D. Pedro
Sabater Noverges
Desde su llegada a
Madrid en 1840, Gertrudis Gómez de Avellaneda se vio rodeada siempre por
hombres que le hacían la corte. Pero ella dedicaba todo su tiempo al estudio y
a la composición, manteniendo reservados sus pensamientos íntimos, únicamente,
para Ignacio de Cepeda, el amor truncado que dejó en Sevilla. Por eso cuando
apareció, de repente, Gabriel García Tassara en su vida amorosa muchos quedaron
algo dislocados. Aquella fugaz relación, que duró medio verano, fue vista y no
vuelta a ver más, y no todos conocieron sus terribles consecuencias.
En el post anterior
habíamos dicho que, en sus memorias, Benito Hortelano escribió que la
Avellaneda, “a la sazón era la favorita del general Narváez y la que, cual otra
madame de Maintenon, disponía a su antojo de las cosas y de los hombres de alta
política…”
Esta opinión ha confundido a más de un investigador al mezclar sentimientos
íntimos con relaciones de amistad. Todos sabemos que Madame de Maintenon fue
amante del rey Luís XIV y la Avellaneda estaba muy lejos de serlo del general
Narváez, especialmente en aquellos momentos por las circunstancias personales
que atravesaba. Es cierto que fue su favorita, sí, pero favorita entre las
poetisas porque las relaciones entre ellos fueron de tipo amistoso únicamente. Y
fue más bien Narváez quién disponía (casi siempre) y dispuso a su antojo de las
cosas y de las personas de alta política (y de la literatura también) para sus
negocios de entonces.
En realidad eran
otros los que revoleteaban alrededor de la poetisa. Entre ellos destacaba un
joven escritor y político de gran talento, D. Pedro Sabater Noverges, diputado
a Cortes por Valencia y casualmente, muy amigo del general Narváez.
A D. Pedro Sabater
se le recuerda poco hoy día, y todo a pesar de que su paso por la política y por
las letras fue algo más que notorio. Nació en Valencia en 1816, hijo del
matrimonio compuesto por D. Antonio Sabater y de Dª. Francisca Noverges. Junto
a su hermano José, quedo huérfano de padre siendo muy joven, aunque la holgada
situación familiar les permitió a ambos hermanos estudiar la carrera de derecho
en la capital española.
Siendo ya abogado
en los tribunales nacionales, y con tan solo veintitrés años escribió un
folleto de tendencia europeísta dirigido a los electores de entonces en donde
apelaba a la meditación de los votantes antes de las elecciones. En el folleto
analizaba las dos escuelas políticas que imperaban en España en 1839. El blog La divina Tula ha tenido acceso al
mencionado folleto, así como también a un extenso análisis del mismo publicado
el 10 de enero de 1840 por el Diario
constitucional de Palma del cual
extraemos, por su curiosidad, los siguientes párrafos.
El Sr. D. Pedro Sabater, poeta como el Sr.
Pastor Díaz y como él buen escritor, buen publicista, y consagrado á la
constante defensa de aquellos principios tutelares sin los que ni pueden
existir los gobiernos ni recobrar su reposo si le perdieron una vez las
sociedades humanas, ha salido también en estos dias á la palestra, convencido
sin duda de que los mas claros ingenios se deben en estos días de inquietud, de
oscilaciones y trastornos á su patria. El Sr. Sabater representante fiel como
el Sr. Pastor Díaz de esa brillante juventud española escasa de años y ya rica
de esperiencia, que al mismo tiempo que ha estudiado todas las teorías en los
libros de los filósofos, ha estudiado el curso de las revoluciones políticas en
los anales de la historia, ha creído que era un deber suyo levantar su noble
voz para defender el legítimo, el verdadero progreso social contra los que
pugnan nada menos que por hacer retroceder la sociedad al primitivo caos y á la
primitiva barbárie, decorándose á sí propios con el título de progresistas.
Si el folleto del Sr. Sabater fuera de
aquellos que ganan mas con ser anunciados que con ser leídos, nos
contentaríamos con hacer de él una ligera reseña; pero siendo grande, muy
grande así su mérito filosófico como su mérito literario, creemos que debemos
ceder á su autor el uso de la palabra, ciertos como estamos, de que obrando así
no ganará poco el Sr. Sabater, y ganarán mucho nuestros lectores (…)
El mencionado
folleto de 50 páginas editado por la imprenta de D. Manuel Gil Estellés en 1839
le valió con toda seguridad al joven abogado para su nombramiento como diputado
a Cortes por Valencia donde tuvo una ferviente actividad política.
Siendo funcionario
del Ministerio de Gracia y Justicia, y a virtud del bando publicado por la
junta provisional del gobierno el 5 de septiembre de 1840 renunció a su puesto,
junto a una veintena de funcionarios más por estar en total desacuerdo con
ella. Para entonces D. Pedro Sabater era ya un personaje bastante conocido.
Había publicado y estrenado su drama histórico Don Enrique el bastardo, conde de Trastámara, así como artículos, poemas
y versos sueltos en varios periódicos.
Es precisamente su primer drama histórico la obra que lo vincula estrechamente
con Gertrudis Gómez de Avellaneda a la cual conoció nada más llegar ella a
Madrid. Don Enrique el bastardo
despertó el interés de la poetisa, obra que estudió la Avellaneda profundamente
y que junto al resto de documentos familiares que ella poseía relacionados con
D. Fernando de Castilla, linaje al que pertenecía la poetisa, le sirvieron para
escribir años más tarde Alfonso Munio,
su primer gran éxito teatral.
Entre 1838 y 1846
D. Pedro Sabater publica artículos críticos en varios periódicos de Madrid,
Valencia, Palma y Barcelona. Uno de ellos, el que más nos ha llamado la
atención, fue el publicado por El Heraldo
el 22 de febrero de 1843 sobre la canalización del río Júcar en la provincia de
Alicante, artículo que fue muy polémico en su tiempo. Podríamos citar muchos
más, pero no es nuestro cometido en estos momentos. Nos centraremos en las
relaciones personales con Gertrudis Gómez de Avellaneda.
D. Pedro Sabater se
enamoró perdidamente (como tantos otros), de la poetisa. Pero él fue mucho más
allá. Aun conociendo las desgracias personales por las que atravesaba la
escritora (deshecha relación con Tassara, nacimiento, enfermedad y muerte de
Brenilde), le escribió unos versos en los cuales le pedía directamente su mano
en casamiento. Y lo hacía en cuatro redondillas que formaban 16 versos
octosílabos de arte menor y rima consonante. Este documento (el original) se
encuentra localizado en la librería Miguel Miranda, AILA ILAB, cita en la calle
Lope de Vega 19 de Madrid. El manuscrito, una joya de la literatura, está a la
venta por el módico precio de 1.800,00 € en la citada librería (por si alguien
está interesado).
Se trata de una
hoja escrita a mano con tinta negra por ambas caras: En el recto está el poema
de la Avellaneda y en el verso o vuelta está el poema de D. Pedro Sabater
pidiendo su mano. En el citado documento, escrito a mano del puño y letra de la
Avellaneda se encuentran fragmentos de la Tragedia Saúl (en aquel momento
inédita). A continuación catorce versos de arte mayor, a modo de romance, todos
endecasílabos y con rima asonante en los versos pares. Siguen dos renglones de
puntos suspensivos y a continuación la firma de la poetisa y la fecha, 13 de
febrero de 1846. El poema de la Avellaneda hacía referencia, no al que aparece
en el documento, sino a otro compuesto días antes por el propio Sabater donde pretendía
hacer su retrato (el de ella). Cuando D. Pedro Sabater recibió la carta con el
poema respuesta, escribió por el verso de la hoja otro en el cual directamente
pedía su mano. Lo firmó, le puso la fecha (18 de febrero de 1846) y se lo envió
de vuelta. Ese es el poema que aparece en el manuscrito.
A final de nuestro
escrito transcribimos íntegramente el poema que escribió la Avellaneda, contestando
al primero y que se puede leer (catorce de sus versos) en el documento original
que atesora la librería Miguel Miranda, AILA ILAB de Madrid.
Como podrá intuirse
en la composición, la Avellaneda era conocedora de un terrible mal que padecía
el pretendiente, y acepta su mano (a pesar de no estar enamorada propiamente
dicho), en un evidente acto de sinceridad absoluta como puede comprobarse en
los dos versos que extraemos de la composición que nos ocupa:
Yo no
puedo sembrar de eternas flores
La senda que corréis de frágil vida;
Pero si en ella recogéis dolores,
Un alma encontraréis que los divida.
Yo pasaré con vos por entre abrojos;
El uno al otro apoyo nos daremos;
Y ambos, alzando al cielo nuestros ojos,
Allá la dicha y el amor busquemos.
La senda que corréis de frágil vida;
Pero si en ella recogéis dolores,
Un alma encontraréis que los divida.
Yo pasaré con vos por entre abrojos;
El uno al otro apoyo nos daremos;
Y ambos, alzando al cielo nuestros ojos,
Allá la dicha y el amor busquemos.
Dos días antes de
contestar la Avellaneda a los requerimientos amorosos del joven Sabater, y
debido a la gran crisis ministerial que sufría España, el general Narváez dimitió
de su cargo al verse imposibilitado de formar el gabinete que deseaba, cuyo Ministerio
de Gracia y Justicia estaba destinado para el pretendiente Sabater. Al poco, y
una vez instalado nuevamente Narváez en el poder, D. Pedro Sabater Noverges fue
nombrado Jefe político de la provincia de Madrid (20 de marzo de 1846). Un mes
después de todo aquello, El eco del
comercio atendiendo a los indiscretos rumores que corrían por todo Madrid, publicó
la noticia del futuro enlace entre la poetisa y el Jefe político de la capital
española.
A finales de abril,
y algo presionados por la opinión pública, la Avellaneda efectúa una gran
tertulia en su casa madrileña a la cual asisten grandes personalidades de la
política y de las letras españolas (Narváez, Gallego, Quintana, Zorrilla, Pirala, etc.).
La famosa tertulia se anunció en honor al gran poeta e improvisador italiano,
Pasquale Cataldi que deleitó con su arte a todos los invitados. Aquella misma
noche, al finalizar la velada, los prometidos anunciaron a los presentes el
compromiso oficial que les unía y la noticia corrió como las aguas de un río en
primavera por todo el país, traspasando incluso fronteras.
Por expreso deseo
de los contrayentes, la boda se celebró el 10 de mayo en la más estricta
intimidad. Los padrinos fueron el duque de Frías y su esposa, y el párroco que
efectuó el enlace, Don Juan Nicasio Gallego. A pesar del ocultismo, la noticia se
hizo pública dos días después de efectuado el enlace por El Español, periódico que además anunciaba el viaje de novios que
los recién casados harían a Paris acompañados por el sacerdote y literato
Nicasio Gallego, amigo íntimo de la escritora.
Lo que desconocía El Español y otros tantos medios de
prensa era que el anunciado viaje a la capital del Sena se realizaba, no para
disfrutar del enlace, sino con otro objetivo bien diferente. Don Pedro Sabater Noverges
padecía una grave dolencia en la laringe y necesitaba ser operado de urgencia.
Continuará…
Manuel Lorenzo Abdala
CUARTETOS.
AL
SEÑOR DON PEDRO SABATER,
(POCO
DESPUÉS MARIDO DE LA AUTORA)
CON
MOTIVO DE HABERLE ENVIADO A ESTA UNOS VERSOS EN LOS CUALES PRETENDÍA
HACER
SU RETRATO
La pintura que hacéis prueba evidente
Es del hábil pincel que la ha trazado:
En ella advierto creadora mente
Y de entusiasta amor fuego sagrado.
Toques valientes, vivo colorido,
Dignidad de expresión, conjunto grato
Todo es bello, ¡oh amigo! El parecido
Sólo le falta a tan feliz retrato.
En vuestro genio, sí, no en el modelo,
Esos rasgos halláis tan ideales,
Que sólo al pensamiento otorga el cielo
Engendrar en su luz bellezas tales.
Si como me pintáis, así os parece
Verme, creed que a confusión me muevo;
Pues tanto vuestra mente me engrandece,
Que ni a mirarme como soy me atrevo.
Regio ropaje a su placer me viste
Vuestra exaltada y rica fantasía,
Y entre tanto fulgor no sé si existe
Algo real de la sustancia mía.
¡Desdichada de mí si el tiempo alado
Se lleva en pos el fúlgido atavío,
Y halláis un día, atónito, turbado,
El esqueleto descarnado y frío!...
En esta tierra de miseria y lloro
Dispensad compasión, cariño tierno;
Mas no gastéis tan pródigo el tesoro
De admiración y amor que os dio el Eterno.
Lo que se cambia y envejece y pasa,
Lo que se estrecha en límites mezquinos,
No es nada para el alma -que se abrasa
Anhelando de amor goces divinos.-
¿Ventura reclamáis de mí, que en vano
Tras de su sombra consumí mi brío?...
¡A mí, del polvo mísero gusano,
Que de mi propia mezquindad me río!
Queréis volar, y os arrastráis despacio,
Y en pobre cieno vuestro afán se abisma
¡Salid, salid del tiempo y del espacio
Y traspasad vuestra esperanza misma!
Yo, como vos, para admirar nacida;
Yo, como vos, para el amor creada;
Por admirar y amar diera mi vida...
Para admirar y amar no encuentro nada.
Siempre el límite hallé: siempre, doquiera,
La imperfección en cuanto toco y veo
No juzgo al universo una quimera,
porque en él busco a Dios, porque en Dios creo.
Tú eres, ¡Señor!, belleza y poesía;
Tú solo, amor, verdad, ventura y gloria;
Todo es, mirado en Ti, luz y armonía;
Todo es, fuera de Ti, sombra y escoria.
¡Oh, desdichado quien -de juicio escaso-
Hallar la dicha en lo finito intente
Quien en turbio licor y estrecho vaso
Quiera apagar la sed que interna siente!
No así jamás os profanéis, ¡oh amigo!
No en esas aras de vuestra alma bella
ídolo vano alcéis, que yo os predigo
Que con desdén y horror lo hundirá ella.
Queredme bien, compadecedme y hasta:
No apreciéis cual diamante humilde arcilla:
Dadle el tesoro que jamás se gasta
A Aquel que siempre permanece y brilla.
Yo no puedo sembrar de eternas flores
La senda que corréis de frágil vida;
Pero si en ella recogéis dolores,
Un alma encontraréis que los divida.
Yo pasaré con vos por entre abrojos;
El uno al otro apoyo nos daremos;
Y ambos, alzando al cielo nuestros ojos,
Allá la dicha y el amor busquemos.
¿Qué más podéis pedir? ¿Qué más pudiera
Ofrecer con verdad mi pobre pecho?
Ternura os doy con efusión sincera
¡De mi ídolo el altar ya está deshecho!
No igual suerte me deis, ¡oh, vos, que en esta
Tierra de maldición sois mi consuelo!
¡No me queráis alzar ara funesta!
¡No me pidáis en el destierro el cielo!
Vedme cual soy en mí, no en vuestra mente,
Bien que el retrato destrocéis con ira;
Que, aunque cual creación brille eminente,
Vale más la verdad que la mentira.
Es del hábil pincel que la ha trazado:
En ella advierto creadora mente
Y de entusiasta amor fuego sagrado.
Toques valientes, vivo colorido,
Dignidad de expresión, conjunto grato
Todo es bello, ¡oh amigo! El parecido
Sólo le falta a tan feliz retrato.
En vuestro genio, sí, no en el modelo,
Esos rasgos halláis tan ideales,
Que sólo al pensamiento otorga el cielo
Engendrar en su luz bellezas tales.
Si como me pintáis, así os parece
Verme, creed que a confusión me muevo;
Pues tanto vuestra mente me engrandece,
Que ni a mirarme como soy me atrevo.
Regio ropaje a su placer me viste
Vuestra exaltada y rica fantasía,
Y entre tanto fulgor no sé si existe
Algo real de la sustancia mía.
¡Desdichada de mí si el tiempo alado
Se lleva en pos el fúlgido atavío,
Y halláis un día, atónito, turbado,
El esqueleto descarnado y frío!...
En esta tierra de miseria y lloro
Dispensad compasión, cariño tierno;
Mas no gastéis tan pródigo el tesoro
De admiración y amor que os dio el Eterno.
Lo que se cambia y envejece y pasa,
Lo que se estrecha en límites mezquinos,
No es nada para el alma -que se abrasa
Anhelando de amor goces divinos.-
¿Ventura reclamáis de mí, que en vano
Tras de su sombra consumí mi brío?...
¡A mí, del polvo mísero gusano,
Que de mi propia mezquindad me río!
Queréis volar, y os arrastráis despacio,
Y en pobre cieno vuestro afán se abisma
¡Salid, salid del tiempo y del espacio
Y traspasad vuestra esperanza misma!
Yo, como vos, para admirar nacida;
Yo, como vos, para el amor creada;
Por admirar y amar diera mi vida...
Para admirar y amar no encuentro nada.
Siempre el límite hallé: siempre, doquiera,
La imperfección en cuanto toco y veo
No juzgo al universo una quimera,
porque en él busco a Dios, porque en Dios creo.
Tú eres, ¡Señor!, belleza y poesía;
Tú solo, amor, verdad, ventura y gloria;
Todo es, mirado en Ti, luz y armonía;
Todo es, fuera de Ti, sombra y escoria.
¡Oh, desdichado quien -de juicio escaso-
Hallar la dicha en lo finito intente
Quien en turbio licor y estrecho vaso
Quiera apagar la sed que interna siente!
No así jamás os profanéis, ¡oh amigo!
No en esas aras de vuestra alma bella
ídolo vano alcéis, que yo os predigo
Que con desdén y horror lo hundirá ella.
Queredme bien, compadecedme y hasta:
No apreciéis cual diamante humilde arcilla:
Dadle el tesoro que jamás se gasta
A Aquel que siempre permanece y brilla.
Yo no puedo sembrar de eternas flores
La senda que corréis de frágil vida;
Pero si en ella recogéis dolores,
Un alma encontraréis que los divida.
Yo pasaré con vos por entre abrojos;
El uno al otro apoyo nos daremos;
Y ambos, alzando al cielo nuestros ojos,
Allá la dicha y el amor busquemos.
¿Qué más podéis pedir? ¿Qué más pudiera
Ofrecer con verdad mi pobre pecho?
Ternura os doy con efusión sincera
¡De mi ídolo el altar ya está deshecho!
No igual suerte me deis, ¡oh, vos, que en esta
Tierra de maldición sois mi consuelo!
¡No me queráis alzar ara funesta!
¡No me pidáis en el destierro el cielo!
Vedme cual soy en mí, no en vuestra mente,
Bien que el retrato destrocéis con ira;
Que, aunque cual creación brille eminente,
Vale más la verdad que la mentira.
Gertrudis
Gómez de Avellaneda
13 de
febrero de 1846
Bibliografía:
El Heraldo, El eco del comercio, El Español, Diario
Constitucional de Palma, La Tribuna, Semanario pintoresco español (Hemeroteca BNE)
Sabater Noverges,
Pedro. Don Enrique el bastardo, conde de
Trastámara, drama histórico en seis actos y en verso. Imprenta de López y
Co., Valencia 1841.
Hortelano, Benito. Memorias de Benito Hortelano. Editorial
Espasa-Calpe. Madrid 1936.
Sabater Noverges,
Pedro. Las dos escuelas políticas,
instrucción a los electores. Imprenta de D. Manuel Gil Estellés, Madrid 1839.
Gómez de Avellaneda
de Sabater, Gertrudis. Poesías.
Imprenta de Delgrás Hermanos. Pretil de los Consejos. Madrid 1850.
Gómez de Avellaneda,
Gertrudis – Sabater, Pedro. Documento manuscrito siglo XIX. Librería
Miguel Miranda, AILA ILAB, calle Lope de Vega 19 de Madrid. Ref. 28027
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