SEGUNDO CUADERNILLO
Galicia
Pontevedra y
Vigo
Pontevedra
El 26 [26 de marzo de 1838], por la
madrugada, salimos para Pontevedra, no en diligencia, porque no la había, sino
en unas llamadas literas, que creo invención dé los gallegos y que por cierto
no les hace honor, pues no es posible viajar más incómodamente que en las tales
literas.
Sin embargo de lo molestados que
íbamos en las literas, y de un tiempo frío y lloviznoso que nos acompañó en
todo el viaje desde que salimos de la episcopal Santiago, nos encantó la
hermosura de aquellas campiñas, que son más risueñas y románticas a proporción
que uno se aproxima a Pontevedra. A medida que nos alejábamos de Santiago, nos
parecía notar un cielo más despejado y hermoso y más labrados los campos, y al llegar
a Pontevedra (aun en la estación en que yo hice este viaje, que no era la más
favorable a las bellezas de los campos), se cree uno transportado a los
jardines del Edén. El camino de Santiago a Pontevedra son nueve leguas
sembradas de pueblecitos, entre los cuales, Caldas y el Padrón son los más
considerables. Cerca del primero de estos dos está la iglesia o ermita de la
Esclavitud, que dicen es muy milagrosa; pero yo no puedo decir sino que es bonita.
A las nueve de la noche llegamos a Pontevedra, ¡tal es la parsimonia de las
literas!, y pasamos allí seis o siete días bastante divertidos.
Actividad comercial en la ciudad de Pontevedra, grabado siglo XIX |
Pontevedra es una población pequeña,
cuya principal ventaja es su localidad en medio de hermosísimas campiñas y con
una ría magnífica. El caserío no es malo, y la plaza de la Constitución es
bastante bonita.
Lo mismo que Santiago y La Coruña,
tiene varias fuentes, algunas de muy buenas aguas, y las calles están
medianamente empedradas.
El aspecto de la población es alegre;
tiene serenos y alumbrado público, y orgullosa con su nuevo título de ciudad y
capital de provincia, se cree al nivel de La Coruña, con la cual pretende
rivalizar.
Hay un paseo de verano bastante
bueno, y en el invierno se pasean, como en Santiago, por unos portales, que
llaman La Herrería.
Hay algunas iglesias regulares,
teatro ninguno, pero sí una tertulia a que asistí, que es brillantísima para el
pueblo, y que no la vi igual en Santiago ni en La Coruña.
Vigo
Vista general de la Ría de Vigo, la más profunda y meridional de las Rías Bajas de Galicia, grabado mediados del siglo XIX |
El 2 [2 de abril DE 1838] salimos de
Pontevedra, en caballerías, a las ocho de la mañana, y llegamos a Vigo a las
tres de la tarde, en medio de un terrible aguacero.
Paramos en la posada llamada de La
Vizcaína, que está en la plaza de la Constitución, que es lo mejor de la ciudad;
y estuvimos hasta el 5 por la noche (si no me engaño), en que nos embarcamos.
La localidad ventajosa de Vigo, y su
bahía, que se reputa como una de las mejores de Europa, me hacen admirar no se haya
fomentado más y de que no sea una gran ciudad comercial.
Su aspecto es alegre y pintoresco;
pero el caserío feo y el piso desigual en extremo, lleno de cuestas, como el de
Santiago de Cuba.
Me admiré de encontrar en Vigo un
teatro, que sería bueno en cualquier ciudad de más rango, y que para Vigo es magnífico.
Me agradó, igualmente, el fino trato que noté en las pocas personas que allí
conocí, y que me dijeron otros forasteros era general en todos los vigueses.
En fin, el 5 nos embarcamos Manuel y
yo en el vapor inglés Londonderry, a
las diez de la noche, con un hermoso tiempo. ¡Fue, sin embargo, una noche bien
triste para mí!... Me separaba por primera vez de mamá, y en el momento de realizar
el deseo... largamente alimentado de visitar a mi familia paterna y conocer
Andalucía, en el momento, digo, de conseguir mi anhelo, faltó éste de repente
en mi corazón, y sólo el temor de parecer en ridículo a los ojos de las gentes
si dejaba conocer esta mudanza, pudo resolverme a ejecutar el terrible esfuerzo
con que me arranqué de los brazos cariñosos de una madre tan querida.
Bien en breve nos alejamos de aquella
bahía, y ya me vi fuera de Galicia, de aquella Galicia que yo creía a veces
aborrecer, que deseaba dejar, y en la cual, sin embargo, dejaba sitios llenos
para mí de dulcísimos recuerdos.
Mi primera navegación había sido con
franceses; luego, de Bordeaux a La Coruña, con alemanes, y entonces me vi
rodeada de ingleses. Sin embargo, había también españoles y damas inglesas que
entendían el francés, lengua que hablo lo bastante para darme a entender. El
cielo estaba despejado, el mar en calma, y el vapor, como una saeta, dejó bien
pronto atrás la costa de Galicia.
Fin del segundo cuadernillo
El siguiente post, correspondiente al tercer cuadernillo y dedicado a la bella ciudad de Lisboa, podrá consultarse a partir del domingo 12 de agosto.
Nota
de la redacción:
Todo
lo reproducido en este post -salvo acotaciones y notas-, se ha tomado del
original, ortografía y puntuación incluidos:
Gertrudis
Gómez de Avellaneda: Biografía, bibliografía e iconografía, incluyendo muchas
cartas, inéditas o publicadas, escritas por la gran poetisa o dirigidas a ella y
sus memorias (páginas
267-270) Domingo Figarola Caneda,
notas ordenadas o publicadas por Emilia Boxhorn, SGLE, Madrid
1929.
Con este segundo cuadernillo cierra la autora su periplo gallego, el que duró cerca de dos años. Para comprender su triste estancia por estas tierras, se debe consultar la autobiografía, escrita al año siguiente de estas Memorias.
ResponderEliminarA veces su estilo me resulta super contemporáneo... Tula, esa intemporal. Me fascinó el Post!
ResponderEliminarQuerida, si el post te fascinó, el siguiente te arrebatará, Lisboa se avista en el horizonte... Te irá dedicado, con incondicional ternura, amor y amistad profunda (con permiso de Tula).
EliminarComo una saeta... rumbo a Lisboa. La última oración es magistral en su sencillez y por el modo en que deja abierta la narración al siguiente viaje; estas memorias tienen un fascinante sabor a serie.
ResponderEliminarCoincido con Tenchy, Tula es de una contemporaneidad que asusta!
ResponderEliminarGracias por traernosla!