enero 27, 2013

Entrevista de EFE sobre la propuesta a la RAE de otorgar a Gertrudis Gómez de Avellaneda el título de Académica honoraria

 
Gertrudis Gómez de Avellaneda, la primera mujer a la que la RAE dijo NO.
Pablo L. Orosa, Agencia EFE


El blog La divina Tula, en su legítimo derecho de opinar y contestar sobre los temas que le atañen directamente, publicó una entrada el 22 de enero de 2013 titulada El bello SEXO y la RAE. Y lo hizo en respetuosa contestación a una noticia que daba la Real Academia en la cual se reconocían los errores cometidos antaño con las mujeres al no aceptarles en sus filas. En el mencionado post, se le pedía -más bien se le sugería a la ilustre Institución-, le fuera otorgado en 2014 el título de Académica honoraria post-mortem a Gertrudis Gómez de Avellaneda, aprovechando la proximidad de su bicentenario, y para resarcirla del histórico rechazo sufrido ciento sesenta años atrás. A raíz de dicha publicación en el blog, la Agencia EFE se interesó por el tema tratado, y se puso en contacto con la redacción. Y es a partir de una entrevista telefónica realizada al autor del post que la famosa Agencia de noticias decide publicar un artículo firmado, haciéndose eco del título solicitado de Académica honorífica post-mortem para Gertrudis Gómez de Avellaneda.

Varios medios de comunicación alrededor del mundo no tardaron en hacerse eco de la novedosa noticia. El blog ha querido seleccionar algunos de esos medios y los ha listado a continuación para que los lectores puedan consultar los mismos más cómodamente.


Para finalizar el post de hoy nos gustaría llamar la atención sobre la cantidad de noticias relacionadas con la autora de Baltasar que se vienen sucediendo últimamente. Baste recordar que la propia RAE, a mediados de 2012, accedió incorporar a su diccionario, después de ciento cincuenta años, la palabra Amateur, introducida en la lengua castellana por Gertrudis Gómez de Avellaneda, vocablo que se utilizó por primera vez en español en El artista barquero o Los cuatro cinco de junio, la última novela escrita por la divina Tula.

Se nota, y mucho, que el bicentenario por su natalicio se acerca.

En el blog estamos de enhorabuena.

Manuel Lorenzo Abdala

enero 26, 2013

Gertrudis Gómez de Avellaneda y la familia real

 
Jura de  Isabel II como reina de España. A la derecha detalle y ampliación del boceto. Las poetisas Carolina Coronado y Gertrudis Gómez de Avellaneda asisten al acto.
 
La Avellaneda en los actos por la mayoría de edad de Isabel II
Tula en la Jura de la Constitución
Poco, muy poco conocidos son los cuadros que se conservan en los que aparece Gertrudis Gómez de Avellaneda junto a la familia real española. El primero de ellos que reproducimos hoy (en realidad se trata de un boceto o es el resultado de varios bocetos iniciales), se encuentra en el Museo de historia de Madrid, y corresponde a la jura de Isabel II como reina de España, efectuada el 10 de noviembre de 1843, tras haber sido declarada mayor de edad.
 
Según nos cuenta el escritor y Catedrático en Historia del Arte, Carlos Reyero, el ayuntamiento de Madrid convocó un concurso público entonces, celebrado en 1844 para perpetuar aquella ceremonia oficial en una gran pintura (Pintura que nunca se llegó a realizar, solo quedó el borrador que hoy se exhibe en el Museo de Historia de Madrid). La obra se atribuye al pintor madrileño José Castelaro y Perea. En el boceto –continua Carlos Reyero- se aprecia la cabecera del Salón de Sesiones del Senado, con un gran dosel rojo, bajo el cual la reina Isabel II jura la constitución de 1837, en presencia de diversas personalidades de la realeza, civiles, militares y eclesiásticos, que asistieron a la ceremonia. Y no nos ofrece mayores detalles.

Pero nosotros sabemos gracias a las noticias de varios periódicos de la época que en aquella ceremonia estaba presente Gertrudis Gómez de Avellaneda. Tula asistió junto a Carolina Coronado, ambas acompañaban a Manuel José Quintana y a Juan Nicasio Gallego. Era la primera vez que La divina Tula asistía a un acto de tal envergadura. Pero como el cuadro no fue terminado, no tenemos la constancia y enumeración de los personajes que en él aparecen.  Ahora, si nos fijamos bien, en la parte inferior derecha del boceto -y a pesar de estar de espaldas-, aparecen las dos jóvenes poetisas Gertrudis Gómez de Avellaneda y Carolina Coronado, perfectamente reconocibles. Ambas vestidas esplendorosamente para la ocasión. En la composición que presentamos, hemos ampliado a las dos jóvenes para que pueda apreciarse con mayor claridad.


 

 
 Tula en la entrega de los premios florales



Artículo publicado por el periódico El Laberinto, 16 de enero de 1844. El periódico se hace eco del acontecimiento celebrado el 23 de diciembre de 1843 en el Liceo Artístico y Literario de Madrid. En la parte inferior se puede leer lo que se dice acerca de los versos de la poetisa Gertrudis Gómez de Avellaneda, y sobre ella misma...
 

Según artículos publicados  en 1910 y escritos por el poeta y crítico literario  de la época José Augusto Escoto, a finales del año 1843, y mientras muchos intelectuales cubanos mantenían algunas demandas con el gobierno de la Metrópoli (obstinado éste último en negar ciertos derechos políticos pedidos por la colonia), alcanzó Gertrudis Gómez de Avellaneda uno de sus más grandes triunfos literarios con la declaración en Madrid de la mayoría de edad de Doña Isabel II.
 
Para conmemorar aquel importante acontecimiento, el Liceo Artístico y Literario de la capital española celebró una suntuosa fiesta a la cual concurrió la famosa poetisa, que ya había asistido el mes anterior a la jura de la constitución de la reina, según hemos comentado ya en los párrafos anteriores. La divina Tula fue invitada de honor por expreso deseo de S.M Doña Isabel II., (Se dice que S.M. acababa de leer, a escondidas de sus confesores, Dos mujeres, la segunda novela de la Avellaneda, por la cual sentía y había expresado cierta curiosidad literaria). La Avellaneda, esplendida a sus veintinueve años, acudió a la cita con una composición que leyó a la joven soberana y allí, donde solo se fue a cantar, saltándose el protocolo, y levantando ella la voz, pidió a la muy joven soberana los derechos que sus paisanos reclamaban entonces en la colonia. Y se hizo el silencio. Al final de la oda, queriendo llamar mucho más la atención, y ante el estupor y admiración de todos, se inclinó ante la reina e improvisando sobre las estrofas finales de su oda, dijo:
 
Salud, ¡joven real! mientras su frente
A tu planta inocente
Esta patria del Cid gozosa inclina,
Recuerda que en los mares de Occidente,
—Enamorando al sol que la ilumina—
Tienes de tu corona
La perla más valiosa y peregrina;
Que allá, olvidada en su distante zona,
Do libre ambiente á respirar no alcanza,
Con ansia aguarda que la lleve el viento
, —De nuestro aplauso en el gozoso acento—
La que hoy nos luce espléndida esperanza.
 
Dicen las crónicas de la época que la reina suspiró profundamente y agradeció con un sutil gesto de aprobación. La lluvia de aplausos no se hizo esperar. La oda hizo furor en Madrid, y al día siguiente fue publicada por casi todos los periódicos de la corte. Durante varias semanas posterior al magno evento, en el café del Parnasillo, los versos fueron recitados una y otra vez por todos los románticos de la época, Zorrilla a la cabeza de ellos, junto a Bretón de los Herreros y Nicomedes Pastor Díaz.
 
De aquella comentada ceremonia es la litografía que reprodujo el periódico El Laberinto en enero de 1844 cuando estuvo listo el grabado que a partir del dibujo inicial, realizara el Señor Piquer. En la litografía, que reproducimos para la complacencia de los ávidos lectores del blog, se aprecia el justo momento en que S.M. hace entrega a la hermosa Gertrudis Gómez de Avellaneda de su respectivo premio floral.
 
Detalle de la Litografía publicada por El Laberinto el 16 de enero de 1844. Isabel II entrega el premio floral a Gertrudis Gómez de Avellaneda, a la que vemos de espaldas y arrodillada frente a la joven reina.
 
Hay un tercer cuadro, el más famoso y documentado de todos. Pero no lo vamos a tratar, al menos de momento. Será el 23 de marzo, cuando editemos un post acerca del mismo, y se cumpla, además, un nuevo aniversario del nacimiento de la autora y de la ceremonia que evoca ese famoso cuadro. Solo podemos adelantar que el citado acto tuvo lugar el 25 de marzo de 1855 en el Salón de Sesiones del Senado. Se trata de La coronación de Quintana, obra del pintor de la corte Luís López Piquer, que casualmente fue el mismo que realizó los dibujos iniciales para el grabado cuando la mayoría de edad de Doña Isabel II. Actualmente esa obra se encuentra expuesta por el Museo Nacional del Prado en una de las salas del Senado.
 
Manuel Lorenzo Abdala
 
Bibliografía:

·          Escoto, José Augusto. Gertrudis Gómez de Avellaneda: Cartas inéditas y documentos relativos a su vida en Cuba de 1859 a 1864. Colección Ilustrada, La Pluma de oro, 1911
·          Reyero Hermosilla, Carlos. Pintar a Isabel II: en busca de una imagen para la reina. P 241.
·          Pérez Garzón, Juan Sisinio. Isabel II: Los espejos de la reina. Marcial Pons Historia 2004 – 351 páginas.
·          Madrid, Museo Municipal. Isabel II jurando la Constitución (Boceto). José Castelaro y Perea.
·          López Piquer, Luís. La coronación de Quintana, óleo sobre lienzo 420 X 561 cm, obra depositada por el Museo Nacional del Prado en el Senado.
·          Periódicos: Diario de avisos de Madrid, El Espectador, Semanario pintoresco español, El Heraldo, El Laberinto (Noviembre-diciembre de 1843)




 

enero 22, 2013

El bello sexo y La RAE



María Moliner, Emilia Pardo Bazán y Gertrudis Gómez de Avellaneda, tres ilustres damas rechazadas por la RAE


Historia de una continuada tropelía con final y sabor feliz



“…La presunción es ridícula, no es patrimonio exclusivo de ningún sexo,  lo es de la ignorancia y de la tontería, que aunque tiene nombres femeninos, no son por eso mujeres”

Gertrudis Gómez de Avellaneda

 
Hace muy pocos días conocimos a través de la agencia EFE que a partir de septiembre de 2013 y hasta octubre de 2014 se conmemorará el tricentenario de la Real Academia Española (RAE). Y que por primera vez en siglos, el Olimpo de las letras en Hispanoamérica ha abierto sus puertas de par en par a las mujeres, reconociendo públicamente la “injusticia” que significó en su momento la no incorporación de féminas a la institución.

Con regocijo absoluto se ha recibido la noticia en varias partes del mundo, y con especial interés en los países hispanoparlantes, cuyos principales medios de comunicación, se han hecho eco de la sorpresiva noticia. Y como era de esperar en el blog de La divina Tula no podíamos, bajo ningún concepto, pasar por alto semejante acontecimiento por la estrecha relación que guarda con Gertrudis Gómez de Avellaneda, su representada. El importante hecho, que pasará a los anales de la historia como algo trascendental, nos llena de verdadero orgullo y satisfacción absoluta. Por ello felicitamos sinceramente a la RAE, al reconocer, aunque tardíamente, lo que era irrebatible, y por abrir las puertas definitivamente a un futuro más transparente, comprometedor, y sin arcaicas e irrazonables reglas sexistas de tiempos pretéritos.

"Estoy seguro de que habrá más mujeres en la Academia, porque es lo natural, lo normal", dijo –según EFE- Darío Villanueva, que como secretario de la RAE prepara ya los actos que se celebrarán desde el próximo septiembre. "El diagnóstico de lo que pasó es obvio y tiene nombres concretos y episodios poco airosos", reconoció el académico, apunta además la agencia de noticias. Aparte del caso excepcional de María Isidra de Guzmán, admitida como académica honoraria en 1784 (y que nunca llegó a ocupar el sillón honorario), el primer y sonado intento serio lo protagonizó en 1853 la propia Gertrudis Gómez de Avellaneda, escritora hispanoamericana, “reina literaria” del siglo XIX, verdadero portento universal de la dramaturgia, digna representante de las letras y fenómeno cultural sin precedentes en la historia de la literatura. En aquel momento, y tras muchos debates, hubo una reacción “totalmente injusta”, que sentó la base de “una supuesta norma que nunca llegó a estar escrita: que en la Academia no había plazas para mujeres”. De esa manera fue como la poetisa y escritora vio truncada sus legítimas aspiraciones de formar parte de la institución más importante de las letras españolas. La Avellaneda sufrió un amarguísimo desengaño al verse burlada por la mayoría de los académicos de entonces, rechazada por ser simplemente, una mujer.

En los últimos 130 años la historia se repetiría, al menos cinco veces más, con otras grandes, muy grandes figuras femeninas (Emilia Pardo Bazán, María Moliner, etc.)

El blog dedicado a La divina Tula, desearía recordar aquellos lamentables sucesos ocurridos con su representada, y vincularlos con otros muy similares, y estrechamente relacionados con los acaecidos años después de haber ella fallecido en 1873. Nuestro objetivo es recordar e ilustrar aquellos tristísimos acontecimientos que a día de hoy, la RAE, felizmente, admite como lamentables errores de un pasado que jamás volverá.



A la izquierda foto actual de la antigua sede de la RAE en la calle Valverde (hasta 1894) El edificio alberga hoy día la sede de la Real Academía de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Y a la derecha fachada del antiguo Palacio del Marqués de Villena, primera sede de reunión de la RAE, creada en 1713.


Un poco de historia:

En 1889, el director del famoso periódico “El Correo”, recibió cuatro cartas inéditas de Gertrudis Gómez de Avellaneda, que por su naturaleza y actualidad el avezado director publicaría al día siguiente, trayendo como consecuencia una guerra periodística que se asemejaría a la ocurrida en 1853 entre los bastidores de la RAE. Por aquella fecha, el “nuevo-viejo motivo” era, que otra gran mujer, Dª Emilia Pardo Bazán, había sido propuesta para ocupar una vacante en la institución… La historia volvía a repetirse.

Las cartas, de las cuales solo transcribiremos parte de ellas (por la extensión de las mismas), venían precedidas de la siguiente y curiosa  nota:

 

“Señor director de «El Correo».

Querido amigo: Le remito estas cuatro cartas de la Avellaneda, escritas allá por el año 53,  pretendiendo, con el calor que inspira la conciencia de los propios merecimientos, el sillón vacante en la Academia Española, por muerte del secretario perpetuo don Juan Nicasio Gallego.

A pesar de que en aquellos tiempos no se traslucía tan fácilmente como hoy lo que pasaba en la calle de Valverde,  tengo para mí que la doña Gertrudis, avezada a las mañas conventuales, se arreglaba a las mil maravillas para enterarse de las cábalas y deliberaciones de los inmortales.

No sé en qué se fundaron esos señores para rechazar a la Avellaneda: sospecho que habrán pensado como el Rey Sabio «ninguna mujer quanto que sea sabidora.... non es … nin honesta cosa que tome officio de varón, estando públicamente embuelta con los hornos, porque se vuelve desvergonzada, e entonces es fuerte cosa de oyrlas.  e de contender con ellas».

Sea lo que fuere, no vacilo en asegurar que la insigne criolla ha debido sufrir amarguísimo desengaño al verse burlada en sus legítimas aspiraciones, tan ardientemente expresadas en esta curiosa correspondencia.

Suyo siempre afectísimo amigo, F. Vion”

 

El señor F. Vion, acababa de encender la mecha, presionando sutilmente a la prensa y a los propios académicos de entonces, para evitar que Doña Emilia Pardo Bazán ocupara el puesto que pretendía. Y así fue.

A continuación reproducimos parte de una de aquellas cuatro cartas escritas y enviadas por Gertrudis Gómez de Avellaneda, sin destinatario revelado, que tanta polémica trajo en su día, pero que resume los deseos de la escritora de pertenecer a la Institución y deja entrever las estratagemas utilizadas por sus aguerridos adversarios de toda la vida…

 

… el jueves primero ya se dará conocimiento de mi solicitud y que sé que la clase de guerra que tratan de hacerme comenzará su plan de operaciones desde el instante mismo.

Los que tienen interés en eliminarme, ventilarán antes de la cuestión de merecimiento la de posibilidad, porque, no obstante los ejemplos anteriores de mujeres académicas, ejemplos que parecían decisivos y capaces de borrar los menores escrúpulos, todavía se vuelve a la objeción del sexo, a falta de otro, y se rebuscan sutilezas pueriles en que fundar diferencias de los actuales reglamentos con los anteriores, aparentando por las modificaciones (obra de ellos mismos), un respeto tan tímido como si se tratase de las leyes fundamentales de un Estado. Sé, en fin, que se prescinde ridículamente hasta de lo especialísimo y rarísimo del caso presente, y se habla de los abusos a que se abrirán las puertas, como si en España fuese muy común el que las mujeres prestasen gran valor al título de académicas o como si no pudieran existir tantos abusos ahora que no hay ninguna mujer como cuando hubiera una. Si por entrar yo en la Academia, cualquier mujer pudiese creer en la posibilidad de alcanzar otro tanto, me parece que también por ser académicos los dignos señores que componen aquella Corporación, podrán todos los hombres creerse capaces de competirles. La presunción es ridícula, no es patrimonio exclusivo de ningún sexo, lo es de la ignorancia y de la tontería, que aunque tiene nombres femeninos, no son por eso mujeres.

Cosa singular sería que no se pudiese dar distinción o premio al mérito, por temor de que la incapacidad pretendiera otro tanto. Creo que si el ejército de damas que recelan algunos académicos acude a invadir sus asientos desde el momento que se me dispense uno, se compone de individuos con títulos iguales a los que me merezcan la honra mencionada, la Academia y la España deben felicitarse de un suceso tan sin ejemplo en el mundo; y si, por el contrario, la pretensión no tiene fundamento racional, no concibo que pueda alarmar tan seriamente a un Cuerpo tan respetable. Digo todo esto para que quede enterado, si no lo está ya, de cuáles son las risibles razones que andan esparciendo ciertas personas, y comprenda el por qué le ruego a usted, y a todos mis amigos, que no dejen de asistir el jueves próximo a la calle de Valverde, prevenidos de que es muy probable que se presente como cuestión previa si puede o no aceptarse mi solicitud.

Me confío a usted completamente y espero tranquilamente el triunfo que me prometo de tan poderosos auxiliares.

Reciba usted, mientras tanto, en estos feos borrones, escritos entre los dolores de una jaqueca atroz, la seguridad de los distinguidos sentimientos con que soy su más atenta y afectísima s. q. b. s. m., Gertrudis Gómez de Avellaneda.

Hoy, 31 de enero.

 

La Avellaneda, ciertamente, no se equivocaba. La historia confirmó sus sospechas. Pero nos gustaría aún, dada su tremenda importancia, citar algunos renglones más de otra epístola enviada al mismo destinatario que potencia lo anteriormente expresado. En dicha carta la autora de Baltasar y La Cruz intentaba atraer la atención del barón de Lajayosa, personaje tremendamente misógino y opuesto militantemente a la entrada de mujeres a la Institución. Poco tiempo después pudo comprobarse que la envidia carcomía al susodicho barón, entre otros:

 

…, no podrá menos de desear que alcance alguna honrosa distinción la pobre mujer poeta, que se ve privada por su sexo de aspirar a ninguna de las gracias que están alcanzando del Gobierno sus compañeros literarios, no cediendo a ninguno en laboriosidad y en amor a las letras; y que hallará justo y debido y honroso para la Academia el compensarme en cierto modo, mostrando que no es en España un anatema el ser mujer de alguna instrucción; que el sexo no priva del justo galardón al legítimo merecimiento. En fin, usted sabrá hacer presente lo mucho que en este particular puede alegarse en mi abono, y aun sin tanto, creo yo que es imposible que el buen juicio y talento de su amigo no vea claro a primera vista, si mira la cuestión desapasionadamente y desde su verdadero punto de vista. Hágame usted, pues, el favor de hablarle lo más pronto que pueda y avisarme cuáles son las disposiciones del nombrado académico.

Muy sensible me sería que me fuesen contrarias, muy sensible. Siempre de usted amiga y servidora q. b. s. m., Gertrudis Gómez de Avellaneda.

 

Escudo y lema de la RAE (Limpia, Fija y da Esplendor)utilizado durante la primera mitad del siglo XIX


Conclusiones:

Como es sabido, días después llegó el gran desaire: las mujeres no tenían cabida en la RAE. Ciertamente el histórico informe de antaño, nunca negó a Doña Gertrudis Gómez de Avellaneda sus cualidades literarias, pero algunos académicos de entonces -trece de los diecinueve presentes en aquella fatídica sesión-, utilizaron otras estrategias de carácter irrebatible, aunque no por ello más concluyentes. Aquellos académicos se valieron de los preceptos y estatutos internos de la institución para escamotear la aspiración de la escritora; trataban de esconder de esta manera el pensamiento misógino y resueltamente machista de la época. Las cartas y documentos que se conservan, corroboran esta triste historia de los bastidores de la RAE. Quedó demostrado que los académicos que vetaron la entrada de La Avellaneda al Olimpo de las letras, les carcomía la envidia y la rivalidad. No podían tolerar que una mujer pudiera compartir con ellos, un respetable sillón en la Real Academia.

Hubieron de pasar veinte años desde el histórico rechazo que sembró un precedente, para que se modificaran los estatutos y se creara la categoría de Académicos Honorarios. Curiosamente han sido merecedores apenas doce personalidades desde 1873, año en el que, casualmente, falleciera la ilustre poeta, escritora y dramaturga.

Por todo ello, y teniendo muy en cuenta que se acerca el tricentenario de la institución, así como el bicentenario del nacimiento de la autora, pensamos en que la RAE bien pudiera crear la categoría de Académica honorífica, simbólicamente en el sillón “Q” con el objetivo de concederlo post-mortem a Dª. Gertrudis Gómez de Avellaneda, por todos sus méritos literarios, resarciéndola de una vez y por todas, del desprecio a que fue sometida en el ya lejano 1853, cuando se le negó injustamente su entrada a la Academia.

Es evidentemente, una acción simbólica que mucho significaría para las letras hispanas.

La generosidad y el agradecimiento a la RAE, expuesto por la ilustre dama y poeta en sus últimas voluntades, son más que manifiestos y merecedores del digno puesto que muy humildemente creemos debería ostentar.

Baste subrayar y recordar el contenido del punto diecinueve de su testamento manuscrito, y que reza así:

 

19. Dono la propiedad de todas mis obras literarias que me pertenezcan, a la Real Academia Española de la Lengua, en testimonio de aprecio, y rogando a mis albaceas que, al poner en conocimiento de la ilustre Corporación esta donación mía, la expresen mi sincero deseo de que me perdonen sus dignos miembros las ligerezas e injusticias en que pude incurrir, resentida, cuando acordó la Academia, hace algunos años, no admitir en su seno a ningún individuo de mi sexo.

 

Hasta ese punto llevaron a la autora los misóginos de la época: el de pedir perdón por “ligerezas e injusticias” jamás cometidas por ella. No sería pues, descabellado, sugerir el título de “Académica honorífica” post-mortem.

 

 
Manuel Lorenzo Abdala

 
Enlace recomendado:
 

(1)   Independientemente de la agradable noticia de la que se hace eco el blog de La divina Tula, El post está basado, fundamentalmente, en una carta electrónica enviada hace un año a una de las ilustres Miembros de la Institución, proponiendo la misma sugerencia…

(2)   La información ha sido recogida según lo publicado en: http://www.telam.com.ar/notas/201301/4274-rae-reconoce-injusticia-por-tardia-incorporacion-de-mujeres.php, basado en declaraciones hechas por la Academia a la agencia EFE el 11 de enero de 2013.

enero 20, 2013

SAB (segunda parte) Capítulo final




 
Hoy ponemos punto y final a SAB, primera novela de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Y no será hasta después del 1 de febrero que regresaremos con una nueva entrega de las obras literarias escritas por La divina Tula, será con Dos mujeres. Pero eso no significa que no editaremos nuevos post, todo lo contrario. Los próximos diez días se presentarán a un ritmo frenético por la cantidad de información de trascendental importancia que estamos seleccionando.
Esperemos que las siguientes entregas, que prometen ser algo polémicas y seguramente sorprendentes, sean del agrado de los lectores que han sabido acompañarnos durante el año y medio de nuestra existencia.
 
Muchas gracias,
 
 
Manuel Lorenzo Abdala
 

enero 17, 2013

SAB (segunda parte) Capítulo V



Cruz en el camino de la ceiba junto a la tumba de Sab (Recreación fotográfica)
 
Placer y dolor! Pero el placer es un desterrado del cielo, que no se detiene en ninguna parte.  Y el dolor es un hijo del infierno, que no abandona su presa sino cuando la ha despedazado" Así, con esa fuerza y desgarro, concluye el V capítulo de la segunda parte, que hoy brindamos a la consideración de los lectores. Y todo a pesar de tratarse de la primera novela escrita por la autora.

Según el crítico de origen griego Konstantinos Chantzopoulos, Sab es un ensayo sobre la pasión, la esclavitud y la identidad en la obra de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Y el blog comparte esa opinión. Cuesta trabajo entender entonces, por qué la autora no la incluyó en sus obras completas aparecidas en 1871.
Pero como la historia no se puede borrar, ahí está. El blog dedicado, precisamente a ella, a La divina Tula, la ha regalado a sus lectores, que capítulo a capítulo han tenido la oportunidad de, al menos, conocerla.
 

enero 14, 2013

SAB (segunda parte) Capítulo IV






Iglesia del Santo Cristo. Federico Mialhe, litografía. La Habana. Siglo XIX.

 
Hoy presentamos el capítulo 4º correspondiente a la segunda parte de la novela. El jueves diecisiete editaremos el 5º, y las conclusiones estarán disponibles el lunes veintiuno. Enero concluirá con dos sendos ensayos sobre la novelística avellanediana, uno de ellos será contemporáneo y el otro incluirá diversas opiniones que en su día emitieron algunos expertos sobre su obra y vida.
Queremos recordar que la autora de Baltasar, Saúl, Dos mujeres, Sab, Munio Alfonso, Espatolino y La hija de las flores, entre otras muchas, cumplirá 140 años de haber abandonado el mundo terrenal el próximo 1 de febrero.
En la redacción de La divina Tula preparamos el homenaje póstumo que merece Gertrudis Gómez de Avellaneda para que su obra no quede en el absurdo olvido a que ha estado sometida en los últimos años por algunos especialistas y determinados sectores de la crítica más contemporánea.
 
 
 
                           ... Por sus miembros todos
                           que abandona la vida, un sudor frío
                           vaga, y triste temblor.
 
                                                               QUINTANA
 
 

enero 11, 2013

SAB (Segunda parte) Capítulo III

Vista del Templete y parte de La Plaza de Armas. F. Mialhe, 1835. Lit. R.Sociedad
 
 
Sab va llegando a su fin, solo quedan escasas entregas por aparecer en el blog. En febrero, después de recordar a la autora en el aniversario 140 de su desaparición física, comenzaremos a publicar Dos mujeres, la segunda novela de Gertrudis Gómez de Avellaneda.
Recomendamos a los lectores que para leer el capítulo que hoy publicamos en el post, con mayor cómodadidad, cliquen sobre el enlace que aparece más abajo.
 
Muchas gracias,
 
La redacción La divina Tula
 
 

enero 09, 2013

Don Juan Nicasio Gallego: Homenaje póstumo

 
Retrato de Don Juan Nicasio Gallego alrededor de 1812
 
Poeta, capellán y crítico literario. Mentor y fiel amigo de Tula (*)
En el 160º aniversario de su muerte
 
Juan Nicasio Gallego nació el 14 de diciembre de 1777 en la ciudad de Zamora, primogénito de Felipe Gallego y Francisca Hernández del Crespo, de origen noble. Fue un poeta español de la ilustración que tuvo una gran importancia en la transición del Neoclasicismo al Romanticismo. Sus contemporáneos lo describen alto y corpulento, asmático, cordial y campechano, ingenioso, amante de las tertulias y bastante irónico. Tuvo una formación clásica en latín y humanidades con buenos maestros desde el principio. Estudió en la Universidad de Salamanca y en la Pontificia y Real Universidad de Santa Catalina, también conocida como Universidad de Osma, donde se doctoró en Filosofía y Derecho Civil y Canónico en 1800.
 
En 1804 fue ordenado sacerdote y en mayo de 1805 opositó con éxito a una capellanía real en Madrid. En octubre Carlos IV lo distinguió con el nombramiento de director espiritual de los pajes del Palacio Real. Por entonces empezó a publicar sus poemas en el Memorial Literario. En Madrid estableció gran amistad con Meléndez Valdés y otros ingenios prerrománticos como Nicasio Álvarez de Cienfuegos, Alberto Lista  y especialmente con Manuel José Quintana.
 
El histórico día Dos de Mayo, Juan Nicasio Gallego se encontraba dedicado a su Capellanía en Palacio, y escribió su famosa oda, Influencia del entusiasmo público en las artes. Se trasladó a Sevilla y después a Cádiz. Allí recibió algunas prebendas, como la de racionero de la catedral de Murcia, y fue designado diputado constituyente y como procurador suplente por Zamora. Trabajó arduamente en la comisión encargada de clasificar los informes relacionados a la convocatoria de las Cortes de Cádiz para la que había sido designado y en la redacción del proyecto de ley de libertad de imprenta. Allí vivió en febril actividad, integrando hasta ocho comisiones e interviniendo en la discusión de 71 asuntos.
 
Cuando Fernando VII de España regresó, lo mandó perseguir por ser liberal. Estuvo encarcelado año y medio y pasó cuatro años más confinado; primero, en la Cartuja de Jerez, después en el Monasterio de la Luz en Moguer cerca de Huelva y finalmente en el Convento de Loreto en Sevilla.
 
Tras la gesta de Rafael del Riego fue liberado en 1820.
 
Fue arcediano de Valencia y canónigo de Sevilla, tradujo a Alessandro Manzoni y cultivó la crítica literaria. También desempeñó los cargos de juez eclesiástico y fue designado senador del reino de España desde 1845 hasta su muerte, así como académico de la Lengua y de la de Bellas Artes de San Fernando. Desde el 7 de noviembre de 1833, ocupaba el sillón «Q» de la RAE.
 
Nunca mostró demasiado interés en la publicación de su obra. Eso impidió su difusión, pero no su conocimiento y aprecio. Ventura de la Vega advirtió, en 1843, que no existía «libro alguno que lleve al frente su nombre», a pesar de que los autores «de cualquier género" (se refería directamente a Gertrudis Gómez de Avellaneda), desde los primeros hasta los últimos, le consultaban y aceptaban de inmediato sus correcciones. Todo lo anterior muy a pesar de que Domingo del Monte ya había editado en Filadelfia en el año de 1829 una obra con todos sus versos conocidos hasta la fecha. En 1846 Antonio Ferrer escribía, en "Galería de la Literatura Española" que Juan Nicasio Gallego figuraba «en primera línea como literato» sin «haber compuesto un solo libro». Lo afirmaba en vida del autor desconociendo que ya había sido editado en los nacientes Estados Unidos de Norteamérica. En aquel momento Ferrer del Río añadía: «A falta de escribir libros propios, pasa muchas horas en enmendar libros ajenos, porque es modelo de corrección». Curiosamente, el propio Ferrer del Río le sustituyó en el sillón «Q», cuando la polémica propuesta de Gertrudis Gómez de Avellaneda para sustituirle en el "codiciado" sillón y que algunos Miembros de la Real Academia se negaron a admitir, tozudamente, por tratarse de una mujer.
 
La RAE realizó una edición póstuma de sus obras en 1854. Constaba de 61 composiciones: 37 sonetos, 2 epístolas, 7 odas…  De alto interés histórico es la semblanza recogida. «Protector nato» de los jóvenes poetas, se dice: «Los aconseja, les corrige sus obras, y a todas horas están abiertas su puerta y su benevolencia para cuantos de buena fe van a reclamar el auxilio de sus luces y larga práctica en el arte». En 1840, después de presentar como La divina Tula en el Liceo Artístico y Literario de Madrid del Palacio de Villahermosa (Hoy Museo de Arte Thyssen-Bornemisza), a la joven poetisa Gertrudis Gómez de Avellaneda, se convirtió en su defensor y protector más acérrimo. Con ella mantuvo una muy estrecha relación de amistad que duró hasta el último día de su vida. Con los años de una profunda simpatía que ambos se profesaron, la designó para que le remplazara en el sillón «Q» que él ocupaba en la RAE cuando ya no estuviese, algo que como bien se conoce no pudo ser.
 
Muy conocido es su extenso prologó a la primera obra poética de la Avellaneda publicado en tres ocasiones durante el siglo XIX, y por tres veces más en el siglo XX. Tal generosidad con los otros contrastaba con el desinterés hacia las propias creaciones, que «eran objeto, para él, de una indiferencia muy parecida al desdén». Esa actitud, patente «en todas las épocas de su vida», conllevó el extravío de muchos originales. De ahí «la escasez de composiciones suyas que se conservan». Mucha de su producción se perdió para siempre. No obstante, ahí está, como «maestro del último clasicismo, ya convertido en pre-romanticismo», según indicó Gerardo Diego. Su formación clásica, fuerte, «le marcó durante toda la vida», apunta Ana María Freire en uno de sus estudios sobre el “Gran Maestro de Poetas”.
 
Los libros de actas de la Real Academia de la Lengua recogen la última presencia de Juan Nicasio Gallego en aquellas estancias, fue el 30 de diciembre de 1852. En esa sesión, se indica en el documento, «hizo de presidente», por ausencia del director Martínez de la Rosa. Una semana después, en la madrugada del 9 de enero de 1853 (un día como hoy, hace 160 años) fallecía -a consecuencia de una absurda caída que había sufrido el año anterior- en la casa rotulada con el número 26 de la calle Valverde, sede entonces de la RAE y donde él era Secretario Perpetuo. Fue velado en su propio y suntuoso despacho al que acudieron sus familiares y amigos más cercanos, entre ellos una muy afectada Gertrudis Gómez de Avellaneda. Se sabe, gracias a varios documentos, que mientras su cuerpo era velado, en el salón de actos contiguo un grupo de académicos, algunos inescrupulosamente, se postulaban para sucederle en el cargo de Secretario Perpetuo.
 
Su estética aparece hoy lejana, encontrándose muy distante de los estilos y gustos literarios imperantes, causa muy probable de su absurdo ostracismo. Pero en el blog de La divina Tula no creemos justa semejante condena. Es por ello, principalmente, que hoy queremos publicar uno de sus grandes sonetos. Valga como digno homenaje por el 160º aniversario de su desaparición física, y para mantenerle siempre, actual y muy presente, en nuestra memoria.
 
En el nombre de Gertrudis Gómez de Avellaneda, su preeminente alumna: ¡Descanse en paz, maestro!
 
 
Don Juan Nicasio Gallego a los 75 años. La foto pertenece al archivo de la Biblioteca Nacional de España, (Barcia Retratos) Siglo XIX




 
A LA TERMINACIÓN DE LA GUERRA CIVIL
EN LOS CAMPOS DE VERGARA, 1840
SONETO
 

¿Que inusitada aclamación festiva
Convierte en gozo de mi patria el duelo?
¿Por qué de mar a mar con raudo vuelo
Suena sin fin centuplicado el viva?
 

La Paz, si: ¿no la veis, de fresca oliva
la sien ordena, descender del cielo,
En su diestra agitar cándido velo,
Y ahuyentar la Discordia vengativa?
 
¡Oh momento feliz! Su horrible tea
De la nación magnánima española
Maldita siempre y execrada sea;
 
Y anuncie el blanco lino que hoy tremola
Y en que la cifra de Isabel campea,
Un grito, un pensamiento, un alma sola.
 
 
 
(*) Artículo basado, principalmente, en investigación propia del blog "La divina Tula" y en informaciones varias, aparecidas y recogidas, de las siguientes fuentes bibliográficas:
 
Del Monte, Domingo. Versos de Juan Nicasio Gallego. Imprenta del Mensagero, Filadelfia 1829.
Real Academia Española. Obras poéticas de Don Juan Nicasio Gallego. Madrid 1854.
González Negro, Eliseo. Estudio biográfico de Juan Nicasio Gallego. Establecimiento tipográfico de San José, Universidad de Harvard, 1901.
Freire, Ana María. Obra poética de Juan Nicasio Gallego. Madrid 1994
Obras poéticas de Don Juan Nicasio Gallego. Editorial Nabu Press, 306 páginas. 2012.
http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Nicasio_Gallego