LA AVENTURERA
(El "vicio", como tema, tratado en la escena española del siglo XIX)
Hoy
ilustramos la carta Nº 29 con un grabado del teatro Variedades realizado por el
ilustrador E. Varela. El estampado apareció publicado en el periódico La Ilustración en el año de 1849.
En
el mencionado teatro (calle de la Magdalena número 38 de Madrid), un
día como hoy hace 162 años, se estrenaba el drama de Gertrudis Gómez de
Avellaneda, La Aventurera. La Obra estaba
inspirada en otra homónima de origen francés, pero muy distinta. Tan diferente
fue que se consideró como “drama original” por la solidez
de sus pensamientos (altamente filosóficos y morales), dirigidos a
criticar algo tan mal tratado e incomprendido tanto en la literatura como en la
sociedad.
Mariano
Zacarías Cazurro, uno de los críticos de aquellos días destacó el atrevimiento
que supuso para la autora presentar el “vicio” en escena y la dificultad de
superar el horror que aquello provocaba en el público (en su gran
mayoría, practicante de una absurda doble moral), y salir airosa en el estreno y días siguientes. Otro
crítico de entonces, Eugenio Ochoa, consideró que los textos de la autora
superaban, con creces, a los originales de Emile Augier. Con relación a esto, María
Prado Mas, experta en el teatro avellanediano ha dicho, hace pocos años, que:
(…) como en casi
todos los casos en los que la autora se ha inspirado en una obra conocida, la
que ella escribe ha de considerarse original. En esta imitación le sirvió el proceso
que había llevado a cabo en La verdad
vence apariencias a partir del Werner
de Byron; escribió sobre el mismo tema, pero cambió episodios, personajes,
prescindió de lo que quiso (…) Lo que Augier trató cómicamente, ella lo
convirtió en drama y lo trató con seriedad casi trágica.
Pero
lo que no se ha dicho es que muchas de las escenas de La Aventurera fueron "arregladas" por Gertrudis Gómez de Avellaneda
teniendo muy en cuenta el patrón que seguían las relaciones amorosas que mantenía con Antonio Romero Ortiz. Y eso que no hemos señalado lo que paralelamente
estaba aconteciendo en otro teatro madrileño. Se ensayaba, parece que muy secretamente,
otro drama, Hortensia. La
obra fue estrenada tan solo 9 días después, el 3 de junio de 1853, en el Teatro
del Príncipe. Resulta curioso que la Avellaneda no diera pista alguna en sus
cartas sobre esta obra. Quizás fuese porque había demasiadas similitudes entre el
conflicto de Hortensia, la
protagonista de la obra, y el suyo personal: Ambas eran viudas y ambas estaban seducidas
por un hombre mucho más joven que ellas y que solo buscaba el placer de la
carne… Pero mejor sigamos disfrutando de la deleitosa correspondencia que pone
de manifiesto la tesis que refrendamos tan deliberadamente. Y sobre Hortensia
nos encargaremos más adelante.
Manuel Lorenzo Abdala
Carta
número 29
[Lunes
23 de mayo de 1853]
Querido Antonio: vengo del ensayo
bastante tarde, pero no quiero dejar de ponerte siquiera cuatro líneas,
saludándote, y diciéndote que puedo verte esta noche, si quieres, ya sea en el
Príncipe ya en mi casa. Mañana probablemente no me será posible dedicarte ni un
momento, y al día siguiente nos ocupará el estreno de la Aventurera; atendiendo
a esa forzosa incomunicación de dos días, te consagro algunas horas de la noche
de hoy, si no tienes otras ocupaciones; pero con la precisa condición de que
nuestra entrevista no será un tête à tète,
o al menos que no se tratará en ella nada que física o moralmente pueda
agitarme en lo más mínimo, pues ya te dije anoche que mi indisposición se hacía
sentir algún tanto, y no sigo muy buena: al contrario.
Si no puede ser hoy nos veremos el
jueves, caso que no puede ser tampoco el miércoles en Variedades.
Adiós, querido mío, te ama
T.
Acabo de ver que no hay función en el
Príncipe. NO queda más arbitrio que el que me visites en casa, o el bajar yo a
los jardines. Si la noche no es muy mala haré lo segundo, aunque sea por poco
tiempo; pero como absolutamente no quiero pasear en carruaje, sino a pie, si el
tiempo no es tal que me permita hacerlo así, no saldré de casa esta noche. Tú
vendrás, o no, según te parezca conveniente, en el caso de que a las 9 o poco
más no haya bajado yo. Puedes estarte hasta las once y media o doce, suponiendo
que resuelvas visitarme.
Adiós otra vez, tuya
“hoy
lunes.”
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