2ª parte:
(viene del realizado el 21 de agosto de 2013)
Cuando Gertrudis Gómez de Avellaneda llega a Madrid, D. Juan Nicasio
Gallego fue el primero en recibirle gracias a una carta de recomendación de
Alberto Lista (poeta, capellán e idólatra de la escritora que ya desde Cádiz le
sigue los pasos). Al poco de instalarse en la capital, la bella y novel escritora conocerá inmediatamente
a Nicomedes Pastor Díaz, a Juan Varela, a Bernardino Fernández de Velazco (duque
de Frías), a Ventura de la Vega y a José Manuel Quintana entre otros muchos.
Tanto de la Vega como Quintana se habían encargado de la exquisita educación de
Isabel II y de su hermana Luisa Fernanda (Quintana aún instruía a las infantas en
aquel momento). Fue el propio Nicasio Gallego, por iniciativa de Nicomedes
Pastor Díaz, quien se encargó de llevar a la Avellaneda al Liceo madrileño
ubicado en el Palacio de Vistahermosa (actual Museo Thyssen-Bornemisza), lugar donde se reunían entonces los más
afamados literatos de la época. La joven poetisa se presentó en el mencionado palacio
de incógnito (al más puro estilo romántico). José Zorrilla, que presidía la
sesión aquel día, leyó entonces unos endecasílabos compuestos por ella sin conocer
que la autoría de los mismos correspondían a Gertrudis Gómez
de Avellaneda, La peregrina que triunfaba en los teatros de Sevilla, Málaga y Granada. La
lectura de aquellos endecasílabos hizo delirar a los asistentes y los aplausos,
según cuenta el propio Zorrilla en sus memorias, fueron universales (José
Zorrilla, Recuerdos de tiempos viejos).
Ante el asombro de todos los presentes, la Avellaneda se mostro agasajada y
leyó un poema que produjo una ovación aun mayor, como nunca antes se había
escuchado en el recinto. Inmediatamente después de aquello, la poetisa fue aceptada
en el Liceo, sin más.
“Me voy a Madrid porque estoy absolutamente segura que
seré una gran escritora, y no habrá poder en el mundo que haga renunciar a mi
destino” había dicho Tula a su madre y padrastro al abandonar la capital
hispalense. El vaticinio se cumpliría acto seguido, sin contratiempos
iniciales.
En menos de un año se edita su libro Poesías (Madrid 1841) su primera gran obra, una recopilación
de todas las composiciones escritas a lo largo de los cinco años anteriores. Francisco
de Paula Mellado, conocido geógrafo, famoso periodista, escritor de renombre y prestigioso
editor, fue el impresor. Y por si fuera poco, el extenso prólogo de aquella
magistral obra estuvo a cargo de su ya amigo D. Juan Nicasio Gallego, Secretario
General de la RAE. La edición de Poesías
fue todo un acontecimiento literario sin precedentes en la sociedad madrileña
decimonónica, la prensa y la crítica literaria estuvieron a su favor (¿Se
podía pedir más para empezar?). A partir de entonces Gertrudis Gómez de
Avellaneda fue declarada por sus contemporáneos como la primera poetisa de
España.
El famoso café El Parnasillo ubicado en la calle del
Príncipe, justo al lado del teatro del mismo nombre, era el lugar preferido por
los románticos de aquellos años. Allí acudía la Avellaneda cuando concluían las
funciones teatrales, para tratar sobre literatura, poesía y hasta sobre
política (todo muy a pesar de que ella misma se encargó en negarnos esta última
afición…) Las tertulias en El Parnasillo
no tenían fin ni parangón, numerosas crónicas de la época lo atestiguan.
Es sobradamente conocido que la gran mayoría de los
poetas y escritores de aquel momento, jóvenes y no tan jóvenes, cortejaron, de diferentes
maneras, a la Avellaneda. Y según la rumorología de la época, José de Espronceda,
eclipsado con la belleza de la joven poetisa y con su portento fue uno de ellos,
y todo muy a pesar de estar él comprometido oficialmente con Bernarda de
Beruete, joven de la alta sociedad con la cual proyectaba casarse. Algunos de
los investigadores más contemporáneos creen que entre la joven romántica y el
experimentado poeta, autor de El diablo
mundo pudo existir un sutil romance, una especie de ambigüedad amorosa
(Nicomedes Pastor Díaz, su íntimo amigo, lo mencionó en más de una oportunidad
a lo largo de su vida). Por desgracia ese galanteo es difícil de demostrar por
falta de documentación que lo acredite con toda seguridad. No olvidemos que Tula,
a lo largo de toda su vida, se preocupó en borrar las pistas que le vincularan
sentimentalmente con cualquier hombre que no fueran Pedro Sabater y Domingo
Verdugo, sus dos maridos. De su vida privada y de sus escarceos y amoríos fuera
de los dos matrimonios oficiales solo se supo, con absoluta certeza, a partir
de 1907 cuando Lorenzo Cruz de Fuentes publicó aquel famoso Autobiografía y cartas inéditas obra que
hizo historia porque desvelaba la prolongada relación que había mantenido la
Avellaneda con Ignacio de Cepeda y Alcalde, el "gran amor de su vida”. También
conocimos por la misma obra, entre otros devaneos de menor intensidad, los noviazgos
mantenidos con Francisco Loynaz del Castillo, con Francisco Ricafort Sánchez y con
el patético sevillanito que intentó suicidarse por ella, Antonio Méndez Vigo
(hijo), por citar solo algunos ejemplos, de su primera juventud. Gracias a Mario
Méndez Bejarano (Tassara, nueva biografía
crítica) se conocería años después y de manera oficial, repito, la
tormentosa y patética relación que mantuvo con el poeta sevillano, Gabriel
García Tassara con el cual tuvo una hija, Brenilde (tema que trataremos más
adelante). Y por si fuera poco, casi finalizando el siglo XX, en 1975, el
historiador y militar José Priego Fernández del Campo nos regaló un lote de
cartas (Cartas inéditas existentes en el
museo del ejército) que desvelaba los amores con Antonio Romero Ortiz,
escritor y político gallego de renombre, al cual había conocido, con toda
probabilidad, durante su estancia en La Coruña. No sería descabellado pensar
que doscientos años después alguien nos sorprenda con documentos que acrediten
la posible relación que pudo mantener Gertrudis Gómez de Avellaneda con Gustavo
Adolfo Bécquer (sí, con el mismísimo Bécquer), algo que la desaparecida y prestigiosa investigadora avellanediana, Rosario
Rexach (Miembro de Número de la Académica Norteamericana de la Lengua Española
y una de las intelectuales hispanas más destacadas de su generación), sospechó durante
largos años de profunda investigación, y cuya pesquisa legó antes de dejarnos
en 2003, a la conocida escritora y periodista sevillana Edith Checa, actual profesora
de la UNED, presidenta a su vez de la Asociación Cultural y Literaria de la
Avellaneda (ACLA). Edith Checa cree poder demostrar algún día no muy lejano, las
sospechas antes citadas. Pero eso es harina de otro costal.
Regresemos a 1841, año clave para la política
española. La Avellaneda no podía llegar en mejor momento a Madrid porque entre
otras cosas, en breve comenzaría el trienio progresista que le beneficiaría ¡y
mucho! Ese año no solo se edita su libro Poesías,
también sale de imprenta Sab (Madrid
1841), novela que viene escribiendo desde su malograda estancia en La
Coruña, y no en Lisboa como ella misma nos quiso hacer ver equivocadamente en
su primera autobiografía autorizada (Periódico La ilustración, sábado 3 de noviembre de 1850). Sobre esto debo
aclarar que el vapor Londonberry, que
trasladó a la joven Avellaneda y a su hermano Manuel desde Vigo hasta Cádiz, estuvo
anclado en el puerto de Lisboa (de paso) tan solo 48 horas. La escritora no tuvo tiempo
físico, ni siquiera para bosquejar una novela tan compleja como lo fue Sab por muy confortable camarote que disfrutase
en aquel vapor inglés. Tiempo fue, justamente, lo que le faltó, para visitar
los numerosos monumentos y zonas lisboetas que dejó tan maravillosamente descritas
para la posteridad en sus cartas a su prima Eloísa conocidas como Memorias de 1838, escritos que
publicamos íntegramente el año pasado en el blog (La divina tula, julio-septiembre de 2012).
Paralelamente a la salida de Poesías y Sab, Gertrudis
Gómez de Avellaneda vive, de primerísima mano, los delicados acontecimientos
políticos acaecidos en Madrid aquel año (María Cristina, la regente, fue
expulsada y se vio obligada exiliarse, primero en Roma, después en París).
Muchos de sus amigos, los conocidos y los que conocerá inmediatamente después,
estarán inmersos en la política española de entonces. En esta etapa entran a
jugar un papel primordial dos personajes históricos de gran relevancia y muy
vinculados a la escritora por razones dispares: el general Serrano (duque de la
Torre), amante de Isabel II cuando era muy joven, el mismo que llegó a ser Regente del
Reino. Y Ramón María de Narváez (I duque de Valencia), siete veces Presidente
del Consejo de Ministros de España. De ambos personajes nos encargaremos ampliamente
más adelante.
En 1842 fallece, a causa de la difteria, el gran poeta
José de Espronceda, que era a su vez diputado por Almería en el parlamento. La Avellaneda, impresionada
con el repentino deceso del poeta y amigo por el cual siente respeto y
admiración (…), compone una oda en su memoria. Alguno de los versos que integran
el famoso poema, fueron improvisados durante la gran ceremonia de enterramiento
a la cual ella asistió de riguroso luto y tremendamente compungida el 25 de
mayo de 1842. Este tipo de poesía (especie de homenaje funerario) lo inicia la
poetisa dos años antes, al conocer el fallecimiento de otro de sus referentes,
el célebre José María Heredia (al cual conoció cuando ella tenía nueve años en su
Puerto Príncipe natal). Lo mismo hará a lo largo de toda su vida con otros
grandes escritores y poetas que conoce y que, inevitablemente fallecerán años
más tarde: Nicasio Gallego y José Manuel Quintana, por citar dos notables ejemplos.
Muy conocida ya por la calidad y belleza de sus
composiciones, la publicación de su novela SAB (obra que intentó secuestrar su padrastro por las ideas abolicionistas que
encerraba), la convierten en un personaje relevante de las letras españolas a
nivel internacional.
Las editoriales más prestigiosas de Madrid se pelean
por publicar sus poemas y demás obras que progresivamente irá escribiendo. Pero es el
“Gabinete Literario” quien muestra mayor interés y se alza con los derechos de
publicación de una nueva novela que la autora ha comenzado a esbozar meses
antes y de la cual se habla anticipadamente en los cafés y clubes de todo Madrid. La misma Avellaneda se ha encargado de difundir los temas a tratar. Se trataba de Dos mujeres, novela que le proporcionará
grandes triunfos literarios y mayor prestigio a nivel internacional; pero también encontrará sus
primeros contratiempos profesionales.
Dos mujeres es posiblemente la novela
que más críticas, ocupó en la prensa de la época (algunas a favor, la mayoría en
contra). Si en Sab la Avellaneda
trata el escabroso tema de la abolición de la esclavitud (tabú para las
privilegiadas clases) y se posiciona en defensa del bello sexo (otro tabú más),
en Dos mujeres va mucho más allá
llegando a defender el divorcio como solución a una unión no deseada. En esta
segunda novela la autora se identifica con una de las protagonistas (o con las
dos, depende del momento). Utiliza los recursos de su propia existencia y las
conclusiones a que ha llegado personalmente, y las exterioriza sin medir las
consecuencias de una sociedad moralista que le evaluará y señalará directamente y se
vendrá se vendrá en contra suya. Son curiosos los consejos de los críticos
que se consideran “amigos” en las diferentes críticas de los periódicos, y no
sorprenden, para nada, la reacción del resto de los literatos más reaccionarios.
En
Dos mujeres la Avellaneda es acusada
hasta de falta de originalidad al, supuestamente, copiar las peligrosas doctrinas
de George Sand, enemiga de la mayoría de la retrógrada sociedad española. Dos
años después en una famosa carta escrita a Antonio Neira Mosquera (conocido
articulista y escritor), la autora se defiende de las críticas aparecidas en la
prensa con sólidos argumentos que el propio crítico literario utilizará en un
artículo sobre la biografía de la poetisa aparecido en un periódico poco tiempo después. En aquella
carta la Avellaneda reconocía la admiración que sentía por su novelista
fetiche, George Sand, pero al unísono señalaba con energía y contundencia que
la particularidad más característica de cualquier autor es su originalidad, y que
en su caso personal nacía de manera forzosa de la independencia de su carácter,
y de la incapacidad que tenía su imaginación para sujetarse a los caminos
trillados en la literatura de la época. Con estas declaraciones sus enemigos
comenzaron a tomarla muy en serio y a temerle de alguna manera. Había que sumergir
en las oscuras profundidades de los océanos o de las cavernas terrícolas a un
ser tan atrevido que intentaba cuestionarse la moral de la burguesía imperante.
Por eso sus enemigos acérrimos no dejaron de ensañarse con ella, sin escrúpulos.
La novela Dos mujeres
fue editada en cuatro tomos, el primero de ellos salió a finales de 1842 y el
segundo en enero de 1843. Al comenzar la primavera de aquel año, la Avellaneda
había puesto ya punto y final a su controvertida polémica obra. Y cuando los dos
últimos tomos estaban próximos a salir en las librerías, en medio de las más feroces
críticas y de las ventas que se multiplicaban inexplicablemente, la escritora recibe una curiosísima
invitación para visitar París. El viaje no podía venir en mejor momento.
En París, la capital del
mundo occidental, Gertrudis Gómez de Avellaneda viviría momentos más que memorables.
Continuará…
Manuel Lorenzo Abdala
Bibliografía consultada.
1. Zorrilla, José. Recuerdos del tiempo Viejo. Madrid, 1880
2. Allison Peers, E. A history of The
Romantic Movement in Spain. Cambridge University, 1940.
3. Guerrero, Teodoro. Historia íntima de seis mujeres. Madrid,
1859
4. Salcedo y Ruíz, Ángel. La literatura
española: Nuestros días. Madrid 1917.
5. Cruz de Fuentes, Lorenzo. Autobiografía y cartas de Gertrudis Gómez de
Avellaneda. Huelva, 1907
6. Méndez Bejarano, Mario. Tassara, nueva biografía crítica. Madrid
1925.
7. José Priego Fernández del
Campo. Cartas inéditas existentes en el
museo del ejército. Fundación Universitaria. Madrid 1975.
8. Rexach, Rosario. Estudios sobre Gertrudis Gómez de Avellaneda
(La reina mora del Camagüey) Editorial Verbum, 1996.
9. La ilustración, Semanario pintoresco español, El laberinto, etc. Periódicos: Hemeroteca
BNE.
No hay comentarios:
Publicar un comentario