¿Corruptelas
alrededor del certamen poético?
El post anterior lo concluíamos diciendo que el concurso elevó a la
Avellaneda a la cima de la fama. Sí, pero como todo tiene su precio en la vida, la poetisa
tuvo que pagar muy caro por ello. Y todo a pesar de no tener ella nada que ver en el asunto
que trataremos, al menos, inicialmente.
Analizando profundamente numerosos documentos de la época y comparando lo
que sucedía con lo que se publicaba, lo que se decía y se recordaba con el
devenir de los años, etc., llegamos a la conclusión que Gertrudis Gómez de
Avellaneda pudo ser víctima de cierta manipulación política y no tanto
literaria como se ha llegado a decir por algunos investigadores. Una serie de acontecimientos
(mañosos y fortuitos), ajenos a los intereses creativos de la poetisa y hasta
del propio jurado, pudieron llevar a la posible manipulación expuesta anteriormente.
Durante los años 44, 45 y 46 del siglo XIX, la corona necesitaba apoyo
mediático ¡de lujo! para ganar prestigio y mantener la estabilidad política. El
país llevaba años de desequilibrio y Europa la miraba con recelo y gran preocupación.
Era hora de parar el progresivo deterioro. En la poesía encontraron un filón
para sus propósitos.
Todo parece indicar que, además del deleite que provocaba disfrutar el
arte de la siempre inspirada poetisa, los sectores políticos y financieros
acordes con el gobierno, aprovecharon su talento y fuerza creadora con otros
fines… No olvidemos que Gertrudis Gómez de Avellaneda, transitaba igualmente por
una muy difícil etapa, compleja, personal: había tenido una hija fuera del
matrimonio, niña que además estaba muy enferma y condenada a una muerte segura.
La prensa contraria al gobierno de Narváez no equivocó sus juicios del
todo respecto al concurso. Pero erró –pensamos- al lanzar tantos dardos directos
sobre la persona equivocada. La poetisa no fue la culpable de los entresijos del
"venturoso" certamen (tampoco lo fue el jurado). De hecho la Avellaneda creía
firmemente en las piadosas intenciones del mismo, en la supuesta magnanimidad
de la reina. Sus composiciones, cargadas de gran patriotismo, enaltecían los
rasgos misericordiosos de la joven Isabel II y justamente eso es lo que se
buscaba.
Para poder comprender las circunstancias que rodearon al curioso y
controvertido certamen poético (primera pieza de un enrevesado puzle que
daremos a conocer), creemos conveniente referenciar algunos personajes claves
de la política y los negocios de aquellos días cuyos métodos y prácticas no
distaban mucho de los utilizados por algunos personajes actuales. A veces nos parece
como que el tiempo de Isabel II se hubiera detenido, caprichosamente, en la
España más contemporánea (Las prácticas actuales distan escasos milímetros de las
decimonónicas, los hechos lo demuestran).
Vicente Bertrán de Lis fue un influyente y curioso personaje del siglo
XIX, poco o nada conocido por las actuales generaciones. El distinguido patriota (lo fue realmente), político, banquero y
comerciante de primer orden, creía sin embargo que "...para obtener el bien de los pueblos, era menester estar algunos grados más altos que ellos". Y en este punto nos detenemos porque su historia, contada por el mismo, está plagada de enormes contradicciones que no es menester analizar en este post, aunque baste decir que su fortuna inicial se la debe a una barra de pan. También fue escritor y uno de los hombres más influyentes
y adinerados de la España de Isabel II. Y como no podía ser de otra manera, fue
el principal banquero de la Casa Real. Amigo de Ramón María de Narváez (siete
veces Presidente del Consejo de Ministros), del marqués de Salamanca(1)
(que aun no tenía el título, pero si mucho dinero, influencia, e ideas macabras),
y también del duque de Riansares(2) (esposo de María Cristina, la
madre de la reina) Todos formaban un gran y potente equipo reforzado por otro banquero
no menos célebre de nombre Nazario Carriquirri3.
El afamado Vicente Bertrán de Lis era a su vez amigo de Gertrudis Gómez
de Avellaneda, poetisa por la que sentía una gran admiración y respeto al igual
que sentía todo el equipo anteriormente mencionado. Y he aquí el nexo que les
aproximaba.
En 1845, Bertrán de Lis, además de organizar y costear íntegramente el
certamen poético que como ya se sabe ganó doblemente la Avellaneda, fue socio
constituyente, junto a D. José Salamanca y el resto del equipo antes mencionado,
de la Sociedad de Ferrocarriles de Madrid a Aranjuez. En el mes de mayo el
Señor Bertrán de Lis había obtenido la privilegiada concesión de la línea de
ferrocarril de Mieres a Gijón y Villaviciosa con ramal a Oviedo. Igualmente fue
socio principal, junto a Nazario Carriquirri de la Compañía minera cántabra
para la fundición y elaboración del hierro, la explotación del carbón de piedra
y otras minas. Todo formado y concedido con arreglo al Código de Comercio de
España. Pero por si esto fuera poco, en el otoño del año anterior había sido
beneficiario de cierta cantidad de millones de reales, gracias a un famoso
pelotazo bursátil que manipuló sin recato y descaradamente su amigo D. José Salamanca
y que valdría la pena analizar aunque se nos vaya un poco de contexto.
En el fructifico otoño de 1844 la bolsa de Madrid vivió
una serie de jornadas entusiastas en las que la mayor parte de los inversores
jugaban al alza. Se celebraba por aquellos días la boda oficial de María
Cristina con el duque de Riansares. El optimismo reinaba gracias a la estabilidad
que proporcionada el gobierno del espléndido Sr. Narváez, Presidente del Consejo de Ministros. Sin embargo, tras
algunos días de análisis, el habilidoso Sr. D. José Salamanca, amigo de Bertrán
de Lis (después se enemistarían un tiempo), empezó a jugar a la baja en la
bolsa, acción aparentemente torpe, pero nada más alejada de la realidad. Con
los días aconsejó a sus amigos hacer lo mismo. El listo Salamanca conocía la pretensión
de una serie de generales adversos que tramaban levantarse en armas contra el
gobierno, información facilitada por el Sr. Narváez. Haciendo uso de esa
información, y otras, entre las que valdría destacar el fallido levantamiento
capitaneado por el coronel Mauricio Rengifo, indultado posteriormente por la
reina (indulto que motivó el famoso certamen poético), el habilidoso empresario
y sus amigos salieron muy, pero que muy beneficiados de una gran operación
bursátil. D. José Salamanca, al frente de aquel pelotazo, esperó durante muchas
sesiones en las que los inversores ponían todo su dinero. Entonces él y sus
allegados se encargaron de hacerse eco de la sublevación que se le venía encima
a España con la única y clara intención de causar el pánico entre los
inversores. Los valores de la bolsa, tan sensibles a cualquier cambio brusco en
los asuntos públicos, cayeron en picado. Y como es de imaginar el señor
Salamanca, que había jugado a la baja durante las sesiones en las que casi todos
los inversores -menos él y sus socios- hacían lo contrario, se embolsó 30 millones
de reales en un solo día. El recién desposado duque de Riansares y el general
Narváez recibieron 2 millones cada uno, solo en aquella primera jornada. Desconocemos
la cantidad exacta embolsada por los banqueros Vicente Bertrán de Lis y Nazario
Carriquirri. Pero imaginamos que no pudo ser inferior a las de los antes
mencionados. Todos formaban un envidiable y selecto equipo gubernamental, una
especie de entramado de negocios perfecto (Cualquier similitud con las
prácticas actuales es pura y mera coincidencia)
El que la reina indultara al coronel Mauricio Rengifo
fue sin lugar a dudas, una sugerencia del gobierno y de sus socios
financieros. El certamen poético para perpetuar aquel magnánimo hecho y que
casualmente ganó la Avellaneda, fue el agradecimiento (o el tributo) del propio
gobierno y de sus socios (en la persona de Vicente Bertrán de Lis),
por las enormes ganancias obtenidas por todos ellos en las diferentes operaciones
políticas y financieras. Estamos convencidos de ello.
La Avellaneda no tenía idea de lo que estaba
sucediendo. Pero al igual que la prensa, muy pronto lo comprendió todo y de
alguna manera entró en el juego, sutilmente.
Continuará…
Manuel
Lorenzo Abdala
Avance:
En el próximo
post describiremos cómo se desarrolló
la entrega de los premios, la reacción que tuvo en la prensa, y las conclusiones
a las que llegó la poetisa.
Referencias:
1. José María de Salamanca y
Mayol
Nació en Málaga el 23 de
mayo de 1811 y falleció en Madrid el 21
de enero de 1883. I marqués de
Salamanca y I conde de los
Llanos con Grandeza de España, fue un influyente estadista y destacada
figura aristócrata y social. De vida aventurera y con múltiples altibajos, se
le atribuyen numerosos negocios con grandes beneficios en sectores como el
ferroviario, la construcción, la banca o la inversión bursátil, además de
varias corruptelas; a menudo como socio de otros destacados miembros de la
sociedad española del momento, incluyendo a María Cristina de Borbón, madre de
Isabel II y regente durante la minoría de edad de ésta. Probablemente llegó a
poseer, en sus mejores momentos, la mayor fortuna de España.
Durante los 42 años de su vida que estuvo establecido en Madrid, Salamanca desarrolló la intensa carrera
empresarial y financiera que le valió su renombre (El barrio de Salamanca de
Madrid le debe su nombre)
Mañoso y hábil ingresó cerca de
300 millones de reales al arrendar durante cinco años al Estado su monopolio
sobre el negocio de la sal. Esta cantidad era
el doble de todo lo que había ganado desde la obtención de dicho monopolio.
Fue amigo de Ramón María de Narváez, quien llegaría a
ser, junto al duque de Riansares y otros importantes banqueros del siglo XIX,
socio por excelencia en multitud de negocios.
Fundó en 1844, el banco de Isabel II, la primera entidad financiera de
crédito privada de España, junto con el Banco de San Fernando y tenía un capital de 100 millones de reales para
concesión de créditos, generosamente distribuidos entre el emergente
capitalismo inversor de la época.
2. Agustín
Fernando Muñoz y Sánchez
Nació en Tarancón el 4 de mayo de 1808 y falleció en Le Havre, el 13 de septiembre de 1873 (I
duque de Riansares, Grande de España, I marqués de San Agustín y I duque de
Montmorot) Fue un militar español de escaso rango (Sargento) que pertenecía al
servicio de Palacio. Se casó secretamente por primera vez con María Cristina,
la Regente de España. Su segunda boda se celebró oficialmente con expreso
consentimiento de la Reina Isabel II el 12 de octubre de 1844. Anteriormente en
el mes de junio, fue nombrado Grande de España. Al día siguiente de la boda
oficial fue nombrado Teniente General y Senador vitalicio. Su hijastra, la
reina Isabel II, le concedió el Toisón de Oro. Adquirió más tarde el título de
Marqués de San Agustín. Fue el promotor de múltiples negocios junto a su esposa
María Cristina. Ambos crearon empresas promotoras del ferrocarril en el
Principado de Asturias y la actual Comunidad Valenciana, alzándose con una gran
fortuna. Carecía de ambición política, llegando incluso a rechazar la corona de
Ecuador, que las autoridades de aquel país pretendían instaurar. Hizo grandes
negocios con la familia Rothschild, la familia de banqueros Laffitte, el I marqués de Salamanca, el marqués de Valencia
(Ramón María de Narváez), y con los banqueros Vicente Bertrán de Lis y Nazario
Carriquirri.
Fue exilado con su mujer la Reina Madre por culpa de la ilegalidad de
muchos de sus negocios, incluido el tráfico de esclavos con Cuba, entonces
prohibido. Ya en el exilio, Luis Felipe I de Francia lo nombró I duque de Montmorot y le concedió la Legión de
Honor.
3. Nazario
Carriquirri Ibarnegaray
Nació en Pamplona, el 28 de julio de 1805, y falleció en Madrid, en
enero de 1884. Fue un famoso
multimillonario, banquero, ganadero e industrial español. De origen navarro, es
conocido por haber sido el fundador de la ganadería de toros bravos, lidiados
por primera vez en las fiestas de San Fermín en el año 1852. Pero sus negocios
financieros fueron mucho más importantes, abarcando desde participaciones industriales en la red
ferroviaria de Asturias, junto a Vicente Bertrán de Lis o las obras del muelle
valenciano del Grao, junto al duque de Riansares, hasta la construcción del
palacio de los Baleztena en Pamplona. Tuvo posiciones políticas favorables a
Isabel II y las desarrolló en el Casino de Madrid. Elegido diputado al Congreso español por la
circunscripción de Navarra en once ocasiones desde 1843 hasta 1879.
También fue muy famoso en su época por ser el propietario de una
importante colección pictórica.
Bibliografía:
Semanario
pintoresco español, Revista literaria El español, La posdata, La esperanza, El
heraldo, El eco del comercio, El espectador, El fandango (Hemeroteca,
BNE)
Torrente
Fortuño, José Antonio. Salamanca, bolsista romántico. Ed. Taurus,
Madrid, 1969.
Tamburri y Moso, Carlos. Nazario de
Carriquirri, un pionero del desarrollo económico español. Historia y Vida,
n.° 37, Barcelona 1971.
Bertrán de Lis, Vicente. Los Gobiernos y los
intereses materiales. Apuntes biográficos. Madrid, 1852
Lentisco, David. Cuando el
hierro se hace camino, Historia del Ferrocarril en España.
Alianza Editorial 2005
Wais y San Martín, Francisco. Historia de los Ferrocarriles Españoles.
Editora Nacional, 1974
Rodríguez Lázaro, Francisco Javier. Los primeros ferrocarriles
españoles. Ed. Akal, 2000.
No hay comentarios:
Publicar un comentario