"Tula de Antonio"
(El día que la Avellaneda acepto su pertenencia al objeto amado)
(El día que la Avellaneda acepto su pertenencia al objeto amado)
Algo debió pasar el jueves 12 de mayo. No hay carta fechada ese día. Es
posible que se perdiera o que sencillamente nunca hubiera existido. Suponemos
que Antonio, en el caso de haber acudido a la cita preparada -y creemos que sí acudió-, no llevó la correspondencia que la Avellaneda exigía tras el teatral
rompimiento orquestado (nos referimos a las cartas escritas por ella). Pero esto ya lo sabemos, de
lo contrario no estuviéramos disfrutando de estas cartas.
Nos llama la atención lo dicho (escrito), con
toda intención, en la posdata: “Mándame mis cartas: es decir, las tuyas a mí…”
Esto quiere decir que Tula, en un arranque de orgullo, dos días antes, devolvió sus cartas (las
escritas por él) y al haber reconciliación total a la fecha,
las reclamó de vuelta. Pero no solo nos ha llamado la atención la posdata, también
el cambio radical de tono en la carta que hoy reproducimos. Nótese cómo se despide
la poetisa enamorada, aceptando hasta la pertenencia al objeto amado: “Tula de Antonio”. Es como si nada entre ellos hubiera pasado:
como si el agravio, el gemido acerbo, las ofensas y hasta los aparentes rompimientos no hubieran
tenido lugar jamás. Intuimos que pudo mucho más la pasión de los tórtolos que cualquier desavenencia pasada, dando
riendas sueltas al amor, al deseo corporal propiamente dicho. Y tanto que, al parecer, Dª Francisca regresó a la casa en el momento más inoportuno, pudiendo sorprender a los enamorados en plena faena pasional. Por eso lo de "loca e inconstante en grado supremo". Menos mal que el sábado 14 de mayo era víspera de Pentecostés: la confesión y especialmente el perdón estaban asegurados.
Manuel
Lorenzo Abdala
Carta
número 22
[Viernes
13 de mayo]
Antonio mío: heme aquí acreditada de
loca y de inconstante en un grado supremo, en el concepto de mi familia: pero
no me voy ya, por ahora [al parecer ha decidido no marcharse a Carabanchel de
abajo]. En cambio tengo el disgusto de no poder verte esta noche, porque he
debido tener alguna condescendencia con la pobre mamá, a quien di ayer un mal
día [¿Un mal día…? ¿Pudo Dª Francisca sorprenderles en plena entrega amorosa].
La buena señora confiesase mañana por
ser víspera de Pentecostés, y me ha embargado para que le lea libros místicos,
etc., etc., advirtiendo que se acostará temprano. Le he dicho que yo también lo
haré, porque como dormimos tan próximas, la fastidio mucho cuando ella desea
levantarse temprano y yo me recojo tarde. Permíteme, pues, no salir esta noche
de casa, querido mío, y cuenta con que nos veremos en la de mañana, si Dios no
dispone otra cosa.
Adiós: te amo.
Tula de Antonio
(Rúbrica)
Mándame mis cartas: es decir, las tuyas
a mí.
Hoy
viernes por la mañana.
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