Retrato de Don Juan Nicasio Gallego alrededor de 1812 |
Poeta, capellán y crítico literario. Mentor y fiel amigo de Tula (*)
En el 160º aniversario de su muerte
En el 160º aniversario de su muerte
Juan Nicasio Gallego nació el 14 de
diciembre de 1777 en la ciudad de Zamora, primogénito de Felipe Gallego y
Francisca Hernández del Crespo, de origen noble. Fue un poeta español de la
ilustración que tuvo una gran importancia en la transición del Neoclasicismo al
Romanticismo. Sus contemporáneos lo describen alto y corpulento, asmático,
cordial y campechano, ingenioso, amante de las tertulias y bastante irónico.
Tuvo una formación clásica en latín y humanidades con buenos maestros desde el
principio. Estudió en la Universidad de Salamanca y en la Pontificia y Real Universidad de Santa Catalina, también
conocida como Universidad de Osma, donde se doctoró en Filosofía y Derecho Civil y
Canónico en 1800.
En 1804 fue ordenado sacerdote y en
mayo de 1805 opositó con éxito a una capellanía real en Madrid. En octubre Carlos IV lo distinguió con el nombramiento de
director espiritual de los pajes del Palacio Real. Por entonces empezó a
publicar sus poemas en el Memorial Literario. En Madrid estableció gran amistad
con Meléndez Valdés y otros ingenios prerrománticos
como Nicasio Álvarez de Cienfuegos,
Alberto Lista y especialmente con Manuel
José Quintana.
El histórico día Dos de Mayo,
Juan Nicasio Gallego se encontraba dedicado a su Capellanía en Palacio, y
escribió su famosa oda, Influencia del entusiasmo público en las artes. Se
trasladó a Sevilla y después a Cádiz. Allí recibió algunas prebendas, como la
de racionero de la catedral de Murcia, y fue designado diputado constituyente y
como procurador suplente por Zamora. Trabajó arduamente en la comisión
encargada de clasificar los informes relacionados a la convocatoria de las
Cortes de Cádiz para la que había sido designado y en la redacción del proyecto
de ley de libertad de imprenta. Allí vivió en febril actividad, integrando
hasta ocho comisiones e interviniendo en la discusión de 71 asuntos.
Cuando Fernando VII de España regresó,
lo mandó perseguir por ser liberal. Estuvo encarcelado año y medio y pasó
cuatro años más confinado; primero, en la Cartuja de Jerez, después en el
Monasterio de la Luz en Moguer cerca de Huelva y finalmente en el Convento de
Loreto en Sevilla.
Tras la gesta de Rafael del Riego
fue liberado en 1820.
Fue arcediano de Valencia y canónigo
de Sevilla, tradujo a Alessandro Manzoni y cultivó la crítica literaria. También
desempeñó los cargos de juez eclesiástico y fue designado senador del reino de
España desde 1845 hasta su muerte, así como académico de la Lengua y de la de
Bellas Artes de San Fernando. Desde el 7 de noviembre de 1833, ocupaba el
sillón «Q» de la RAE.
Nunca mostró demasiado interés en la
publicación de su obra. Eso impidió su difusión, pero no su conocimiento y
aprecio. Ventura de la Vega advirtió, en 1843, que no existía «libro alguno
que lleve al frente su nombre», a pesar de que los autores «de cualquier
género" (se refería directamente a Gertrudis Gómez de Avellaneda), desde los primeros hasta los últimos, le consultaban y aceptaban de
inmediato sus correcciones. Todo lo anterior muy a pesar de que Domingo del
Monte ya había editado en Filadelfia en el año de 1829 una obra con todos sus
versos conocidos hasta la fecha. En 1846 Antonio Ferrer escribía, en
"Galería de la Literatura Española" que Juan Nicasio Gallego figuraba
«en primera línea como literato» sin «haber compuesto un solo libro». Lo
afirmaba en vida del autor desconociendo que ya había sido editado en los
nacientes Estados Unidos de Norteamérica. En aquel momento Ferrer del Río añadía: «A falta de escribir libros propios,
pasa muchas horas en enmendar libros ajenos, porque es modelo de corrección».
Curiosamente, el propio Ferrer del Río le sustituyó en el sillón «Q», cuando la
polémica propuesta de Gertrudis Gómez de Avellaneda para sustituirle en el
"codiciado" sillón y que algunos Miembros de la Real Academia se negaron a admitir, tozudamente, por tratarse de una mujer.
La RAE realizó una edición póstuma de
sus obras en 1854. Constaba de 61 composiciones: 37 sonetos, 2 epístolas, 7
odas… De alto interés histórico es la
semblanza recogida. «Protector nato» de los jóvenes poetas, se dice: «Los
aconseja, les corrige sus obras, y a todas horas están abiertas su puerta y su
benevolencia para cuantos de buena fe van a reclamar el auxilio de sus luces y
larga práctica en el arte». En 1840, después de presentar como La divina Tula en el Liceo Artístico y Literario de Madrid del Palacio de Villahermosa (Hoy Museo de Arte Thyssen-Bornemisza), a la joven poetisa Gertrudis Gómez de
Avellaneda, se convirtió en su defensor y protector más acérrimo. Con ella
mantuvo una muy estrecha relación de amistad que duró hasta el último día de su vida. Con
los años de una profunda simpatía que ambos se profesaron, la designó para que le
remplazara en el sillón «Q» que él ocupaba en la RAE cuando ya no estuviese, algo
que como bien se conoce no pudo ser.
Muy conocido es su extenso prologó a
la primera obra poética de la Avellaneda publicado en tres ocasiones durante el
siglo XIX, y por tres veces más en el siglo XX. Tal generosidad con los otros contrastaba
con el desinterés hacia las propias creaciones, que «eran objeto, para él, de
una indiferencia muy parecida al desdén». Esa actitud, patente «en todas las
épocas de su vida», conllevó el extravío de muchos originales. De ahí «la
escasez de composiciones suyas que se conservan». Mucha de su producción se
perdió para siempre. No obstante, ahí está, como «maestro del último
clasicismo, ya convertido en pre-romanticismo», según indicó Gerardo Diego. Su
formación clásica, fuerte, «le marcó durante toda la vida», apunta Ana María
Freire en uno de sus estudios sobre el “Gran Maestro de Poetas”.
Los libros de actas de la Real
Academia de la Lengua recogen la última presencia de Juan Nicasio Gallego en
aquellas estancias, fue el 30 de diciembre de 1852. En esa sesión, se indica en
el documento, «hizo de presidente», por ausencia del director Martínez de la
Rosa. Una semana después, en la madrugada del 9 de enero de 1853 (un día como
hoy, hace 160 años) fallecía -a consecuencia de una absurda caída que había sufrido el año
anterior- en la casa rotulada con el número 26 de la calle Valverde, sede
entonces de la RAE y donde él era Secretario Perpetuo. Fue velado en su propio
y suntuoso despacho al que acudieron sus familiares y amigos más cercanos,
entre ellos una muy afectada Gertrudis Gómez de Avellaneda. Se sabe, gracias a varios documentos, que
mientras su cuerpo era velado, en el salón de actos contiguo un grupo de
académicos, algunos inescrupulosamente, se postulaban para sucederle en el
cargo de Secretario Perpetuo.
Su estética aparece hoy lejana, encontrándose
muy distante de los estilos y gustos literarios imperantes, causa muy probable de su absurdo ostracismo. Pero en el blog de La divina Tula no creemos justa semejante condena. Es por ello, principalmente, que hoy queremos publicar uno de sus
grandes sonetos. Valga como digno homenaje por el 160º aniversario de su
desaparición física, y para mantenerle siempre, actual y muy presente, en nuestra memoria.
En el nombre de Gertrudis Gómez de Avellaneda, su preeminente alumna: ¡Descanse en paz, maestro!
Don Juan Nicasio Gallego a los 75 años. La foto pertenece al archivo de la Biblioteca Nacional de España, (Barcia Retratos) Siglo XIX
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A LA TERMINACIÓN DE LA GUERRA CIVIL
EN LOS CAMPOS DE VERGARA, 1840
EN LOS CAMPOS DE VERGARA, 1840
SONETO
¿Que inusitada aclamación festiva
Convierte en gozo de mi patria el duelo?
¿Por qué de mar a mar con raudo vuelo
Suena sin fin centuplicado el viva?
La Paz, si:
¿no la veis, de fresca oliva
la sien ordena, descender del cielo,
En su diestra agitar cándido velo,
Y ahuyentar la Discordia vengativa?
la sien ordena, descender del cielo,
En su diestra agitar cándido velo,
Y ahuyentar la Discordia vengativa?
¡Oh momento
feliz! Su horrible tea
De la nación magnánima española
Maldita siempre y execrada sea;
De la nación magnánima española
Maldita siempre y execrada sea;
Y anuncie el
blanco lino que hoy tremola
Y en que la cifra de Isabel campea,
Un grito, un pensamiento, un alma sola.
Y en que la cifra de Isabel campea,
Un grito, un pensamiento, un alma sola.
(*) Artículo basado, principalmente, en investigación propia del blog "La divina Tula" y en informaciones varias, aparecidas y recogidas, de las siguientes fuentes
bibliográficas:
Del Monte, Domingo. Versos de Juan Nicasio Gallego. Imprenta del
Mensagero, Filadelfia 1829.
Real Academia Española. Obras poéticas de Don Juan Nicasio Gallego.
Madrid 1854.
González Negro, Eliseo. Estudio biográfico de Juan Nicasio Gallego.
Establecimiento tipográfico de San José, Universidad de Harvard, 1901.
Freire, Ana María. Obra poética de Juan Nicasio Gallego. Madrid 1994
Obras poéticas de Don Juan Nicasio Gallego. Editorial Nabu Press, 306
páginas. 2012.
http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Nicasio_Gallego
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