(¿Escoba o escopeta?) Foto by Lady Clementina Hawarden. London, 1855. |
Quiero ser sola,
única: todo o nada.
(Celosa cual africana, decimonónica)
Esta carta fue escrita la noche del
diecinueve de abril, al día siguiente de Armand
Carrel responder sobre la cita tenida lugar en los Jardines de Oriente... Al
parecer el “amable incognito”, respondiendo a los deseos de la poetisa, se
ofrece para tratar sobre La Aventurera en
un periódico que colabora, contribuyendo de esa manera al futuro éxito de la obra
cuyo estreno tuvo lugar un mes después, el 25 de mayo de 1853.
Literatura aparte, la curiosidad de la
carta radica en la invitación a las corridas de toros que él le hace -convite
rechazado tácitamente- y la alegoría que se establece entre “esos bichos”, como
llama ella a los toros, y el posible estatus civil de su interlocutor. Es
evidente que Antonio Romero desea ser su amante, pero no quiere que su relación
sea del dominio público para poder dar marcha atrás cuando lo estime necesario
o para poder picar en otras flores como era costumbre de la época. En realidad
Armand teme a las gacetillas parlantes
porque Tula es demasiado conocida. Ella por el contrario, al no concebir la
bigamia del corazón y creerse incapaz de enamorarse de hombre ajeno, hace una
declaración de principios que no tiene desperdicio. Quiere ser única. Lo quiere
todo o nada. Y como las africanas, dice, es celosa hasta de los pensamientos…”
Armand Carrel no lo tendrá tan fácil como ha creído.
La misiva marca el inicio del desarrollo o
nudo de la relación. A partir de aquí, las cosas serán muy, pero que muy
diferentes.
Manuel Lorenzo Abdala
Carta Nº 6.
19
de abril de 1853.
“martes por la noche”
Amigo incógnito, recibo tu carta en la
noche de hoy martes, y al volver del teatro del Príncipe donde pasé largas
horas lo mismo que tú la noche antes; eso es, fastidiada y medio dormida. Te
escribí el lunes a la misma hora en que tu trazabas, según veo en su fecha, las
últimas líneas de tu carta: conjeturo que la mía habrá llegado a tus manos con
considerable atraso, como era de esperar, pues iba rotula a Manolo en el sobre interior, y en el
exterior a Dª Teresa Guio. Si por pereza de dicha señora no la has recibido
todavía, ten la bondad de recogerla.
Voy ahora a contestarte: escucha.
[Nótese que le tutea y esto significa algo]
No me agradan las gentes jactanciosas,
aunque respeto mucho el legítimo orgullo. La primera página de tu carta parece
escrita por García Quevedo* [Se refiere a José Heriberto García Quevedo], de
quien se dice vulgarmente que es el pregonero de su propia fama ¿Si serás él…?
Empiezo a sospecharlo, y a fe que no me pesaría, porque dicen que es bastante
original y esto excita en mí el deseo de tratarlo. Es además americano y tal
circunstancia siempre recomienda conmigo. A pesar del tono enfático y
vanaglorioso que empleas al hacerlas, te agradezco mucho tus ofertas respecto a
mi última producción [La Aventurera]:
la he confiado a tu cuidado con entera fe y confianza en tu buena voluntad, y
sé que la buena voluntad siempre alcanza medios. Me han dicho que se ejecutará
antes del 15 de mayo, no sé si lo cumplirán porque no trato al presente a las
gentes de Variedades, y si he dado La
Aventurera allí ha sido por compromisos particulares con Buzón. No sentiré
gran cosa que la pandilla Ochoa, Cañete y comparsa, eliminen mi obra. De todos
modos te la dedico acá en mi interior, amable desconocido y deseo que no te
parezca indigna de la adopción que haces de ella.
Vamos a los toros, puesto que ellos te
han inspirado la idea de exclamar -¿si
seré yo casado?- No voy jamás a las corridas de esos bichos, como le
llamáis los aficionados: pero ¿sabes que
si fueras casado era poco lisonjera para tu mujer la semejanza o analogía que
parece has encontrado entre los toros y los individuos pertenecientes al santo
estado? Salvo esta observación no veo imposibilidad de que hayas sometido tu
cuello al yugo terno, pero creo que harías muy mal, si la hipótesis no es
errónea, en robarle a tu cónyuge los momentos que dedicas a tu papel de Armand,
y por mi parte, si fuera yo tu mujer, te haría de hacer pagar muy cara esa
humorada inoportuna. Es verdad que yo sería una esposa tremenda, si amara a mi
marido se entiende, porque soy celosa como una africana: celosa hasta de los
pensamientos. Por eso me creo incapaz de enamorarme de hombre ajeno: no concibo
la bigamia del corazón: quiero ser sola, única: todo o nada. Pero no viene al
caso el decir ahora mi modo de sentir en aquel particular ¡Dios me libre de
saber prácticamente hasta qué punto son exactas mis teorías!
¿Qué quieren decir las palabras de César
que me citas? No soy fuerte en el latín; ten la bondad de traducírmelas. Yo
solo recuerdo de aquél célebre dominador aquellas tan conocidas palabras
“Llegué, vi, vencí” y a fe mía que si yo hubiese estado en lugar de sus
enemigos me hubiera vengado infaliblemente de aquella jactancia. Otra pregunta:
¿qué Rubicón has pasado? Tu carta última habla a manera de oráculo; me quedo en
ayunas de muchas cosas. Yo estaba enfadada y triste y preocupada cuando la
recibí y después de leerla me siento de buen humor. Hay párrafos curiosísimos,
y uno de ellos necesita larga contestación que te daré mañana; pues son las
doce de la noche y se acaba este pliego. Hasta mañana pues, amable incognito.
G.
[sin rubricar]
Nota:
· José Heriberto
García de Quevedo fue
un poeta, novelista, diplomático y militar venezolano nacido en Coro, estado
Falcón en marzo de 1819 y fallecido en París en
junio de 1871. Era descendiente del escritor español Francisco de Quevedo y Villegas.
En 1825 se mudó con sus padres a Puerto Rico, donde inició
una educación que continuaría en Francia y España. En este último país hizo
amistad con el escritor José Zorrilla, con quien colaboró en la composición del
poema Pentápolis o La
ira de Dios, publicado en 1852 [Por José zorrilla, Tula supo de su existencia,
talento popularidad y temperamento]. También colaboró junto a Zorrilla en María
y Un cuento de amores (1849),
aunque en el primer caso solo fue contratado para terminar el trabajo que el
autor español no pudo hacer por diversos inconvenientes. García de Quevedo además escribió
obras teatrales, novelas cortas y poemarios del género romántico que le ganaron gran celebridad,
siendo considerado uno de los escritores más populares de la época.
En España, sirvió en la Guardia Real y a mediados del siglo
XIX fue profesor de italiano y literatura italiana en el Ateneo de Madrid. En 1857, visitó Caracas como Encargado
de Negocios de España y fue testigo de la Revolución de Marzo 1858. De regreso a
Europa, editó una compilación de sus obras titulada Obras poéticas y literarias de
Don José Heriberto García de Quevedo publicada
en París en 1863. En 1864, fue delegado por España en la Primera Convención de Ginebra, en la cual se creó
la Cruz Roja Internacional.
En 1861 se trasladó a París y en marzo de 1871, al regreso
de un viaje, se encontró con el levantamiento popular que llevó al
establecimiento de La Comuna de París. Contra el consejo de sus acompañantes,
intentó entrar a la ciudad y fue herido mortalmente por un disparo proveniente
de una barricada.
qué mujer!! pone los pelos de puntas. ME ENCANTA, siempre me encanta
ResponderEliminar¡Todo o nada! (celosa como una africana) Imagino lo que has disfrutado. Un beso enorrrrme.
EliminarDice la Avellaneda: "Yo solo recuerdo de aquél célebre dominador aquellas tan conocidas palabras “Llegué, vi, vencí” y a fe mía que si yo hubiese estado en lugar de sus enemigos me hubiera vengado infaliblemente de aquella jactancia." Armand Carrel que tenga mucho cuidado!!!
ResponderEliminar¿Escoba o escopeta? Me parto y me mondo. Ja.
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