mayo 22, 2013

A LA POESÍA

 

Hoy queremos reproducir la primera composición poética de Gertrudis Gómez de Avellaneda en suelo europeo. Llevaba un mes la joven en La Coruña cuando escribe este desgarrador poema, fue en julio de 1836. Ella misma nos da pistas acerca de la adversa situación en que se encontraba en una carta a su prima Eloísa (1):
 
Sin embargo, acaso me hubiese acostumbrado y se disiparía en mí la primera impresión desagradable que sentí al llegar a La Coruña, si motivos inesperados no me hubieran dado reales y positivos pesares. Mi padrastro se había manejado bien con nosotros hasta ese momento: entonces se desenmascaró. Estaba en su país y con su familia, nosotros [su madre, ella misma y sus hermanos] lo habíamos abandonado todo y su alma mezquina abusó de esas ventajas: gracias a una orden inicua, movía los hilos de nuestros recursos y los conflictos, comenzaron a ser el eje de nuestras vidas.
Mi hermano Manuel y yo nos convertimos en unos extraños porque éramos hijos de otro padre. No hubo pesares y humillaciones que no devorase en secreto. Mamá era muy infeliz, y mi hermano no pudo soportarlo, tan comprometido se vio con Escalada que tuvo que marcharse al extranjero. Sería el nunca acabar si quisiera contar las ridiculeces, tiranías y bajezas de toda la familia Escalada.
 
La composición fue escrita durante varias noches en que la joven Avellaneda se sentía tremendamente abrumada por todo y mientras rogaba a Dios fuerzas para resistir aquel martirio que sufría.
 
En cuanto a la metrificación del poema, acudimos a las notas y comentarios de Regino E. Boti el cual nos dice que: “La Avellaneda fue un carácter inquieto y analítico. Fruto de él es la hermosa resultancia a que llevó sus trabajos de métrica, descubriendo, precisamente por haber descompuesto el verso, nuevas síntesis rítmicas” (2).
Por lo impetuoso de su estro, Gertrudis Gómez de Avellaneda, fue incapaz de soportar la tiranía constante de un mismo metro como podrá comprobarse en la composición que hoy regalamos a los lectores del blog.
 
Manuel Lorenzo Abdala
(1) Boxhorn, Emilia. Memorias inéditas de la Avellaneda. SGLE, Madrid 1929

(2) Si desea consultar el artículo completo La Avellaneda como metrificadora pinche sobre el título.

 

Melancolía. Constance Marie Charpentier, 1801. Óleo sobre tela, 130 X 165 cm. Museo Picardie, Aimens-Francia.
 
 
A LA POESÍA
 
¡Oh tú, del alto cielo
Precioso don al hombre concedido!
¡Tú, de mis penas íntimo consuelo,
De mis placeres manantial querido!
¡Alma del orbe, ardiente poesía,
Dicta el acento de la lira mía!
 
Díctalo, sí, que enciende
Tu amor mi seno, y sin cesar ansío
La poderosa voz, que espacios hiende,
Para aclamar tu excelso poderío,
Y en la naturaleza augusta y bella
Buscar, seguir y señalar tu huella.
 
¡Mil veces desgraciado
Quien -al fulgor de tu hermosura ciego-
En su alma inerte y corazón helado
No abriga un rayo de tu dulce fuego;
Que es el mundo, sin ti, templo vacío,
Cielo sin claridad, cadáver frío!
 
Mas yo doquier te miro;
Doquier el alma, estremecida, siente
Tu influjo inspirador; el grave giro
De la pálida luna, el refulgente
Trono del sol, la tarde, la alborada...
Todo me habla de ti con voz callada.
 
En cuanto ama y admira,
Te halla mi mente. Si huracán violento
Zumba, y levanta el mar, bramando de ira;
Si con rumor responde soñoliento
Plácido arroyo al aura que suspira...
Tú alargas para mí cada sonido
Y me explicas su místico sentido.
 
Al férvido verano,
A la apacible y dulce primavera,
Al grave otoño y al invierno cano
Me embellece tu mano lisonjera;
¡Que alcanzan, si los pintan tus colores,
Calor el hielo, eternidad las flores!
 
¿Qué a tu dominio inmenso
No sujetó el Señor? En cuanto existe
Hallar tu ley y tus misterios pienso:
El universo tu ropaje viste,
Y en su conjunto armónico demuestra
Que tú guiaste la hacedora diestra.
 
¡Hablas! ¡Todo renace!
Tu creadora voz los yermos puebla;
Espacios no hay que tu poder no enlace;
Y rasgando del tiempo la tiniebla,
De lo pasado al descubrir ruinas,
Con tu mágica luz las iluminas.
 
Por tu acento apremiados,
Levántanse del fondo del olvido,
Ante tu tribunal, siglos pasados;
Y el fallo que pronuncias -trasmitido
Por una y otra edad en rasgos de oro-
Eterniza su gloria o su desdoro.
 
Tu genio, independiente
Rompe las sombras del error grosero;
La verdad preconiza; de su frente
Vela con flores el rigor severo,
Dándole al pueblo, en bellas creaciones,
De saber y virtud santas lecciones.
 
Tu espíritu sublime
Ennoblece la lid; tu épica trompa
Brillo eternal en el laurel imprime;
Al triunfo presta inusitada pompa;
Y los ilustres hechos que proclama
Fatiga son del eco de la fama.
 
Mas, si entre gayas flores,
A la beldad consagras tus acentos;
Si retratas los tímidos amores;
Si enalteces sus rápidos contentos;
A despecho del tiempo, en tus anales,
Beldad, placer y amor son inmortales.
 
Así en el mundo suenan
Del amante Petrarca los gemidos;
Los siglos con sus cantos se enajenan;
Y unos tras otros -de su amor movidos-
Van de Valclusa a demandar al aura
El dulce nombre de la dulce Laura.
 
¡Oh! No orgullosa aspiro
A conquistar el lauro refulgente,
Que humilde acato y entusiasta admiro,
De tan gran vate en la inspirada frente;
Ni ambicionan mis labios juveniles
El clarín sacro del cantor de Aquiles.
 
No tan ilustres huellas
Seguir es dado a mi insegura planta...
Mas, abrasada al fuego que destellas,
¡Oh, genio bienhechor!, a tu ara santa
Mi pobre ofrenda estremecida elevo,
Y una sonrisa a demandar me atrevo.
 
Cuando las frescas galas
De mi lozana juventud se lleve
El veloz tiempo en sus potentes alas,
Y huyan mis dichas como el humo leve,
Serás aún mi sueño lisonjero,
Y veré hermoso tu favor primero.
 
Dame que puedas entonces,
¡Virgen de paz, sublime poesía!,
No transmitir en mármoles ni en bronces
Con rasgos tuyos la memoria mía;
Sólo arrullar, cantando, mis pesares,
A la sombra feliz de tus altares.
 
 
Reproducción (del principio y final) de la composición poética según aparece en el original POESIAS, Gertrudis Gómez de Avellaneda. Imprenta de Delgrás Hermanos, Madrid 1850.

3 comentarios:

  1. Sin Tula tuviesemos un vacio muy hondo, en los pilares de nuestra literatura insular. De La Avellaneda no se puede prescindir, como no se puede prescindir de Heredia, de Marti ni de Lezama Lima. Gracias, Manuel, por mantener vivo el fuego de su poesia!

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  2. Por momentos, la poesía de Tula me recuerda mucho a algunas rimas de Bécquer. En "Amor y orgullo" también encuentro muchísimas semejanzas. ¿Se conocieron Bécquer y Avellaneda? No consigo encontrar referencias sobre ello, y me intriga mucho.

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  3. Hola Jana
    No es raro encontrar semejanzas entre ambas poesías. Los dos vivimos (vivieron) una misma época y transitamos (transitaron) idénticos caminos. El hecho de que si se conocieron o no es todo un misterio aún no resuelto. Para contar verdades, todo parece indicar que sí, pero a escondidas... No puedo decirte más, de momento.
    Ah, y no eres la única intrigada con el tema.
    En breve sabrás la verdad, absoluta.

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