Photo by Lady Clementina Hawarden. London 1856. |
¡Dime
la verdad!
Tula era controladora y absorbente, demasiado
posesiva. A través de su amplia correspondencia este carácter ha quedado demostrado,
aunque no olvidamos que su naturaleza, romántica in extremis, condicionaba todas sus actuaciones, las amatorias
principalmente. La carta que publicamos hoy es lo que se conocía entonces como billete, una especie de SMS decimonónico que se intercambiaban los
amigos y amantes de la época. Y que como todo lo escrito por la Avellaneda, no
tiene desperdicio… En la carta (billete) que presentamos a continuación -cuyo
punto final no parece llegar nunca-, aparentemente no dice nada y sin embargo lo
dice todo: se queja, controla, se rinde, ordena, decreta ¡y hasta lanza un ultimátum! “Antonio
dime la verdad: dímela o no vuelvas a acordarte de que existo”. Así eran los
románticos del siglo diecinueve, melodramáticos
hasta la médula, Tula a la cabeza de todos.
Manuel Lorenzo Abdala
Carta
Nº 12.
[29
de abril de 1853, viernes]
Antonio, me decías ayer que te sentías
enfermo y después de eso no me escribes hoy, ni vienes con la Sagra(1)
a casa de Eloísa, sino que lo dejas venir solo ¡Cruel! ¿Si estás malo por qué
no me lo dices? Correría a verte arrostrando por todo. Y estás malo sin duda;
de otro modo no hubieras dejado de saludarme siquiera con una breve línea.
Antonio, tu sí que puedes romper las cuerdas que supones rotas. Si tu cariño de
hombre fuerte no se alarma por cualquier cosa, acuérdate que soy mujer, y que
siempre mi imaginación enferma está presintiendo desgracias. Antonio, si estás
malo quiero ir a tu casa; quiero verte a ti solo un momento. Si no lo estás, si
no me has escrito porque no lo creíste necesario… entonces, Antonio, haz cuenta
que no han sido escritas estas líneas y ten por seguro que no volveré a
sufrir el sentimiento de dolorosa inquietud que me martiriza en este instante(2).
Antonio dime la verdad: dímela o no vuelvas a acordarte de que existo. Espero
una palabra tuya por mi doncella que lleva esta. Si estás malo basta con que se
lo hagas decir verbalmente y poco después, querido mío, estaré yo cerca de ti.
Hoy
29 -al anochecer.
(1) Se
refiere a Ramón de la Sagra, famoso escritor y botánico gallego (amigo de
ambos), que estaba al corriente de la relación amorosa que ellos mantenían.
Antonio debió quedar abrumado con la carta anterior y al parecer, enfermó
(no era para menos). Y no quiso -o no supo- qué decirle a su paisano para que informara
a Tula sobre el motivo de su ausencia en el punto de encuentro que ambos habían
acordado: la vecina casa de Eloísa Gattebled de Santa Coloma, que era algo así como
la puerta del sol de Madrid (bajo techo). Cuentan las crónicas de la época que
las tertulias y fiestas en aquel piso de la plaza de Oriente eran las más famosas y sonadas de toda la
ciudad. Próximamente dedicaremos un post
al respecto.
(2)
El
subrayado, para marcar el sentimiento romántico y melodramático de la autora,
es nuestro.
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