EL GENIO DE LA MELANCOLÍA
Fantasía
El blog La divina Tula, en su afán por redimir la obra de una de las
poetisas más importantes del romanticismo español, y como preámbulo a los actos
y celebraciones por el bicentenario que celebraremos en 2014, rescata hoy una brillante
composición escrita por ese genio poético en diciembre de 1845. Cabe
recordar que el 7 de noviembre de ese mismo año, tan solo un mes antes, la
célebre escritora había perdido a su pequeña hija Brenilde a causa de una
terrible enfermedad. Lejos de amilanarse por los escalofriantes sucesos y
quedar abatida, la poetisa se alzó y compuso una fantasía que armó gran revuelo
entre los románticos de la época y fue objeto de estudio en los años subsiguientes por su
innovación, poder, limpieza métrica y belleza poética, entre otros elogios más
que merecidos.
Por ese motivo no llegamos a
comprender por qué a partir de la segunda mitad del siglo XX, especialmente en
España, su obra ha ido quedando en el olvido, relegada a un injusto tercer o
cuarto puesto entre las compositoras más importantes del romanticismo español.
No podemos olvidar, pese al grupo de especialistas que más o menos lo ha intentado, que Gertrudis Gómez de Avellaneda, en opinión de
expertas y prestigiosas figuras, inventó los siguientes versos: (1)
El dodecasílabo de seguidilla, con elementos de siete y cinco sílabas.
El de trece, con un elemento de
cuatro y un eneasílabo.
El de catorce, con un elemento de
ocho y otro de seis.
El de quince, con elementos de seis
y nueve.
Y el de diez y seis, con un
decasílabo y un hexasílabo.
¿Qué otra compositora del período
romántico (tal cual se conoce realmente), la superó en genio y figura?
En la brillante composición "El genio de la melancolía", Gertrudis Gómez de Avellaneda, por ejemplo, introduce
combinaciones de versos de nueve y seis silabas. Casualmente esta obra maestra de la lírica anticipa
el simbolismo y el modernismo que están por llegar, influyendo con absoluta
certeza, según opinión (entre otros) del prestigioso catedrático norteamericano,
Hugh A. Harter, en la “Rima V” de Gustavo Adolfo Bécquer que se escribiría a
finales de la década siguiente…
Les dejamos pues con el penúltimo post de septiembre, "El genio de la melancolía", recordando a
los lectores que el próximo día 28 celebraremos nuestro primer aniversario. Sí:
La divina Tula cumple ya su primer año de vida. Y el cinco de octubre otro importante acontecimiento, muy estrechamente relacionado con La divina Tula, se avecina; pero el mismo será harina de otro costal. Esperemos pues, pacientemente su llegada.
Muchas gracias,
Manuel Lorenzo Abdala
(1) En el siguiente post (el 28 de septiembre de 2012), se publicará un amplio ensayo crítico al respecto.
EL GENIO DE
LA MELANCOLÍA
Fantasía
Yo soy quien
abriendo las puertas de ocaso
Al sol le prepara su lecho en cristales;
Yo soy quien recoge sus luces postreras
Que acarician las tibias esferas.
Yo soy el que
viste la pálida tarde
Bordando sus velos de púrpura y nácar;
Yo soy quien le inspira balsámico ambiente,
Que le envidian las auras de oriente.
Yo soy quien
murmura del rio en las aguas,
Rizando sus ondas de cándida espuma:
Yo soy quien se mece con blando desmayo
De la luna en el fúlgido rayo.
Yo soy quien impulsa los céfiros gratos
Y empapa sus alas en fresco rocio;
Yo soy quien les presta los músicos sones,
Que preludian ignotas canciones.
Yo soy quien
inventa las flébiles notas
Que ensaya en la selva la tórtola triste:
Yo soy quien modula los tonos que imita
Filomena que insomne se agita.
Yo soy quien
exhala perfumes suaves
Que guardan las flores en púdico seno;
Y aquel que recoge, de perlas tesoro,
Lo destila mi límpido lloro.
Yo nunca presido
las báquicas fiestas,
Ni escucho del mundo tumultos y aplausos…
Jamás me conocen los lúbricos seres
Que devoran infandos placeres.
Mas siempre me
siguen los fieles amantes;
Recibo en silencio sus férvidos votos,
Y acaso en mi seno, de dulce beleño,
Los aduermo con plácido sueño.
Me acosan y
alejan los hombres feroces
Que cubren la tierra de llantos y lutos;
Y nunca en los pechos que albergan rencores
Se derraman mis tiernos favores.
Más grato me
invoca, con ávido anhelo,
De vírgenes puras el cándido coro;
Y asilo me prestan las almas inquietas
De los nobles y ardientes poetas.
No habito
palacios de mármol y bronce,
Que el yerto fastidio me veda su entrada;
Mas vuelas ¡oh tiempo! Sus muros inclinas,
Y yo guardo las mudas ruinas.
Sus alas desplega
de rica esmeralda,
Placer turbulento, que rápido vuela…
Más ¡ay! Cuando toca su término triste
De mis vagos colores se viste.
Ostenta su pompa
feliz primavera,
Y en torno la ciñen las risas y amores:
Su lujo me agobia, su orgullo me irrita….
Mas recojo su gala marchita!
Deslumbran mis
ojos los fuegos de estío;
Su sol implacable las alas me quema;
Más yo soy quien rige las riendas del coche
Do desciende su lánguida noche.
Los meses de
otoño me están consagrados,
Con próvida mano les vierto mis dones;
Sus lentas auroras, sus tardes sombrías,
Cual sus mieses doradas, son mías.
Venid a mi seno,
venid sin demora,
Oh mentes inquietas! ¡Oh pechos cansados!
Yo el bálsamo tengo que ardores mitiga,
Y hace dulce la inerte fatiga.
De todos los genios hermosos
Yo soy el
más bello,
Y en todas las almas sublimes
Se ostenta
mi sello.
Yo presto a las penas más hondas
Un mágico
encanto;
Yo presto a los
juegos tristeza,
Placeres
al llanto.
Mi origen disputan los genios,
Más yo
los concuerdo:
¡Naci de la ardiente esperanza
Y el
triste recuerdo!
Sólido y revelador.
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