junio 15, 2015

"SE NOS ROMPIÓ EL AMOR"



Se nos rompió el amor
Delicada, impresionable, apasionada y soberbia

Hoy, contrario a lo acostumbrado, dejaremos el comentario -nuestra impresión final-, para cuando transcribamos (próximamente) la carta número 40, con la que concluiremos esta edición de CARTAS DE AMOR Y PASIÓN.
A partir de la carta número 32, que reproducimos hoy, el amor se enfría irremediablemente, y aunque la correspondencia entre los enamorados se prolongó unos cuantos mensajes más (siguieron siendo amigos), nosotros concluiremos con aquella en la que, justamente, el amor quebrantó las reglas de la pasión para nunca más regresar al corazón de ninguno de los dos amantes.

Manuel Lorenzo Abdala






Carta número 32
Hoy 27 [mayo de 1853] por la mañana

        Ayer no me has escrito, ni aun para felicitarme por haber salido bien del susto del drama, y sin embargo de que yo te escribí. Por la noche no has estado en Variedades; y en la anterior [noche] te singularizaste siendo el único de los amigos que no entró a saludarme ¿Quieres explicarme más claro lo que todo esto significa? Sería mejor para los dos. Yo gusto de las excentricidades; pero hasta cierto punto nada más: cuando llegan a parecer algo más que excentricidades, no quiero que sean oscuras sino que se caractericen con desembarazo. Las cosas indecisas me son antipáticas; los términos medios se ligan mal con mi índole decidida.

        ¿Será que solo en los tête a tête te es agradable mostrarme tu amistad? ¿Será que ninguna atención delicada le parezca necesaria a tu amor? ¿Será en fin, que nuestras relaciones no han de ser otra cosa que conferencias secretas; y que cuando aquellas no son posibles todo lo demás te significa poco…? Desearía verlo más claro: comprenderlo completamente. –Por poco que me conozcas debes haberte convencido (porque eso lo ve cualquiera que me habla dos veces), de que no soy persona capaz de sufrir rarezas, si así quieres llamarlas: de que tomo mí partido muy pronto y muy definitivamente al punto que se lastima en lo más mínimo mi orgullo o mi corazón ¿por qué pues este juego peligroso, cuyas consecuencias pudieran ser irremediables…? Si los rasgos que de algunos días a esta parte estás ostentando son sinceros, vale más, cien veces más, otra cosa más breve y más digna. Una palabra basta. Si tú no la quieres pronunciar la diré yo, y punto redondo. La diré yo al momento y sin ambages mezquinos. Si no eres sincero en las rarezas repetidas que desde días atrás me haces conocer; si no eres sincero, Antonio, estás obrando muy locamente y con no poca temeridad, porque acaso produces efectos que no corresponden a tus esperanzas. Soy, no lo olvides, tan delicada como impresionable: tan apasionada como soberbia. Has logrado en pocos días entumecer mi entusiasmo a fuerza de rasgos incalificables: si quieres matarlo de una vez puedes conseguirlo con poco. Pero sería más digna, y mejor para los dos, otra conducta que leal y francamente diese solución al enigma. –No volveré a escribirte hasta no saber claramente a dónde vamos ¿Cómo estamos? ¿Qué somos…? Adiós–

Tula


No hay comentarios:

Publicar un comentario