agosto 28, 2013

PRELUDIO PARA UN ILUMINADO BICENTENARIO (II)

2ª parte:
(viene del realizado el 21 de agosto de 2013)
 


Cuando Gertrudis Gómez de Avellaneda llega a Madrid, D. Juan Nicasio Gallego fue el primero en recibirle gracias a una carta de recomendación de Alberto Lista (poeta, capellán e idólatra de la escritora que ya desde Cádiz le sigue los pasos). Al poco de instalarse en la capital, la bella y novel escritora conocerá inmediatamente a Nicomedes Pastor Díaz, a Juan Varela, a Bernardino Fernández de Velazco (duque de Frías), a Ventura de la Vega y a José Manuel Quintana entre otros muchos. Tanto de la Vega como Quintana se habían encargado de la exquisita educación de Isabel II y de su hermana Luisa Fernanda (Quintana aún instruía a las infantas en aquel momento). Fue el propio Nicasio Gallego, por iniciativa de Nicomedes Pastor Díaz, quien se encargó de llevar a la Avellaneda al Liceo madrileño ubicado en el Palacio de Vistahermosa (actual Museo Thyssen-Bornemisza), lugar donde se reunían entonces los más afamados literatos de la época. La joven poetisa se presentó en el mencionado palacio de incógnito (al más puro estilo romántico). José Zorrilla, que presidía la sesión aquel día, leyó entonces unos endecasílabos compuestos por ella sin conocer que la autoría de los mismos correspondían a Gertrudis Gómez de Avellaneda, La peregrina que triunfaba en los teatros de Sevilla, Málaga y Granada. La lectura de aquellos endecasílabos hizo delirar a los asistentes y los aplausos, según cuenta el propio Zorrilla en sus memorias, fueron universales (José Zorrilla, Recuerdos de tiempos viejos). Ante el asombro de todos los presentes, la Avellaneda se mostro agasajada y leyó un poema que produjo una ovación aun mayor, como nunca antes se había escuchado en el recinto. Inmediatamente después de aquello, la poetisa fue aceptada en el Liceo, sin más.
 
“Me voy a Madrid porque estoy absolutamente segura que seré una gran escritora, y no habrá poder en el mundo que haga renunciar a mi destino” había dicho Tula a su madre y padrastro al abandonar la capital hispalense. El vaticinio se cumpliría acto seguido, sin contratiempos iniciales.
 
En menos de un año se edita su libro Poesías (Madrid 1841) su primera gran obra, una recopilación de todas las composiciones escritas a lo largo de los cinco años anteriores. Francisco de Paula Mellado, conocido geógrafo, famoso periodista, escritor de renombre y prestigioso editor, fue el impresor. Y por si fuera poco, el extenso prólogo de aquella magistral obra estuvo a cargo de su ya amigo D. Juan Nicasio Gallego, Secretario General de la RAE. La edición de Poesías fue todo un acontecimiento literario sin precedentes en la sociedad madrileña decimonónica, la prensa y la crítica literaria estuvieron a su favor (¿Se podía pedir más para empezar?). A partir de entonces Gertrudis Gómez de Avellaneda fue declarada por sus contemporáneos como la primera poetisa de España.
 
El famoso café El Parnasillo ubicado en la calle del Príncipe, justo al lado del teatro del mismo nombre, era el lugar preferido por los románticos de aquellos años. Allí acudía la Avellaneda cuando concluían las funciones teatrales, para tratar sobre literatura, poesía y hasta sobre política (todo muy a pesar de que ella misma se encargó en negarnos esta última afición…) Las tertulias en El Parnasillo no tenían fin ni parangón, numerosas crónicas de la época lo atestiguan.
 
Es sobradamente conocido que la gran mayoría de los poetas y escritores de aquel momento, jóvenes y no tan jóvenes, cortejaron, de diferentes maneras, a la Avellaneda. Y según la rumorología de la época, José de Espronceda, eclipsado con la belleza de la joven poetisa y con su portento fue uno de ellos, y todo muy a pesar de estar él comprometido oficialmente con Bernarda de Beruete, joven de la alta sociedad con la cual proyectaba casarse. Algunos de los investigadores más contemporáneos creen que entre la joven romántica y el experimentado poeta, autor de El diablo mundo pudo existir un sutil romance, una especie de ambigüedad amorosa (Nicomedes Pastor Díaz, su íntimo amigo, lo mencionó en más de una oportunidad a lo largo de su vida). Por desgracia ese galanteo es difícil de demostrar por falta de documentación que lo acredite con toda seguridad. No olvidemos que Tula, a lo largo de toda su vida, se preocupó en borrar las pistas que le vincularan sentimentalmente con cualquier hombre que no fueran Pedro Sabater y Domingo Verdugo, sus dos maridos. De su vida privada y de sus escarceos y amoríos fuera de los dos matrimonios oficiales solo se supo, con absoluta certeza, a partir de 1907 cuando Lorenzo Cruz de Fuentes publicó aquel famoso Autobiografía y cartas inéditas obra que hizo historia porque desvelaba la prolongada relación que había mantenido la Avellaneda con Ignacio de Cepeda y Alcalde, el "gran amor de su vida”. También conocimos por la misma obra, entre otros devaneos de menor intensidad, los noviazgos mantenidos con Francisco Loynaz del Castillo, con Francisco Ricafort Sánchez y con el patético sevillanito que intentó suicidarse por ella, Antonio Méndez Vigo (hijo), por citar solo algunos ejemplos, de su primera juventud. Gracias a Mario Méndez Bejarano (Tassara, nueva biografía crítica) se conocería años después y de manera oficial, repito, la tormentosa y patética relación que mantuvo con el poeta sevillano, Gabriel García Tassara con el cual tuvo una hija, Brenilde (tema que trataremos más adelante). Y por si fuera poco, casi finalizando el siglo XX, en 1975, el historiador y militar José Priego Fernández del Campo nos regaló un lote de cartas (Cartas inéditas existentes en el museo del ejército) que desvelaba los amores con Antonio Romero Ortiz, escritor y político gallego de renombre, al cual había conocido, con toda probabilidad, durante su estancia en La Coruña. No sería descabellado pensar que doscientos años después alguien nos sorprenda con documentos que acrediten la posible relación que pudo mantener Gertrudis Gómez de Avellaneda con Gustavo Adolfo Bécquer (sí, con el mismísimo Bécquer), algo que la desaparecida y prestigiosa investigadora avellanediana, Rosario Rexach (Miembro de Número de la Académica Norteamericana de la Lengua Española y una de las intelectuales hispanas más destacadas de su generación), sospechó durante largos años de profunda investigación, y cuya pesquisa legó antes de dejarnos en 2003, a la conocida escritora y periodista sevillana Edith Checa, actual profesora de la UNED, presidenta a su vez de la Asociación Cultural y Literaria de la Avellaneda (ACLA). Edith Checa cree poder demostrar algún día no muy lejano, las sospechas antes citadas. Pero eso es harina de otro costal.
 
Regresemos a 1841, año clave para la política española. La Avellaneda no podía llegar en mejor momento a Madrid porque entre otras cosas, en breve comenzaría el trienio progresista que le beneficiaría ¡y mucho! Ese año no solo se edita su libro Poesías, también sale de imprenta Sab (Madrid 1841), novela que viene escribiendo desde su malograda estancia en La Coruña, y no en Lisboa como ella misma nos quiso hacer ver equivocadamente en su primera autobiografía autorizada (Periódico La ilustración, sábado 3 de noviembre de 1850). Sobre esto debo aclarar que el vapor Londonberry, que trasladó a la joven Avellaneda y a su hermano Manuel desde Vigo hasta Cádiz, estuvo anclado en el puerto de Lisboa (de paso) tan solo 48 horas. La escritora no tuvo tiempo físico, ni siquiera para bosquejar una novela tan compleja como lo fue Sab por muy confortable camarote que disfrutase en aquel vapor inglés. Tiempo fue, justamente, lo que le faltó, para visitar los numerosos monumentos y zonas lisboetas que dejó tan maravillosamente descritas para la posteridad en sus cartas a su prima Eloísa conocidas como Memorias de 1838, escritos que publicamos íntegramente el año pasado en el blog (La divina tula, julio-septiembre de 2012).
 
Paralelamente a la salida de Poesías y Sab, Gertrudis Gómez de Avellaneda vive, de primerísima mano, los delicados acontecimientos políticos acaecidos en Madrid aquel año (María Cristina, la regente, fue expulsada y se vio obligada exiliarse, primero en Roma, después en París). Muchos de sus amigos, los conocidos y los que conocerá inmediatamente después, estarán inmersos en la política española de entonces. En esta etapa entran a jugar un papel primordial dos personajes históricos de gran relevancia y muy vinculados a la escritora por razones dispares: el general Serrano (duque de la Torre), amante de Isabel II cuando era muy joven, el mismo que llegó a ser Regente del Reino. Y Ramón María de Narváez (I duque de Valencia), siete veces Presidente del Consejo de Ministros de España. De ambos personajes nos encargaremos ampliamente más adelante.
 
En 1842 fallece, a causa de la difteria, el gran poeta José de Espronceda, que era a su vez diputado por Almería  en el parlamento. La Avellaneda, impresionada con el repentino deceso del poeta y amigo por el cual siente respeto y admiración (…), compone una oda en su memoria. Alguno de los versos que integran el famoso poema, fueron improvisados durante la gran ceremonia de enterramiento a la cual ella asistió de riguroso luto y tremendamente compungida el 25 de mayo de 1842. Este tipo de poesía (especie de homenaje funerario) lo inicia la poetisa dos años antes, al conocer el fallecimiento de otro de sus referentes, el célebre José María Heredia (al cual conoció cuando ella tenía nueve años en su Puerto Príncipe natal). Lo mismo hará a lo largo de toda su vida con otros grandes escritores y poetas que conoce y que, inevitablemente fallecerán años más tarde: Nicasio Gallego y José Manuel Quintana, por citar dos notables ejemplos.
 
Muy conocida ya por la calidad y belleza de sus composiciones, la publicación de su novela SAB (obra que intentó secuestrar su padrastro por las ideas abolicionistas que encerraba), la convierten en un personaje relevante de las letras españolas a nivel internacional.
 
Las editoriales más prestigiosas de Madrid se pelean por publicar sus poemas y demás obras que progresivamente irá escribiendo. Pero es el “Gabinete Literario” quien muestra mayor interés y se alza con los derechos de publicación de una nueva novela que la autora ha comenzado a esbozar meses antes y de la cual se habla anticipadamente en los cafés y clubes de todo Madrid. La misma Avellaneda se ha encargado de difundir los temas a tratar. Se trataba de Dos mujeres, novela que le proporcionará grandes triunfos literarios y mayor prestigio a nivel internacional; pero también encontrará sus primeros contratiempos profesionales.
 
Dos mujeres es posiblemente la novela que más críticas, ocupó en la prensa de la época (algunas a favor, la mayoría en contra). Si en Sab la Avellaneda trata el escabroso tema de la abolición de la esclavitud (tabú para las privilegiadas clases) y se posiciona en defensa del bello sexo (otro tabú más), en Dos mujeres va mucho más allá llegando a defender el divorcio como solución a una unión no deseada. En esta segunda novela la autora se identifica con una de las protagonistas (o con las dos, depende del momento). Utiliza los recursos de su propia existencia y las conclusiones a que ha llegado personalmente, y las exterioriza sin medir las consecuencias de una sociedad moralista que le evaluará y señalará directamente y se vendrá se vendrá en contra suya. Son curiosos los consejos de los críticos que se consideran “amigos” en las diferentes críticas de los periódicos, y no sorprenden, para nada, la reacción del resto de los literatos más reaccionarios.
 
En Dos mujeres la Avellaneda es acusada hasta de falta de originalidad al, supuestamente, copiar las peligrosas doctrinas de George Sand, enemiga de la mayoría de la retrógrada sociedad española. Dos años después en una famosa carta escrita a Antonio Neira Mosquera (conocido articulista y escritor), la autora se defiende de las críticas aparecidas en la prensa con sólidos argumentos que el propio crítico literario utilizará en un artículo sobre la biografía de la poetisa aparecido en un periódico poco tiempo después. En aquella carta la Avellaneda reconocía la admiración que sentía por su novelista fetiche, George Sand, pero al unísono señalaba con energía y contundencia que la particularidad más característica de cualquier autor es su originalidad, y que en su caso personal nacía de manera forzosa de la independencia de su carácter, y de la incapacidad que tenía su imaginación para sujetarse a los caminos trillados en la literatura de la época. Con estas declaraciones sus enemigos comenzaron a tomarla muy en serio y a temerle de alguna manera. Había que sumergir en las oscuras profundidades de los océanos o de las cavernas terrícolas a un ser tan atrevido que intentaba cuestionarse la moral de la burguesía imperante. Por eso sus enemigos acérrimos no dejaron de ensañarse con ella, sin escrúpulos.
 
     La novela Dos mujeres fue editada en cuatro tomos, el primero de ellos salió a finales de 1842 y el segundo en enero de 1843. Al comenzar la primavera de aquel año, la Avellaneda había puesto ya punto y final a su controvertida polémica obra. Y cuando los dos últimos tomos estaban próximos a salir en las librerías, en medio de las más feroces críticas y de las ventas que se multiplicaban inexplicablemente, la escritora recibe una curiosísima invitación para visitar París. El viaje no podía venir en mejor momento.
 
En París, la capital del mundo occidental, Gertrudis Gómez de Avellaneda viviría momentos más que memorables.
 
 
Continuará…
 
Manuel Lorenzo Abdala
 
 
 
Bibliografía consultada.
 
1.  Zorrilla, José. Recuerdos del tiempo Viejo. Madrid, 1880
 
2.  Allison Peers, E. A history of The Romantic Movement in Spain. Cambridge University, 1940.
 
3.  Guerrero, Teodoro. Historia íntima de seis mujeres. Madrid, 1859
 
4.  Salcedo y Ruíz, Ángel. La literatura española: Nuestros días. Madrid 1917.
 
5.  Cruz de Fuentes, Lorenzo. Autobiografía y cartas de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Huelva, 1907
 
6.  Méndez Bejarano, Mario. Tassara, nueva biografía crítica. Madrid 1925.
 
7.  José Priego Fernández del Campo. Cartas inéditas existentes en el museo del ejército. Fundación Universitaria. Madrid 1975.
 
8.  Rexach, Rosario. Estudios sobre Gertrudis Gómez de Avellaneda (La reina mora del Camagüey) Editorial Verbum, 1996.
 
9.  La ilustración, Semanario pintoresco español, El laberinto, etc. Periódicos: Hemeroteca BNE.


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