Photo by Lady Clementina Hawarden. London, 1855. |
¿Reproches amatorios?
"La libertad verdadera es no esclavizarse a nadie en nada"
Gertrudis Gómez de Avellaneda
Carta Nº 13.
29 [de abril de 1853] = Viernes a las 12 de la noche
No estás malo y no me has escrito; no estás
malo, ni me has escrito, y no has ido un momento al teatro para verme siquiera
¿Tan incesantes eran esas ocupaciones que no te permitieron enviarme durante el
día una línea para decirme estoy bueno,
ni te dejaron un momento de que disponer por la noche? Yo, más libre, he estado
en el Príncipe a ver la comedia nueva1, después que supe que no
había sido por falta de salud tu silencio, y he vuelto a mi casa llena de
satisfacción por haber tenido ocasión de observar que tus noches como tus días
están igualmente bien empleadas2. De ese modo, Antonio, no se te
hará larga la vida; no tendrás tiempo para fastidiarte, lo que es una gran
ventaja. Yo, pobre ociosa, he perdido el día esperando noticias tuyas, y la
noche buscando tus miradas por el teatro. Dios mediante, procuraré corregirme
desde mañana: me ocuparé también de cosas de provecho, y como esa causa es
probable que no pueda escribirte, he querido hacerlo, aunque brevemente, antes
de acostarme; y lo hago, Antonio, deseándote descanso de tus largos trabajos, y
un sueño más tranquilo del que yo espero alcanzar. Adiós, amigo mío, buenas
noches. -¡Ah! Se me olvidaba decirte que Lasagra (sic)3 estuvo esta
tarde en casa de Eloísa y le hizo larga visita. Por lo visto no es su
indisposición la que impide que te presente, sino tus ocupaciones. Buenas noches, Antonio. El criado que traiga tu carta
prometida te llevará estas líneas: y a propósito de carta prometida, te diré antes de cerrar esta que, para evitar
promesas, que no me agradan porque parece que indican obligaciones; para evitar que nos alarmemos inútilmente y sin causa
justa a la menor falta, creo conveniente en alto grado que no se continúe el
naciente hábito de escribirnos todos los días. Lo harás buenamente cuando tus
ocupaciones te lo permitan; lo haré yo también cuando los trabajos que voy a
emprender mañana me dejen algunos ratos libres. Queda por tanto sentado que no
tendrás motivo de inquietarte si pasan uno, dos o tres días sin saber de mi, y
que yo no debo tampoco llenarme de aprensiones porque guardes un silencio más o
menos largo. Esto nos ahorrará disgustos y quejas recíprocas. Todo lo que tiene
apariencias de compromiso forzoso, de deber imprescindible, es enojoso para
gentes como nosotros, tan amantes de la independencia y de la santa y divina libertad. Rousseau era un mentecato en decir (si
fue él quien lo dijo, que no estoy segura), que la libertad es el derecho de elegirse un dueño. Yo siento, lo mismo
que tú, que la libertad verdadera es no esclavizarse a nadie en nada ¿No es
verdad? Buenas noches por tercera vez. Tú amiga
Tula
Hoy sábado 30.
Abro mi carta porque el que trajo la
tuya se ha marchado sin aguardar respuesta. Yo tenía dispuesta esta para que te
la llevara, pero toda vez que tiene que ir mi doncella, añadiré algunas líneas
a las anteriores. He leído tu carta… escribes muy bien, Antonio: cada día
conozco mejor que posees mucho talento: desgraciadamente hay cosas que yo
aprecio más que el talento aunque las
cuerdas de mi corazón estén rotas, tal parece que vibran todavía
dolorosamente cuando pienso, cuando me digo que el talento, que sabe decirlo
todo, posee la triste facultad de engañarse a sí mismo; que toma y da por color
verdadero el que produce su prisma. Cuando reflexiono en eso me pesa también
mucho el no ser tonta: le tomo miedo a mi propia imaginación; a esa falaz
encantadora que sabe hacer pesada una arista como si fuese una montaña, y
ligera a una montaña como si fuera una arista ¡Feliz Ochoa! Tienes razón.
Te hablaré verbalmente de tu carta.
Estoy demasiado triste y displicente para poder escribir cosa que merezca
leerse. Si quieres nos veremos esta noche. Esto es, si tus ocupaciones te lo permiten buenamente que si no, no; yo las respeto
mucho. En el caso que nada te sirva de obstáculo quiero verte esta noche porque
hace ocho días que en tal noche como esta creía imposible que pudieran existir
vínculos de ninguna clase entre nosotros: porque hace ocho días que me
arrepentía colérica de haber respondido a las cartas de Armando y necesito
oírte para convencerme de que no tengo hoy motivo de arrepentirme de nada.
Necesito Antonio, que así como supiste borrar de mi mente la impresión atroz
que dejó en ella aquella célebre carta de ominoso recuerdo, así borres ahora
otras impresiones penosas.
Si hace buena noche, si no se siente el
frío que hubo en la de ayer, bajaré a los jardines a las 9 en punto. Nos
pasearemos por ellos. Si el tiempo no es bueno prefiero que nos veamos en el
teatro de la Cruz: en el del Príncipe todo el mundo nos conoce y nos observa.
Si quieres que estemos más cerca uno de otro, puedes tomar dos localidades,
cualquiera que sean, las menos notables, y en ese caso vienes a las ocho y
media a esperarme al jardín. Yo bajaré sola, diciendo que voy a salir con
Eloísa, me reuniré a ti y nos iremos juntos a la Cruz.
Entonces, Antonio, te hablaré de tu
carta: de esta carta que vale menos que tu silencio de ayer; que es peor que él;
aunque tan bien escrita. Adiós.
Tula
P.D. Acabo de ver en el
diario que no hay función en la Cruz esta noche. Iremos a cualquier otro teatro;
al Circo, a los Basilios4: donde nos hallemos con menos gentes
conocidas. Eso si la noche es destemplada; sino prefiero los jardines. De todos
modos que nos veamos esta noche ¿Quién sabe si será por última vez, Antonio?
–Te quiero. Adiós.
(1)
Tula
fue al teatro del Príncipe a ver la nueva comedia en tres actos La tierra de promisión, obra traducida
del francés y cuya función se realizó a beneficio de la primera actriz doña
Manuela Ramos ("El heraldo", 30 de abril de 1853).
(2)
Antonio
Romero no asistió al teatro, al parecer estaba muy ocupado con el tema de sus
múltiples actividades políticas, incluida la recogida de fondos para ayudar a
las víctimas de la hambruna que sufría Galicia por aquellos días.
(3)
Se
refiere a Ramón de la Sagra, escritor y botánico gallego, mencionado y
analizado ya en esta curiosa correspondencia.
(4)
“Los
Basilios” fue el nombre popular que se le dio al teatro Variedades por estar
situado en el solar que otrora ocupó el convento de los Basilios, ubicado en la
calle del Desengaño entre las de Valverde y del Barco (Cincuenta años de teatro, ABC (Madrid), 18 de mayo de 1833, página
15).
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