mayo 25, 2015

AMOR Y PASIÓN (Carta Nº 29)



LA AVENTURERA
(El "vicio", como tema, tratado en la escena española del siglo XIX)

Hoy ilustramos la carta Nº 29 con un grabado del teatro Variedades realizado por el ilustrador E. Varela. El estampado apareció publicado en el periódico La Ilustración en el año de 1849.
En el mencionado teatro (calle de la Magdalena número 38 de Madrid), un día como hoy hace 162 años, se estrenaba el drama de Gertrudis Gómez de Avellaneda, La Aventurera. La Obra estaba inspirada en otra homónima de origen francés, pero muy distinta. Tan diferente fue que se consideró como “drama original” por la solidez de sus pensamientos (altamente filosóficos y morales), dirigidos a criticar algo tan mal tratado e incomprendido tanto en la literatura como en la sociedad.
Mariano Zacarías Cazurro, uno de los críticos de aquellos días destacó el atrevimiento que supuso para la autora presentar el “vicio” en escena y la dificultad de superar el horror que aquello provocaba en el público (en su gran mayoría, practicante de una absurda doble moral), y salir airosa en el estreno y días siguientes. Otro crítico de entonces, Eugenio Ochoa, consideró que los textos de la autora superaban, con creces, a los originales de Emile Augier. Con relación a esto, María Prado Mas, experta en el teatro avellanediano ha dicho, hace pocos años, que:

        (…) como en casi todos los casos en los que la autora se ha inspirado en una obra conocida, la que ella escribe ha de considerarse original. En esta imitación le sirvió el proceso que había llevado a cabo en La verdad vence apariencias a partir del Werner de Byron; escribió sobre el mismo tema, pero cambió episodios, personajes, prescindió de lo que quiso (…) Lo que Augier trató cómicamente, ella lo convirtió en drama y lo trató con seriedad casi trágica.

Pero lo que no se ha dicho es que muchas de las escenas de La Aventurera fueron "arregladas" por Gertrudis Gómez de Avellaneda teniendo muy en cuenta el patrón que seguían las relaciones amorosas que mantenía con Antonio Romero Ortiz. Y eso que no hemos señalado lo que paralelamente estaba aconteciendo en otro teatro madrileño. Se ensayaba, parece que muy secretamente, otro drama, Hortensia. La obra fue estrenada tan solo 9 días después, el 3 de junio de 1853, en el Teatro del Príncipe. Resulta curioso que la Avellaneda no diera pista alguna en sus cartas sobre esta obra. Quizás fuese porque había demasiadas similitudes entre el conflicto de Hortensia, la protagonista de la obra, y el suyo personal: Ambas eran viudas y ambas estaban seducidas por un hombre mucho más joven que ellas y que solo buscaba el placer de la carne… Pero mejor sigamos disfrutando de la deleitosa correspondencia que pone de manifiesto la tesis que refrendamos tan deliberadamente. Y sobre Hortensia nos encargaremos más adelante.


Manuel Lorenzo Abdala





Carta número 29
[Lunes 23 de mayo de 1853]

        Querido Antonio: vengo del ensayo bastante tarde, pero no quiero dejar de ponerte siquiera cuatro líneas, saludándote, y diciéndote que puedo verte esta noche, si quieres, ya sea en el Príncipe ya en mi casa. Mañana probablemente no me será posible dedicarte ni un momento, y al día siguiente nos ocupará el estreno de la Aventurera; atendiendo a esa forzosa incomunicación de dos días, te consagro algunas horas de la noche de hoy, si no tienes otras ocupaciones; pero con la precisa condición de que nuestra entrevista no será un tête à tète, o al menos que no se tratará en ella nada que física o moralmente pueda agitarme en lo más mínimo, pues ya te dije anoche que mi indisposición se hacía sentir algún tanto, y no sigo muy buena: al contrario.
        Si no puede ser hoy nos veremos el jueves, caso que no puede ser tampoco el miércoles en Variedades.

        Adiós, querido mío, te ama

T.  


        Acabo de ver que no hay función en el Príncipe. NO queda más arbitrio que el que me visites en casa, o el bajar yo a los jardines. Si la noche no es muy mala haré lo segundo, aunque sea por poco tiempo; pero como absolutamente no quiero pasear en carruaje, sino a pie, si el tiempo no es tal que me permita hacerlo así, no saldré de casa esta noche. Tú vendrás, o no, según te parezca conveniente, en el caso de que a las 9 o poco más no haya bajado yo. Puedes estarte hasta las once y media o doce, suponiendo que resuelvas visitarme.

        Adiós otra vez, tuya



“hoy lunes.”

mayo 21, 2015

AMOR Y PASIÓN (carta Nº 28)


“Adiós, vive, goza, sé feliz”
(Palabra de Tula)

Hoy 21 de mayo de 2015, hace exactamente 162 años fue escrita la carta que a continuación reproducimos. En ella se repiten los típicos reproches de las cartas anteriores donde la protagonista reclama atención y entona su romanticismo militante. La Avellaneda necesita ser tenida muy en cuenta y lo dice sin reparos. Se hostiga al decir “Una pobre enferma (…) no debe pensar en nada, sino en morir”. Y más adelante, casi rebajándose a un nivel inferior, vuelve a lanzar un golpe de efecto, como en el teatro. Se trata, evidentemente, de una estrategia muy bien pensada para conservar a su amante que irremediablemente se aleja de ella. Antonio la ve ya como amiga, no como esposa (Se lo ha dicho en la carta que él escribe).
Realmente nos hace reír el final de la primera parte de esta carta y que da título a nuestro escrito: “Adiós, vive, goza, sé feliz” lo que se contrapone con el final de la segunda: “Adiós, te quiere siempre tu pobre enferma”. Aquí, la romántica Avellaneda, pone de manifiesto su estudiada estrategia amorosa, su intencionalidad. Y en medio del romántico drama “real” que experimenta, La Aventurera a cuatro días para su estreno (fue el 25 de mayo). Pero ese análisis entre realidad y ficción, entre obra y vida de la Aventurera (Avellaneda), lo dejaremos para más adelante… Solo apuntaremos, de momento, la intencionalidad de la autora en conseguir publicidad para su drama a estrenar (en el teatro) que es, en definitivas, el suyo personal.


Manuel Lorenzo Abdala




Carta número 28
[21 de mayo de 1853]
       
        Antonio: enferma, muy enferma en los dos últimos días, no he podido escribirte ni salir de casa. Hoy, algo mejorada, envío a saber noticias tuyas, aunque tan poco te has cuidado de dármelas, y de preguntarme el motivo de mi silencio. Apenas tengo fuerzas para mover la pluma: los que dicen son de aprensión todos mis males, podían verme hoy, y desgraciadamente se convencerían de que no soy aprensiva. En fin lo que ahora quiero es saber de ti ¿Qué te has hecho desde que no nos vemos? ¿Has estado anoche en el Príncipe? Anteanoche, creo no hubo función. Todas aquellas fatales horas, que esperaba pasar cerca de ti, las tuve en la cama con fiebre, y con dolores crueles. Ayer estuve un rato en el ensayo de mi drama y volví peor; a no haber sido así te hubiera visto por la noche en el teatro, según era mi propósito.

        Hoy no sé que proponerte. Verte sola me haría bien al alma y mal al cuerpo. Verte con testigos me causaría enfado, porque necesito oírte palabras tiernas ¡Palabras tiernas…! ¿Las tienes tu para mi… tú que has pasado dos días sin procurar saber si estoy viva o muerta…? No; no te propongo nada, Antonio. Una pobre enferma no sirva para nada: no debe pensar en nada, sino en morir. Estoy muy triste, muy triste. Adiós, mándame decir que estas bueno. Porque hasta se me ocurre a veces que tu también estarás tal vez malo. Hasta he pensado si te habré comunicado yo parte de este malestar que me mata: si será mi enfermedad trasmisible, y si tú sientes algo de esta inexplicable fiebre interna que me está devorando. Mi corazón salta en este momento como si quisiera ahogarme, y todo mi cuerpo padece ¡Ay Antonio! No; no hay curación para mí: no tienes ese poder: yo no sé qué es esto que tengo, pero siento que es cosa que me matará pronto o tarde ¿Más que te importa a ti?

        Adiós, vive, goza, sé feliz-


Tula   



“Hoy 21 de Mayo”


        En el momento de cerrar esta para mandártela, recibo la tuya. Gracias Antonio; gracias porque te has acordado al fin de que podía estar enferma ¡Ay hijo…! Mal estaban las esposas si ese título significase para todos lo que significa para tu corazón. Mal estaban si todos los maridos fuesen tan… tan no sé qué, como se muestra el mío; es decir, el que se dice mío; pues bien sabe probar que no lo es sino de palabra, y no de obras. Si yo tuviera un esposo no me moriría sola: no estaría, como estoy, hace dos días sin saber si hay alguien en el mundo que se acuerde de mí. Las mujeres, por fuertes que seamos y por altivas, necesitamos siempre un afecto protector: yo pobre de mí, me hallo sola en el mundo: sola vivo, y sola moriré. No, yo no tengo esposo: no lo eres tú; no sabes serlo. Pero también me dices que eres mi amigo y en calidad de tal te veré esta noche, si quieres en el Príncipe. Esto es, si puedo ir: si no me pongo peor. De nueve a diez estaré en el teatro nombrado.

        El miércoles se estrena la aventurera y el público me da una muestra de sus simpatías acudiendo en tropel a pedir localidades, aun antes de que se le haya dicho oficialmente el día del estreno de mi obra. Según me han dicho ayer ya estaban vendidos todos los palcos y gran número de lunetas. Te lo digo por si quieres tu decirlo en la gacetilla de la Nación, o hacer que lo diga Montemar*. Es un buen precedente para la segunda noche el que se sepa la prisa con que se acude a tomar localidades para la primera, y me harás obsequio en divulgarlo.

        Adiós, te quiere siempre tu pobre enferma

  T.   


        No sé si entenderás tantos borrones y tan mal hilado estilo.




(*) Se refiere a Francisco de Paula Montemar. Político y escritor español, marqués de Montemar y Conde de Rosas (1825-1889) crítico teatral entonces del periódico La Nación.

mayo 17, 2015

ROSALÍA Y LA AVELLANEDA


Rosalía y la Avellaneda
(En el día de las letras gallegas)

Para festejar el día de las letras gallegas (aunque pueda parecer paradójico), trataremos muy por encima sobre dos obras de disímil naturaleza, de dos figuras (igualmente diferentes entre ellas) que vivieron el siglo XIX: En las orillas del Sar, último libro de Rosalía de Castro, la gran poetisa gallega, y Poesías, primera obra de composiciones líricas de la también gran poetisa Gertrudis Gómez de Avellaneda (Tula) que,  aunque nacida en Cuba, estuvo relacionada con Galicia.

El primero, especialmente la composición que da título al libro, Orillas del Sar, trata y recuerda la Galicia de Rosalía, de una infancia pasada, otrora, a través de los últimos tiempos de su vida. Y en la segunda obra están impresas las ocho primeras composiciones líricas, todas de carácter melancólico, escritas por Gertrudis en territorio gallego. Ambas bajo un denominador común: en circunstancias “trágicas” y la nostalgia como inspiración.

En las orillas del Sar, fue el más incomprendido de todos los libros de Rosalía de Castro por diversas razones. En la obra, la autora manifiesta un tono trágico que se ajusta a las duras circunstancias que rodearon los últimos años de su vida que también son, de alguna manera, los de su infancia. Escrito en castellano, el libro ahonda en el lirismo subjetivo propio de Follas Novas y al mismo tiempo se consolidan las formas métricas que en aquella ya apuntaban, se ha dicho. Orillas del Sar fue calificado en su momento como precursor y a la vez obviado por la crítica especializada. Hoy día, no obstante, existen diferentes estudiosos que lo consideran como la principal creación poética de todo el siglo XIX. Pese a todos los grandes valores que la obra posee, en La divina Tula no podemos estar de acuerdo con esta última afirmación, ya que nos parece excedida y hasta sectaria. Al respecto podríamos recordar la clasificación hecha por Marcelino Menéndez y Pelayo en Las cien mejores poesías de la lengua castellana, en la que la única mujer es Gertrudis Gómez de Avellaneda con su Amor y Orgullo, obra maestra de la poesía castellana.

Pero nuestro escrito va dirigido a homenajear a las dos poetisas y bajo ningún concepto pretendemos realizar comparaciones porque no caben, ni en el día de las letras gallegas, ni en la obra de ambas. Amamos tanto a Rosalía como a Tula Avellaneda, dos pilares fundamentales de la lírica universal.

Gertrudis (Tula) Gómez de Avellaneda y Rosalía de Castro son dos poetisas completamente diferentes que vivieron dos etapas que no pueden compararse. Rosalía empezó a componer cuando el movimiento romántico, al que pertenece Gertrudis, ya había perdido peso entre la intelectualidad española y empezaba el Realismo. Según la autorizada opinión de Marina Mayoral, escritora de delicada pluma y majestuoso verbo, “Rosalía fue una poeta social, portavoz de una tierra dolorida, fue la cantora de los emigrantes de las «viudas de vivos y de muertos», la poeta del pueblo gallego”. Por su parte, Gertrudis fue algo más intimista y a la vez más universal (en la mayoría de sus creaciones), podría decirse. Su poesía analiza, en gran medida, los estados emocionales derivados de su experiencia amorosa y también mística, religiosa. La Avellaneda fue igualmente precursora absoluta del feminismo en España y una de las más grandes poetisas de la lengua castellana de todos los tiempos según la autorizada consideración de, repetimos, Marcelino Menéndez y Pelayo, opinión compartida por Juan Valera, José Zorrilla, Juan Nicasio Gallego y José Manuel Quintana.

Tula, además de innovadora poetisa, novelista, dramaturga y hasta periodista, estuvo muy ligada a la comunidad gallega por diversas razones. Vivió en La Coruña entre 1836 y 1838. Y en la ciudad herculina escribió sus primeras ocho composiciones líricas (A la poesía, Las contradicciones o Imitación de Petrarca, A mi Jilguero, A una Violeta, La Serenata, A las Estrellas, A una Mariposa y finalmente, Al Mar). También en La Coruña experimentó su segunda historia de amor y conoció al que años más tarde se convertiría en uno de sus controvertidos y grandes amantes, el gallego Antonio Romero Ortiz (figura igualmente olvidada por algunos críticos contemporáneos), cuya correspondencia estamos reproduciendo desde hace algún tiempo en las páginas de este blog.

Durante los quince años que llevamos del siglo XXI Gertrudis ha caído en un absurdo ostracismo por parte de algunos críticos contemporáneos (casi todos gallegos), algo que no llegamos a comprender porque nos parece totalmente absurdo. No ocurre lo mismo en otras regiones de España como, Andalucía, País Vasco, Aragón, Cataluña, Valencia y Madrid..., donde la Avellaneda genera titulares y algunas calles, parques y avenidas llevan su inmortal nombre.

Relacionado con el tema lingüístico, muy propio del día de las letras gallegas que hoy nos ocupa (aunque letras es literatura y algo más que idioma), nos gustaría recordar la opinión emitida por una joven Tula en 1837 (Justo el mismo en que nació Rosalía) acerca del que entonces llamaban dialecto gallego, idioma que era desconocido para ella. Fue en una carta privada mientras contaba a su prima las impresiones de todo lo que ocurría a su alrededor y en medio de gran hostilidad contra su persona.
       
Las gallegas coruñesas no son, generalmente, muy hermosas; sin embargo, no son tampoco feas, y visten con lujo y elegancia. En ellas, lo que me desagrada es el acento, que aun al cabo de cerca de dos años que las oía hablar, no podía sufrir mí oído aquella detonación áspera y dura. Este acento gallego, hablando castellano, me desagradaría siempre, a pesar de que gusto del dialecto del país, que en la gente del pueblo bajo es dulce y gracioso.

La totalidad del texto, incluido el análisis completo acerca de la lengua y costumbres gallegas puede consultarse en Cuadernillos de viaje y La dama de gran tono, obra que editamos el año pasado en homenaje por el bicentenario del nacimiento de la autora y que puede encontrarse en las más prestigiosas bibliotecas de toda España.

Para concluir este homenaje transcribimos dos poemas, el primero Las Contradicciones o Imitación de Petrarca, soneto autoría de la Avellaneda, inspirado en otro del famoso lírico y humanista italiano Francesco Petrarca. Fue en diciembre de 1836, justo cuando la poetisa sufría el terrible acoso de sus familiares en la entonces conservadora ciudad de La Coruña. El soneto, considerado como uno de los mejores y más desgarradores de su obra primaria, apareció publicado en Poesías de 1841, y es la tercera composición de las que constituían la colección, prologada magistralmente por Juan Nicasio Gallego. El segundo es una composición de Rosalía de Castro aparecido en su última obra En las orillas del Sar de la que ya nos hemos ocupado someramente. El poema Orillas del Sar fue escrito en lengua castellana y quizás por ello la incomprensión, absurda y hasta desatinada, por parte de algunos críticos, cuando según nuestro parecer, las dos lenguas (castellano y gallego) conviven, se complementan y enriquecen entre sí. No olvidemos que en Latinoamérica y en otras regiones de España, el castellano ha sido enriquecido con auténticos léxicos de la lengua gallega.


Manuel Lorenzo Abdala.






LAS CONTRADICCIONES
(Imitación de Petrarca)

Gertrudis Gómez de Avellaneda

No encuentro paz ni me conceden guerra;
De fuego devorado siento frío;
Abrazo el mundo y quédome vacio;
Me lanzo al cielo y préndeme la tierra.

Ni libre soy ni la prisión me encierra;
Veo sin luz; sin voz hablar ansío;
Temo sin esperar; sin placer rio;
Nada me da valor, nada me aterra.

Busco el peligro cuando auxilio imploro;
Al sentirme morir me encuentro fuerte;
Valiente pienso ser y débil lloro.

Cúmplese así mi extraordinaria suerte,
Siempre a los pies de la beldad que adoro,
Que no quiere mi vida, ni mi muerte.
 
ORILLAS DEL SAR


Rosalía de Castro

A través del follaje perenne
Que oír deja rumores extraños,
Y entre un mar de ondulante verdura,
Amorosa mansión de los pájaros,
Desde mis ventanas veo
El templo que quise tanto.

El templo que tanto quise...
Pues no sé decir ya si le quiero,
Que en el rudo vaivén que sin tregua
Se agitan mis pensamientos,
Dudo si el rencor adusto
Vive unido al amor en mi pecho.


 

mayo 11, 2015

AMOR Y PASIÓN (Cartas Nº 24, 25, 26 y 27)



HIELO DE PRIMAVERA
(Cuando el amor languidece)

Mientras Tula deshojaba margaritas, estás debieron mutar o ella misma se engañó al quitar más (o menos) pétalos que los existentes para hacer coincidir sus deseos con un me quiere, falso. El domingo de Pentecostal, Antonio debió llenarse de tanto contratiempo y hasta de puerilidades varias. El caso es que la relación, a partir de entonces, tomó un rumbo totalmente diferente (lo comprobaremos más adelante).

         Hoy presentamos cuatro cartas (24, 25,  26 y 27), aunque en realidad son cuatro billetes debido su corta extensión. La víspera de Pentecostal la cita no pudo ser, la propia Tula explica las razones. Estos motivos no gustaron a Romero Ortiz y aunque acudió al día siguiente al encuentro diseñado por la Avellaneda, fue para puntualizar las condiciones de una relación futura y para quejarse del tratamiento que su amada le había otorgado sin su consentimiento. Pensamos que al respecto, ella debió retroceder, aunque muy discretamente. Pero esto -nos parece-, no fue lo suficiente para detener una decisión ya tomada. Si leemos con detenimiento los tres billetes nos daremos cuenta del impulso –en realidad freno- que Romero Ortiz otorgó a la relación a partir de aquel día.

         El futuro no existe, debió pensar la Avellaneda, sin embargo todo ya estaba decidido, al menos por la otra mitad de la relación amorosa. El desengaño interior fue tal que en el billete número 26 ya no aparece su firma (aunque el billete 27 está firmado), y todo muy a pesar de las palabras escritas "Adiós, vida mía, hasta la vista: estoy con los empapeladores a vuelta, por eso no me extiendo". La carta número 28 lo explicará todo. Pero hasta entonces los lectores deberán esperar siete, eternos, días o quizás más.


Manuel Lorenzo Abdala




Carta número 24
[Domingo 15 de mayo, día de Pentecostal]

        Antonio mío: anoche todo conspiró contra nosotros. Después de otros mil contratiempos, sobrevino el mayor poco antes de llegar tú, y fue que viniesen visitas, y que me hallasen en la puerta de mi cuarto saliendo para el de Eloísa, por manera que no pude evadirme. Es menester, vida mía, que nos veamos esta noche, ya que ayer tan desgraciados fuimos. No dejaré que me pillen visitas fastidiosas. Te digo lo mismo que en la mía anterior. Donde tú quieras nos reuniremos. En casa, en la de Eloísa, o bien nos iremos al teatro del drama, avisándome tu, como anoche, que esperas abajo. Confío que la suerte nos será más propicia.

        Hasta la noche, te quiere con toda su alma tu esposa

T.   

Hoy 15-

P.D.- Si la noche es buena podré verte en los jardines.




Carta número 25
[Lunes 16 de mayo de 1853]

        Querido mío: no estoy mala, aunque tampoco tan buena como me anunciabas.

        Te ruego vayas esta noche a casa de Eloísa: has un esfuerzo de voluntad si te es desagradable la visita, pues no es conveniente que hagas una retirada tan repentina. Luego, mañana o pasado mañana, puedes visitarla por la tarde, esto es, de dos a tres, y entonces me visitarás a mí también, para que puedas continuar viniendo de vez en cuando, según hemos convenido. Me parece lo mejor.

        Yo iré también al cuarto de mi vecina esta noche, si mi salud no empeora, y allá te veré.

        Adiós, te ama siempre sin la más leve alteración, tu amiga, tu amante.

Tula   

Hoy lunes 16 de Mayo.




Carta número 26
[Sin fechar]

        Antonio mío: si quieres venir a casa esta noche no saldré: te esperaré: me parece mejor que pasear por la plaza expuestos a las repentinas mutaciones atmosféricas, o asarnos en un teatro.

        Adiós, vida mía, hasta la vista: estoy con los empapeladores a vuelta, por eso no me extiendo.

        Tuya.



Carta número 27
[El billete parece haber sido escrito el mismo día del anterior; pero en otro folio]

        En vez de las seis a las cinco: me parece más fácil. Aunque tengas que esperar un poco no te impacientes: nos veremos.

T.    


mayo 04, 2015

AMOR Y PASIÓN (Carta Nº 23)


Me quiere, no me quiere… ¡Me quiere!
(Por poco tiempo)

         La epístola que hoy reproducimos es una de las que mayor información ofrece sobre la relación. Está repleta de anécdotas varias, algunas sorprendentemente pueriles. Es sumamente interesante la manera en que la Avellaneda reconduce su historia de amor. La poetisa, cual adolescente enamorada (en apariencia), no se limita a deshojar margaritas y a ejercer de romántica al uso. No. Esclarece datos algo nebulosos ofrecidos en anteriores mensajes. Gracias a esta carta sabemos que ella y Romero Ortiz se conocían desde La Coruña. Él tenía dieciséis años, ella veintidós (Todo un récord en diferencia de edad y en idilio amoroso) Otro dato de sumo interés es la confirmación del “escepticismo en punto a religión” por la parte de él y todo lo contrario en doña Francisca, madre de la protagonista. En la carta se reafirma en la Avellaneda su enorme capacidad para ordenar (sutilmente) y hasta para conducir una relación a su antojo, algo muy poco frecuente -o casi nulo-, para una mujer de su época.

También puedes verme hoy en casa de Eloísa y mañana en la mía. La pobre inglesa está extrañando tus visitas, y es una infeliz que no merece se le hagan desatenciones. Además, después de las niñadas de la otra noche es preciso volver allá y mostrarnos seres racionales o razonables… [Lo remarcado es nuestro]
        
Nos hace reír cuando ella misma define como “niñadas” lo que pocos días antes puntualiza como ridículos celos infundados (ver carta 19) Gracioso resulta, igualmente, el tema de los magnetizadores. El periódico La Ilustración desde el 16 de abril y hasta el 14 de mayo ofreció una serie de cinco artículos* que analizaba este arte en el cual se involucraba a la mismísima George Sand, fetiche de la Avellaneda. Todo parece indicar que los madrileños estaban atraídos por estas novedades, mágico-tecnológicas, y algunos intentaban demostrar sus habilidades en las tertulias. La poetisa, enamorada cual adolescente ¡de treinta y nueve años!, narra en la epístola cómo ella misma desarrolla su poder magnético sobre las cosas (También sobre las personas) ante el asombro de los presentes y hasta de los ausentes. Ella, experta en simbología, parece querer decir(nos): “Si George Sand tiene poderes (cual serpiente encantada sobre sus magnetizadores), yo no seré menos”. Así era, de grande, la Avellaneda.

La posdata -para nosotros, lo mejor y más sorprendente de la carta, casi pueril- merece un estudio aparte. Pero dejamos a los lectores sacar sus propias conclusiones.


Manuel Lorenzo Abdala


(*) Las serpientes y sus magnetizadores. La Ilustración, periódico Universal. (Madrid, 1853).





Carta número 23
[Sábado 14 de mayo de 1853]

        Antonio mío: deseo muchísimo verte esta noche, pero a la verdad, temo bajar a los jardines. Tengo tos, y este tiempo me destempla atrozmente. –La berlina es un recurso temible: encerrados los dos en aquel reducido espacio, la atmósfera se hace de fuego: me pone mala; no creas que exagero, no. Sería mejor ir al drama si hallases localidades poco visibles; pero aun sería mejor que quisieses verme en casa, o en la de Eloísa. Escucha: mamá ya te ha visto de visita en casa, y yo le dije que eras un redactor de la Nación con quien había hecho conocimiento en el Príncipe, sabiendo además por ti que me conocías desde La Coruña y que eras amigo de varios amigos míos de aquella ciudad, por cuyas razones te había ofrecido la casa. Después de esto creo que no solamente no es extraño que vengas algunas veces a visitarme, sino que hasta es necesario: además nos conviene para que cuando estemos en Carabanchel puedas ir, como uno de mis tantos amigos, cuando quieras. Así pues, si te parece bien puedes visitarme en casa esta noche, y repetir tus visitas de vez en cuando, cuidando mucho de ser amable con mamá, de no mostrar por mí ningún interés particular, y de dar alta idea de tu juicio y de tu religiosidad. En nombre del cielo, no dejes ni aun entrever tu escepticismo en punto a religión: mamá te reputaría de hecho un hombre detestable y perverso, y yo no quiero.

        También puedes verme hoy en casa de Eloísa y mañana en la mía. La pobre inglesa está extrañando la suspensión de tus visitas, y es una infeliz que no merece se le hagan desatenciones. Además, después de las niñadas de la otra noche es preciso volver allá y mostrarnos seres racionales o razonables, si te disgusta la primera palabra. En fin, tu elegirás: yo a las ocho, o poco más, iré a casa de Eloísa: si vienes a la mía me irán a llamar; si vas allá te veré allá; si escoges que vayamos al teatro, subes, llamas a mi puerta, y le dices a Mariana, mi doncella (que saldrá a abrirte), que me diga en voz baja que esperas abajo. Me pasará recado y bajaré.

        Hijo, no sé apenas lo que te escribo: hay en mi sala un ruido infernal: mis hermanos traen en movimiento todas las mesas de la casa. Aquí no se habla más que de magnetismo. Anoche se me vinieron a casa, de la de Eloísa, un ejército de magnetizadores, que me han hecho dar vueltas como una rehilandera, en castigo de mi incredulidad. Yo en venganza también, les he probado mi poder magnético haciendo bailar yo sola con el leve contacto de mis dedos meñiques, una tablilla de pino. Aún más: la hice girar de derecha a izquierda, y de izquierda a derecha, sin cambiar la posición de mis manos, por solo el poder de mi voluntad. Este gran descubrimiento me ha traído hoy a dos amigos de mis hermanos, que han querido verme hacer nuevas pruebas; pero solo he conseguido otro descubrimiento, y es el de que no poseo siempre que quiero la facultad maravillosa que desplegué anoche. La pícara tabla, que ayer me obedecía como un perrillo faldero, hoy ha estado indócil hasta la insolencia, lo cual me ha puesto de mal humor.

        Si vas a casa de Eloísa esta noche llega preparado a que te hagan bailar a tu despecho, ni más ni menos que a una mesa. Yo será la primera en probar sobre ti mi poder. Allá no se piensa sino en el magnetismo.

        Adiós querido mío, hasta la vista, no olvides un momento a tu esposa

T.   


Hoy 14 sábado.
(La posdata a la vuelta).

P.D.- El pobre chico Bordas [protagonista del incidente narrado en la carta Nº 19] no ha vuelto desde la célebre noche, por consiguiente no es probable que lo halles en casa de Eloísa si vas esta noche ¿Ni qué importaría que fuese? Harto ha conocido ya que eres mi amante, y no tendrá humor de buscar mi lado. Lo que hemos ganado con estas cosas es que toda la tertulia de Eloísa sepa o sospeche ya nuestras relaciones. Hasta Ariza cuando vino anoche a casa, con los demás, me preguntó que tal marchaban mis negocios del corazón, y para más aclararlo dijo enseguida, oyéndolo mamá- “no esperaba hallarla a V. sola: la creía gratamente ocupada”. Eloísa es muy buena, pero algo parlanchina, como digna hija de Eva. Tenlo siempre presente. Adiós otra vez, feo.