiendo, con el calor que inspira la conciencia de los propios merecimientos, el sillón vacante en la Academia Española, por muerte del secretario perpetuo don Juan Nicasio Gallego.

A pesar de que en aquellos tiempos no se traslucía tan fácilmente como hoy lo que pasaba en la calle de Valverde,  tengo para mí que la doña Gertrudis, avezada a las mañas conventuales, se arreglaba a las mil maravillas para enterarse de las cábalas y deliberaciones de los inmortales.

No sé en qué se fundaron esos señores para rechazar a la Avellaneda: sospecho que habrán pensado como el Rey Sabio «ninguna mujer quanto que sea sabidora.... non es … nin honesta cosa que tome officio de varón, estando públicamente embuelta con los hornos, porque se vuelve desvergonzada, e entonces es fuerte cosa de oyrlas.  e de contender con ellas».

Sea lo que fuere, no vacilo en asegurar que la insigne criolla ha debido sufrir amarguísimo desengaño al verse burlada en sus legítimas aspiraciones, tan ardientemente expresadas en esta curiosa correspondencia.

Suyo siempre afectísimo amigo, F. Vion”

 

El señor F. Vion, acababa de encender la mecha, presionando sutilmente a la prensa y a los propios académicos de entonces, para evitar que Doña Emilia Pardo Bazán ocupara el puesto que pretendía. Y así fue.

A continuación reproducimos parte de una de aquellas cuatro cartas escritas y enviadas por Gertrudis Gómez de Avellaneda, sin destinatario revelado, que tanta polémica trajo en su día, pero que resume los deseos de la escritora de pertenecer a la Institución y deja entrever las estratagemas utilizadas por sus aguerridos adversarios de toda la vida…

 

… el jueves primero ya se dará conocimiento de mi solicitud y que sé que la clase de guerra que tratan de hacerme comenzará su plan de operaciones desde el instante mismo.

Los que tienen interés en eliminarme, ventilarán antes de la cuestión de merecimiento la de posibilidad, porque, no obstante los ejemplos anteriores de mujeres académicas, ejemplos que parecían decisivos y capaces de borrar los menores escrúpulos, todavía se vuelve a la objeción del sexo, a falta de otro, y se rebuscan sutilezas pueriles en que fundar diferencias de los actuales reglamentos con los anteriores, aparentando por las modificaciones (obra de ellos mismos), un respeto tan tímido como si se tratase de las leyes fundamentales de un Estado. Sé, en fin, que se prescinde ridículamente hasta de lo especialísimo y rarísimo del caso presente, y se habla de los abusos a que se abrirán las puertas, como si en España fuese muy común el que las mujeres prestasen gran valor al título de académicas o como si no pudieran existir tantos abusos ahora que no hay ninguna mujer como cuando hubiera una. Si por entrar yo en la Academia, cualquier mujer pudiese creer en la posibilidad de alcanzar otro tanto, me parece que también por ser académicos los dignos señores que componen aquella Corporación, podrán todos los hombres creerse capaces de competirles. La presunción es ridícula, no es patrimonio exclusivo de ningún sexo, lo es de la ignorancia y de la tontería, que aunque tiene nombres femeninos, no son por eso mujeres.

Cosa singular sería que no se pudiese dar distinción o premio al mérito, por temor de que la incapacidad pretendiera otro tanto. Creo que si el ejército de damas que recelan algunos académicos acude a invadir sus asientos desde el momento que se me dispense uno, se compone de individuos con títulos iguales a los que me merezcan la honra mencionada, la Academia y la España deben felicitarse de un suceso tan sin ejemplo en el mundo; y si, por el contrario, la pretensión no tiene fundamento racional, no concibo que pueda alarmar tan seriamente a un Cuerpo tan respetable. Digo todo esto para que quede enterado, si no lo está ya, de cuáles son las risibles razones que andan esparciendo ciertas personas, y comprenda el por qué le ruego a usted, y a todos mis amigos, que no dejen de asistir el jueves próximo a la calle de Valverde, prevenidos de que es muy probable que se presente como cuestión previa si puede o no aceptarse mi solicitud.

Me confío a usted completamente y espero tranquilamente el triunfo que me prometo de tan poderosos auxiliares.

Reciba usted, mientras tanto, en estos feos borrones, escritos entre los dolores de una jaqueca atroz, la seguridad de los distinguidos sentimientos con que soy su más atenta y afectísima s. q. b. s. m., Gertrudis Gómez de Avellaneda.

Hoy, 31 de enero.

 

La Avellaneda, ciertamente, no se equivocaba. La historia confirmó sus sospechas. Pero nos gustaría aún, dada su tremenda importancia, citar algunos renglones más de otra epístola enviada al mismo destinatario que potencia lo anteriormente expresado. En dicha carta la autora de Baltasar y La Cruz intentaba atraer la atención del barón de Lajayosa, personaje tremendamente misógino y opuesto militantemente a la entrada de mujeres a la Institución. Poco tiempo después pudo comprobarse que la envidia carcomía al susodicho barón, entre otros:

 

…, no podrá menos de desear que alcance alguna honrosa distinción la pobre mujer poeta, que se ve privada por su sexo de aspirar a ninguna de las gracias que están alcanzando del Gobierno sus compañeros literarios, no cediendo a ninguno en laboriosidad y en amor a las letras; y que hallará justo y debido y honroso para la Academia el compensarme en cierto modo, mostrando que no es en España un anatema el ser mujer de alguna instrucción; que el sexo no priva del justo galardón al legítimo merecimiento. En fin, usted sabrá hacer presente lo mucho que en este particular puede alegarse en mi abono, y aun sin tanto, creo yo que es imposible que el buen juicio y talento de su amigo no vea claro a primera vista, si mira la cuestión desapasionadamente y desde su verdadero punto de vista. Hágame usted, pues, el favor de hablarle lo más pronto que pueda y avisarme cuáles son las disposiciones del nombrado académico.

Muy sensible me sería que me fuesen contrarias, muy sensible. Siempre de usted amiga y servidora q. b. s. m., Gertrudis Gómez de Avellaneda.

 

Escudo y lema de la RAE (Limpia, Fija y da Esplendor)utilizado durante la primera mitad del siglo XIX


Conclusiones:

Como es sabido, días después llegó el gran desaire: las mujeres no tenían cabida en la RAE. Ciertamente el histórico informe de antaño, nunca negó a Doña Gertrudis Gómez de Avellaneda sus cualidades literarias, pero algunos académicos de entonces -trece de los diecinueve presentes en aquella fatídica sesión-, utilizaron otras estrategias de carácter irrebatible, aunque no por ello más concluyentes. Aquellos académicos se valieron de los preceptos y estatutos internos de la institución para escamotear la aspiración de la escritora; trataban de esconder de esta manera el pensamiento misógino y resueltamente machista de la época. Las cartas y documentos que se conservan, corroboran esta triste historia de los bastidores de la RAE. Quedó demostrado que los académicos que vetaron la entrada de La Avellaneda al Olimpo de las letras, les carcomía la envidia y la rivalidad. No podían tolerar que una mujer pudiera compartir con ellos, un respetable sillón en la Real Academia.

Hubieron de pasar veinte años desde el histórico rechazo que sembró un precedente, para que se modificaran los estatutos y se creara la categoría de Académicos Honorarios. Curiosamente han sido merecedores apenas doce personalidades desde 1873, año en el que, casualmente, falleciera la ilustre poeta, escritora y dramaturga.

Por todo ello, y teniendo muy en cuenta que se acerca el tricentenario de la institución, así como el bicentenario del nacimiento de la autora, pensamos en que la RAE bien pudiera crear la categoría de Académica honorífica, simbólicamente en el sillón “Q” con el objetivo de concederlo post-mortem a Dª. Gertrudis Gómez de Avellaneda, por todos sus méritos literarios, resarciéndola de una vez y por todas, del desprecio a que fue sometida en el ya lejano 1853, cuando se le negó injustamente su entrada a la Academia.

Es evidentemente, una acción simbólica que mucho significaría para las letras hispanas.

La generosidad y el agradecimiento a la RAE, expuesto por la ilustre dama y poeta en sus últimas voluntades, son más que manifiestos y merecedores del digno puesto que muy humildemente creemos debería ostentar.

Baste subrayar y recordar el contenido del punto diecinueve de su testamento manuscrito, y que reza así:

 

19. Dono la propiedad de todas mis obras literarias que me pertenezcan, a la Real Academia Española de la Lengua, en testimonio de aprecio, y rogando a mis albaceas que, al poner en conocimiento de la ilustre Corporación esta donación mía, la expresen mi sincero deseo de que me perdonen sus dignos miembros las ligerezas e injusticias en que pude incurrir, resentida, cuando acordó la Academia, hace algunos años, no admitir en su seno a ningún individuo de mi sexo.

 

Hasta ese punto llevaron a la autora los misóginos de la época: el de pedir perdón por “ligerezas e injusticias” jamás cometidas por ella. No sería pues, descabellado, sugerir el título de “Académica honorífica” post-mortem.

 

 
Manuel Lorenzo Abdala

 
Enlace recomendado:
 

(1)   Independientemente de la agradable noticia de la que se hace eco el blog de La divina Tula, El post está basado, fundamentalmente, en una carta electrónica enviada hace un año a una de las ilustres Miembros de la Institución, proponiendo la misma sugerencia…

(2)   La información ha sido recogida según lo publicado en: http://www.telam.com.ar/notas/201301/4274-rae-reconoce-injusticia-por-tardia-incorporacion-de-mujeres.php, basado en declaraciones hechas por la Academia a la agencia EFE el 11 de enero de 2013.

3 comentarios:

  1. Bienvenidos todos los esfuerzos por sacarla del mutismo a que ha sido sometida durante tantos años. Ingratos los que le negaron la entrada a la Academia, como ingrato que su obra no forme parte de los estudios escolares. Ella fue en resumen, la dramaturga más reconocida de su tiempo.

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    1. Todo se pondrá en su justo lugar, a su debido tiempo.
      Nuestro esfuerzo, especialmente el tuyo y el mío, y el de muchos otros también, no habrán sido en vano.
      El verdadero reconocimiento está de camino, tú y yo lo sabemos.
      De momento, en su Puerto Príncipe natal, un gran monumento se esculpe para ser desvelado en su bicentenario.

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  2. Magnífico trabajo de recopilación histórica.Sobre la propia RAE y sobre la discriminación por sexos para su entrada.Cuando lees nombres de académicos,citados anteriormente,dices....¿quién era éste?...¿qué hizo?.Pues ahí estaba,de académico.

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