Retrato de Antonio Romero Ortiz realizado en 1868. |
La
vuelta a casa de una valiosa colección
¿Regresará algún día?
Queremos iniciar hoy una nueva etapa para
recuperar lo que al pueblo gallego, y en especial a la provincia de La Coruña, pertenece:
el Museo Romero Ortiz. Confiamos en que los trámites para traer de vuelta a
casa la valiosa colección que la ciudad herculina no supo resguardar con celo
y orgullo en 1919, a pesar de las aspiraciones tanto del Ayuntamiento como de la Universidad, se inicien de inmediato.
Hace noventa y dos años, el 13 de julio de
1922, se inauguró en una sala del Alcázar de Toledo el museo Romero Ortiz.
Dicha colección, de incalculable valor histórico y cultural, fue arrancada a la
ciudad de A Coruña gracias a las “gestiones” realizadas por el subdirector de
aquel nuevo museo, D. Hilarión González y por el coronel Losada (director de la
entidad), con los herederos del famoso político y escritor gallego.
Antonio
Romero Ortiz, además de ser el apasionado amante de Gertrudis Gómez de Avellaneda
(cuya correspondencia amorosa estamos disfrutando por estos días en las páginas
de La divina Tula), fue un prestigioso
político y abogado gallego. En su juventud ejerció como secretario de la Junta
de gobierno que se organizó en Santiago durante la Revolución de 1846. Diputado desde 1854, llegó a ocupar cargos muy importantes
en el gobierno de España. Fue Ministro de Gracia y Justicia de la primera
Revolución y Gobernador del Banco de España entre otros cargos. Además de
escritor de artículos y obras dramáticas, durante su larga vida coleccionó objetos,
documentos y material de diferente naturaleza, llegando a acumular cerca de dos
mil piezas (Algunas de Gertrudis Gómez de Avellaneda, su único amor conocido),
un valioso patrimonio cultural e histórico que se convirtió en museo con el
devenir de los años.
A
la muerte del prestigioso escritor y político, sus herederos abrieron el museo
en La Coruña, situado desde 1890 en la plaza de la Mina Nº 1, lugar en el que
se mantuvo hasta 1919 cuando se lo llevaron a Toledo. Del álbum de personalidades que lo visitaron destacan las firmas de Isabel
de Borbón, Infanta de España; las de Pereda y también la de Pérez Galdós(1).
Edificio localizado en Praza de Mina donde se encontraba el museo Antonio Romero entre 1890 y 1919. |
Historia de un expolio legal:
El subdirector de la escuela de infantería de Toledo, D.
Hilarión González, después de haber superado las mil vicisitudes para conseguir
su objetivo, tras el fallecimiento de la única testamentaria, Doña Josefa Sobrido
y Romero, logró de manera “sutil” el traslado del museo a Toledo con la ayuda
de ciertas influencias y algún que otro cheque bancario.
A continuación relatamos la sombría historia de cómo
sucedieron los hechos, narrados no hace mucho y curiosamente por las páginas de un conocido
periódico de tirada nacional.
A
principios del siglo pasado, en el año 1908, se publica la Orden que crea, en
el Alcázar de Toledo, el Museo de la Infantería. Desde un primer momento su
Subdirector, Hilario González, se entusiasma con la posibilidad de contar con
una colección tan importante por la diversidad de fondos de carácter histórico,
artístico y militar, decidiendo solicitar en 1910 a Juan Ruiz(2),
conservador del de Romero Ortiz, su cesión en calidad de depósito. Tras arduas
y largas negociaciones, la heredera y sobrina del fundador del Museo Josefa
Sobrido y Romero, viuda a su vez del conservador, por carta de 14 de enero de
1914 confirma de manera definitiva que, a su fallecimiento, pase el Museo
Romero Ortiz a formar parte del de la Infantería con una serie de condiciones que
ella establece; esa decisión, curiosamente, se realiza en claro detrimento de las aspiraciones tanto del Ayuntamiento como de la
Universidad de La Coruña que también deseaban disfrutar el legado. Así,
cinco años más tarde, el 26 de febrero de 1919 es entregado por los albaceas de
doña Josefa ante el notario coruñés Cándido López Rúa, el conjunto del Museo
Romero Ortiz, con arreglo a lo siguiente: «Lega para siempre en propiedad a la Academia
Militar establecida en el Alcázar de la ciudad de Toledo./ En el caso de no
poder o no querer atender el legado, se entiende entonces hecho a favor de la
ciudad de La Coruña o sea al Excmo. Ayuntamiento de la misma. /Conservará
siempre la denominación de «Museo Romero Ortiz». Conservado perpetuamente y en
su integridad, sin que pueda enajenarse objeto alguno. /No es permitido salga
del local ni se preste objeto alguno».(3)
Como podrá comprobarse fácilmente, todas y cada una de
las condiciones arregladas para su traslado han sido violadas a través de los
tiempos. No se ha conservado la denominación «Museo Romero Ortiz» como tal. El legado no se ha atesorado
en su integridad porque se sabe muchas de las piezas que lo conformaban (curiosamente
algunas de las más valiosas, aunque no todas) han desaparecido o fueron
destruidas durante los bombardeos sufridos por el Alcázar durante la guerra
civil. Y la colección, en la cual se incluyen las famosas cincuenta cartas de
amor de la Avellaneda, ha salido y vuelto a entrar en diferentes ocasiones y por
distintas razones al recinto toledano.
Por todo ello y en arreglo a lo pactado entonces por
su única heredera, entendemos que el museo debe regresar a La Coruña de donde nunca debió salir.
¿Regresará algún día?
Manuel Lorenzo Abdala
Notas:
(1)
Para saber más al respecto, leer el artículo publicado
por Waldo Álvarez Insúa en Revista
Gallega Nº 70 (pp.2-3) publicado el
6 de mayo de 1896.
(2)
Juan Ruiz era el esposo de Josefa Sobrido y
Romero de Ruiz, sobrina y heredera universal de Antonio Romero Ortiz.
(3)
Publicado por Víctor Girona Hernández en el diario ABC el 18 de
abril de 2013.
Qué historia más interesante.Considero,que tal y cómo describe el autor,el depósito tiene todas las condiciones legales para su vuelta a la ciudad de A Coruña,dado que no se ha cumplido las condiciones depositarias.
ResponderEliminarMe gusta mucho la información biográfica que se aporta.La época vivida por ambos es muy interesante.