julio 29, 2014

AMOR Y PASIÓN (carta Nº 2)

En la imagen, una joya de la fotografía decimonónica por Lady Clementina Hawarden.  Londres 1859.


El retroceder es imposible.

En esta segunda carta la Avellaneda, cual investigador policial, aumenta el interés por conocer la verdadera cara que esconde el disfraz de Armand Carrel. Para desechar candidatos, le ofrece pistas sobre la que ella cree su identidad. La cantidad de información que nos ofrece es valiosísima: sabemos que su amanuense es una mujer, y no una mujer cualquiera (ya veremos de quién se trata), igualmente sabemos que ha escrito -o mejor dicho, ha traducido- "La Aventurera" de Soulié. Pero lo más importante es saber que está dispuesta a continuar con el juego porque está, atrapada, seducida. La poetisa se enfrenta a su curioso “adversario” y de un modo sutil, pero directo, sin tapujos, hace una declaración de intenciones definiéndose de un modo que la caracteriza: “Nací valiente aunque hembra”. El juego propiamente dicho comienza con esta segunda carta, ya no habrá vuelta atrás “el retroceder es imposible”, le advierte. Y para ponerse a su altura, le reta sin que lo parezca.

Pero mejor es leer la misiva y que cada cual saque sus propias conclusiones.

¡Disfrutad!

Manuel Lorenzo Abdala
http://www.ladivinatula.blogspot.com



Carta Nº 2. (transcripción)
1 de abril de 1853.

        ¿Con que tanto se turbó V. a la idea de que yo podía conocerle? Si así fue quiero que se repita con aumento aquella turbación, o que V. quede libre completamente de ella para lo sucesivo. Quiero hacerle a V. un bosquejo de la figura que he creído descubrir al través de su disfraz, y después de ver el retrato ya sabrá V. a punto fijo si se ha engañado mi vista o si ha sido perspicaz y exacta.

        Armando Carrel es un Joven que hasta hace poco tiempo era pollo todavía: Joven de agradable presencia, que no ha pertenecido nunca que yo sepa, al sacerdocio del Santo trabajo, y por consiguiente no tiene las manos ásperas y encallecidas sino blancas y suaves, como deben serlo las que sostienen pluma en vez de azada. Respecto al otro Sacerdocio del trabajo intelectual, que (sea dicho de paso), no me parece menos noble que el que V. santifica en su primera carta, el individuo que nos ocupa no es ciertamente profano. Además de otros estudios, me consta que cultiva de vez en cuando la Sociedad de las nueve vírgenes hermanas, y creo que le sobra talento para adquirirse un nombre distinguido en el gremio de sus alumnos. Es nuestro joven, persona de impresionable corazón y de cabeza ardiente… en fin, diré por más señas que hace algún tiempo no tengo el gusto de verle porque mi enfermedad me ha impedido recibirle las últimas veces que ha favorecido esta casa; y que precisamente tenía que hablarle de un asuntito que le interesaba y que me había recomendado, por cuyo motivo he sentido mucho verme privada de recibirle. Es imposible que después de leer tales señas V. ignore si adivino o no quien es el Señor Armando, pero aun quiero añadir para mayor complemento, que tengo una carta cuyo estilo se parece bastante al de los escritos del discreto Carrel; a pesar de que la cartita que digo tener a la vista, no contiene sino breves líneas amistosas, de muy escaso interés.

        Ahora vamos a otro párrafo de su segunda de V. señor Armando.

        He detestado siempre al autor sin corazón de aquella máxima fría que V. me cita. Tratar a mis amigos como enemigos futuros, es cosa que no pudiera jamás; pero en cambio soy muy difícil en punto a amistad, muy incrédula, y acaso no hay entre las innumerables personas que se dicen amigas mías, dos siquiera que yo juzgue tales. En cuanto a mis enemigos, ni los cuento ni los temo: Nací valiente aunque hembra. No debe V. asombrarse tampoco de que exprese gran seguridad respecto a V.; de que no pueda creer sus anónimos, lazos tendidos por una mano maligna. En primer lugar le he dicho a V. que soy medrosa, y añado ahora que mis enemigos no son gentes que se anden con ardides. La guerra que me hacen, si no es más noble, es por lo menos más descarada, y no necesitan procesarme por una línea de mi mano, más o menos insignificante, toda vez que saben ellos inventar a su placer, cuanto les conviene atribuirme.

        Con todo agradezco su primer consejo de V., y en correspondencia voy a darle a V. otro. Escúchelo V. con atención porque es importante.

        Antes de escribir cartas en las que le diga a una persona de mi carácter, que está en manos de ella el que sea el nombre que V. adopta tan poderoso como la campanilla del héroe de Soulié, que con solo hacerla sonar lo tendrá a V. a sus órdenes donde y para lo que quiera… Antes de obligarse a tanto, repito, reflexione V. que un ser extravagante como lo soy yo, puede muy bien atrapar aquellas palabras, y poner a V. en la forzosa necesidad de desmentirse en su tercera carta, o ir más lejos de lo que se haya propuesto. Suponga V. que yo, rara como soy, quisiera poner a prueba la veracidad de mi corresponsal desconocido para hacerle acabar la comedia cantando la palinodia, o para hacerme de él, a pesar de su máscara, un amigo verdaderamente útil. Suponga V. que animada por aquella idea hago sonar muy pronto la poderosa campanilla, tratando nada menos que de confiarle a V. una misión interesantísima para mí; una misión que ponga a prueba su habilidad de V. y su lealtad, así como le mostraría la fe grande que yo tengo de que he de encontrar en V. ambas cualidades. Y bien ¿qué haría usted si tal caso llegase…? Guardar silencio es declarase vencido: excusar la prueba es algo peor todavía: aceptarla… aceptarla es cosa que podría llevarle a V. muy lejos: cosa que podría hacer muy grave, muy seria esta correspondencia chistosa.

        Piense V. en esto y comprenderá que es importante el consejo que le doy de no obligarse mucho, ni aun llevando visera, sobre todo con gentes excéntricas como V. me llama y yo me confieso. Esto vale para lo sucesivo, pues de presente lo hecho hecho; el retroceder es imposible.

        Necesito saber pronto lo que V. piensa de los últimos párrafos de esta carta, y mi amanuense, que no es hombre de letras, sino mujer d’sprit, me anuncia que se va a ver V. tan apurado al contestar, que acaso, acaso muera segunda vez el pobre Armand Carrel, con menos gloria que la primera.



julio 25, 2014

AMOR Y PASIÓN (carta Nº 1)

Foto by Lady Clementina Hawarden, la primera artista de la fotografía. Londres ¿1853?.

Preámbulo.

En octubre de 2012 anunciábamos la publicación (a partir del verano de 2013 y como antesala a los actos por el bicentenario del nacimiento de la divina Tula), de las cincuenta cartas de amor y pasión escritas por la Avellaneda a un tal Armand Carrel (Antonio Romero Ortiz). No pudo ser entonces. Creímos oportuno -pensábamos, ilusos que somos- que una editorial sería el mejor medio para reeditar lo que en 1975 publicara la Fundación Universitaria Española, homenajeando a la autora por su bicentenario. Pero salvo en la Asociación Cultural y Literaria “La Avellaneda de Sevilla (Edith Checa, Isabel Martín Salinas, Rosa María García Barja, Miguel Hermoso Alón, Rosa Ciriquián y Manuel Lorenzo Abdala), en la editorial Los libros de Umsaloua (Inmaculada Calderón) y en el CSIC (Brígida Pastor), la Avellaneda no ha tenido otros homenajes (al menos significativos), como merece la poetisa, escritora y dramaturga en España.

El caso es que nuestros lectores no han podido disfrutar -hasta hoy- de las mencionadas cartas. Su única publicación data de hace cuarenta años y fue objeto entonces de una limitadísima tirada y gracias siempre a su descubridor D.  José Priego Fernández del Campo, cuyo mérito reconocemos y siempre agradeceremos infinitamente.

La historia de cómo dichas cartas llegaron a ser conocidas parece casi una novela, ha dicho en un prestigioso estudio la desaparecida doctora Rosario Rexach, análisis que el blog reprodujo en su totalidad en 2012 (pinche aquí, si desea consultar el  estudio)

En febrero de 1853, viuda ya de su primer marido, la Avellaneda fue derrotada en sus aspiraciones de entrar como miembro de la Academia [RAE]. Esto produjo en los medios literarios de la época gran revuelo. Los que habían propiciado su candidatura (…) se sintieron defraudados. Y muchos de sus admiradores (…) lamentaron el incidente. En la poetisa hubo un profundo sentimiento de frustración y posiblemente de cólera.
Fue en esta circunstancia que alguien (…) se decidiese a escribir una carta de la que sólo podemos inferir su contenido por la respuesta que recibió el corresponsal. Dicha carta parece haber sido escrita el 19 de marzo de 1853 [tres días antes del cumpleaños 39 de la poetisa] y estaba firmada por Armand Carrel, un seudónimo, como lo decía firmemente el que la había escrito. La Avellaneda, intrigada y divertida dio respuesta a la misiva recibida con la que aparece como la carta número 1.

Hoy ponemos a disposición de nuestros lectores esa primera carta -el resto aparecerá progresivamente en el blog-. Todos los originales se guardan, milagrosamente, en el Museo del Ejército de Toledo, imposibles de encontrar en la Internet y en cualquier otro medio electrónico. Cartas estas que no pertenecen más que a su autora y que son (o deben ser), patrimonio de la cultura universal. Y por eso las hacemos públicas sin ánimo de lucro alguno.

Manuel Lorenzo Abdala






Carta 1 (transcripción)

    No era menester que el autor de la carta que tengo a la vista me dijese en ella que es persona de ingenio, para que yo lo echase de ver desde las primeras líneas: no era menester tampoco el interés y la curiosidad que naturalmente debía despertar aquel descubrimiento, para que yo contestase a su donoso escrito. Siempre que se me ofrezcan desengaños provechosos y consejos leales, los aceptaré con placer y con agradecimiento, vengan de quien vinieren, y sea cual fuere la singularidad de los medios con que lleguen a mí. V. ha acertado, pues al esperar con certeza estos renglones; pero se ha equivocado al temer que leyese los suyos con disgusto, y que sospechase en ellos un ardid de enemigo. No se me ha ocurrido que un enemigo mío perdiese su tiempo en escribirme, para darme el gusto de leer una carta bonita, y sin poder prometerse otra ventaja que la de alcanzar una respuesta de mi mano, o de la de mi escribiente, con la que probaría a lo más que yo no rehúyo nunca el comunicarme con las gentes de talento que me dispensan el obsequio de procurarme aquel goce.

    Lo que racionalmente he debido pensar es, que si la carta del Sor Armando no encerraba realmente una intención benévola, era nada más que un simple antojo, sin la menor malicia, una humorada, que a fe mía me proporciona una distracción inocente, y merece por lo tanto que yo tenga también la humorada de aplaudirla.

    Queda, pues, consignado que autorizo a V. para que lleve a cabo su buen deseo, si efectivamente le anima el de dispensarme sanas advertencias; y que la autorizo igualmente para que satisfaga sus inofensivos antojos, escribiéndome cartas llenas de chiste y de originalidad, aun cuando sea una simple humorada la que haya dado origen a la primera. Solo me resta decirle que tendré más complacencia en leer sus escritos que curiosidad para averiguar el nombre del autor, o por ver su figura fea o hermosa, también soy algo excéntrica y aún extravagante: no presto gran valor a los nombres, y en cuento a la figura es tanto lo que me enoja el que hasta las ideas más sublimes necesiten formas, siempre inferiorísimas a ellas, que he llegado a cobrar cierta antipatía por todo lo que no es vago, indeterminado y lo menos material posible. En buena gana haría yo que las gentes de talento se pasasen sin cuerpo, aun cuando pudieran adornarse con el del mismo Apolo.

    ¿No es verdad que es cosa para desesperarse el que una mosca o una pulga pudiesen turbar, picando atrevidas la nariz de un Newton o un Shakespeare, la lucidez de sus más altas inspiraciones? ¿No es verdad que un estornudo irreprimible era contratiempo capaz de dejar sin efecto el mejor discurso de un Cicerón o de un Mirabeau?

    No, señor Armando, no tema V. que yo me impaciente por darle a V. una nariz con la que estornude y donde piquen pulgas y moscas: no tema que me apresure a conocer o a imaginar la figura que haya placido a Dios el imponerle. Aunque vivimos en un siglo de prosa y de positivismo, ya sabe usted que soy poeta de veras; poeta a pesar mío, en todo y siempre.

    Como soy al mismo tiempo muy franca y muy sincera, concluiré confesándole que, además de lo dicho, tengo la presunción de creer que adivino perfectamente lo que V. quiere ocultarme: que me parece que sé quién es V.; y hasta el motivo o incidente que le ha inspirado el antojo de escribirme, y por el cual me felicito.

    Enferma y alejada del mundo hace días, recibiré sus advertencias con mucho gusto, sea V. quien fuere, y con muchísima, con extraordinaria complacencia si es V. quien yo presumo*.





Hoy 22 de Marzo [de 1853].




* La Avellaneda creyó en aquel momento que el autor de la carta era Patricio de la Escosura, su enemigo declarado número uno. Con los días supo la realidad y vivió una de las historias de amor más apasionadas -por no decir, la más- en todo el siglo XIX en España.

Continuará...

julio 22, 2014

EL CANNABIS CAMAGÜEYANUS

Todo parece indicar que la marihuana cosechada en el interior de algunos tinajones del legendario Camagüey posee propiedades psicoactivas alucinógenas plus, insospechadas hasta ahora. Esto seguramente disparará los precios en el mercado internacional de las drogas light y la región agramontina se hará mucho más rica. Pero a su vez traerá a los verdaderos historiadores y a la historia propiamente dicha de cabeza (se incluye a los viejos libros parroquiales de la Soledad).

Ahora mismo, doscientos años después de haber nacido Tula Avellaneda, esta cambia de casa natal por obra y gracia de unos fumetas de nueva generación, perdón, de los nuevos enterados de entresijos locales camagüeyanos (Y que vivan los tinajones y también la marihuana local).

Bajo el título de "Se vende o La Avellaneda cambia de casa natal" ha aparecido en el blog Gaspar El lugareño y con la autorizada firma de Carlos A. Peón Casas, un artículo que por su importancia reproducimos con absoluto respeto y gran admiración de seguido.

Vayamos al tema y pongámonos serios (A partir de ahora queda prohibido fumar cannabis camagüeyanus, por si acaso...)

Manuel Lorenzo Abdala




Se vende o La Avellaneda cambia de casa natal
Carlos A. Peón Casas.
16 de julio de 2014

Ahora mismo, el revuelo sobre la posibilidad de que la que hasta ahora fuera su casa natal, en el número 22 antiguo de la calle homónima, antes de San Juan o de las Carreras, no lo sea más, es la comidilla de todos los corrillos intelectuales de la otrora villa principeña donde Doña Tula tuviera a bien nacer. 

La algarabía no es para menos, a las puertas del segundo centenario de su natalicio, en medio de las barahúndas sin término aparente de las “intervenciones” y reparaciones en los predios citadinos que no alcanzan precisamente esa añeja casona donde presumiblemente, luego de ciertas “nuevas evidencias” aún no muy claras, la trajeran al mundo. 

Resulta singular que la “preocupación” de ciertas “vacas sagradas” del mundillo cultural en este polvoso Camagüey, por “dilucidar” el sitio exacto donde Gertrudis Gómez de Avellaneda y Arteaga vio la luz primera de su terruño, llegue justamente en es este preciso instante y no antes. El asunto apunta claramente a otro leitmotiv

Bien miradas las cosas, al preguntarnos el por qué de esta inusitada revelación sobre el sitio correcto de su alumbramiento, habría que ponerlas en contexto. Y al parecer todo apuntaría a una muy reciente decisión de los dueños actuales de la propiedad (que no creo tengan ya parentesco con la excelsa poetisa), de ponerla a la venta, a tenor de las actuales regulaciones al uso sobre el tema de la compraventa de bienes inmuebles.

Este cronista fue testigo ocular del hecho como lo fue medio Camagüey que al deambular por esa concurrida arteria, visualizó el cartel con el inequívoco lema de: Se Vende sobre la fachada de la vivienda de marras. 

En su momento circuló más de una “leyenda urbana” sobre el futuro paradero de la casa: que si se destinaría en manos de nuevos propietarios para un hostal con sala de fiesta y piscina incluidas, que si un nuevo restaurant con todas las de la ley se instalaría en el espacioso habitáculo, hasta vaya a saberse que otro uso o función imaginable o no en los tiempos delcuentapropismo sin ton ni son que padecemos día a día. 

Incluso se habló del precio exorbitante de cientos de miles de CUC, y hasta se escuchó por ahí que había ya, a pesar de lo elevado de la cifra, potenciales compradores interesados, incluyendo a más de un nouveaux riches local.

Se dijo igualmente que para evitar el penoso destino de la otrora casa natal de nuestra Avellaneda, el estado tomaría cartas en el asunto, declarando el sitio como de interés patrimonial, o que si la propia Oficina del Historiador se interesaría en obtener su propiedad, aunque no podría adjudicársela por la vía de la compra….todo quedó allí, y pasó como siempre pasa “un pájaro sobre el mar…”

Ahora mismo, los enterados sobre los entresijos de la cuestión del lugar correcto del nacimiento de Tula, luego de un rastreo en los atestados archivos de la memoria colonial en la otrora villa del Príncipe, han dado con el quid del asunto, la casa natal que era no es, y en salomónica y bizantinísima discusión han llegado a conclusiones muy convenientes. 

La Avellaneda, a partir de este instante, nació en casa de su abuelo materno Don Luis Jerónimo Arteaga y Agramonte, antiguo Regidor de la villa, sita en la otrora calle de La Candelaria, a pocos pasos de la Parroquial Mayor, en un sitio conocido hoy día por Centro de Gestión Cultural adscrito a la propia Oficina del Historiador local ya citada. 

Mejor, ni mandado a hacer, así que donde decía “digo” ahora ponen “Diego”. Y no se discute más del asunto. Para los próximos doscientos años por venir habrá tiempo de sobra para “vender” esta nueva “leyenda” de sabroso color local, y lo habrá igualmente suficiente para enmendar los viejos libros parroquiales de la Soledad donde quedó registrado el bautizo de Tula, que a tenor de la nueva locación, debe corresponder a los registros de la Mayor, y mandar a grabar toda prisa, una bonita y nueva lápida que diga Aquí fumé, digo Aquí nació Doña Tula…… Se verán horrores, digo mejor, errores. Que Dios nos coja confesados.

julio 17, 2014

EDICIONES CUBARTE


Historia de una desafortunada e irreverente edición multimedia sobre la Avellaneda.

Carátula del multimedia. Nótese el primer gazapo: el retrato de la Avellaneda está invertido (puesto al revés)

El dos de octubre de 2013 se puso en contacto con la dirección del sitio La divina Tula, Llamely González Quesada. En el e-mail, que consta en nuestros archivos, la citada señora no se identificó entonces como lo que era realmente, la productora de un futuro y desdichado multimedia sobre Gertrudis Gómez de Avellaneda de la Editorial Cubarte.

En el segundo correo recibido (identificada ya como tal la productora) nos pedía curiosamente permiso para “incluir algunos de los textos de la obra La divina Tula” (así llamó entonces al sitio) en el proyecto que bajo la dirección de la doctora Cira Romero, llevaría a cabo Cubarte, a través, repito, de un infeliz multimedia, lleno de errores y falsedades varias (Lo siento profundamente).

En aquel momento consideramos la cooperación como el arma justa y necesaria para difundir la vida y obra de la poetisa decimonónica. Como es lógico imaginar, la dirección del blog respondió inmediatamente (nos consta igualmente el e-mail) autorizando al proyecto de Cubarte tomar los textos investigados, recopilados y/o publicados por nuestro sitio que estimasen necesario para su difusión en el proyecto. A cambio tan solo pedíamos nos citaran como normalmente se hace en estos casos, que no era mucho pedir.

El siguiente e-mail llegó inmediatamente: “He hecho una búsqueda de varios meses en la red sobre la Avellaneda y de todos los sitios que he consultado, sin exagerar, este es el más completo y organizado” nos decía la señora González Quesada, adulatoriamente, agregando que La divina Tula era mejor sitio que el de la Biblioteca Virtual Cervantes. A continuación se presentó como obrera al servicio de la Editorial Digital Cubarte, empresa que preparaba el multimedia sobre la poetisa, el cual pensaban venderlo en la Feria Internacional del Libro de La Habana en febrero de 2014 aprovechando el tirón del bicentenario. En el correo se nos aseguraba que incluirían en los créditos y en la bibliografía nuestros datos, incluso el mío personal.

A partir de aquel momento la correspondencia aumentó de ritmo e intercambiamos varios y productivos e-mails. En uno de ellos le comenté de las diversas actividades que la Asociación Cultural y Literaria “La Avellaneda” preparaba para el bicentenario en Sevilla. En uno de los tantos correos de ida y vuelta, y a título personal, le sugerí que era mejor preparar un e-book y no un multimedia. En el mercado editorial resultaría más provechoso a la hora de su venta ya que técnicamente “la era de los multimedias” había sido superada hacía mucho tiempo. En el último correo que recibí de la citada señora productora -obrera al servicio de la casa Editorial Digital cubana-, me decía que el trabajo ya estaba listo y que me haría llegar una copia en deferencia por los servicios prestados a su empresa. En aquel e-mail insinuó la posibilidad de un viaje a España (se supone que invitada por nosotros pues debió pensar que disponíamos de alguna subvención) con el objetivo de vender su producto aprovechando las diversas actividades que la Asociación Cultural y Literaria “La Avellaneda” preparaba para conmemorar el bicentenario de la poetisa. Le dijimos que sentíamos mucho no poder acceder a sus deseos rogatorios porque nuestra Asociación, presidida por la periodista y escritora Edith Checa y compuesta por un talentoso grupo de poetas y escritores amantes de las buenas letras, carecía de los medios económicos necesarios para afrontar semejante gasto, innecesario por demás. Y obviamente, nos quedamos sin multimedia.

El resultado del trabajo editorial fue presentado en la Feria Internacional del Libro de la Habana y en otras ciudades cubanas como Camagüey, cuna de la poetisa. Igualmente el multimedia fue vendido en la Feria del Libro de Buenos Aires y su venta se ha intentado en España, infructuosamente y para bien de los estudiosos pues el resultado es vergonzoso.

Durante los actos por el bicentenario celebrado en Sevilla los días 21, 22 y 23 de marzo de 2014 a los cuales fue invitado el Señor Embajador de Cuba en España, el cónsul en Andalucía, Extremadura, Ceuta y Melilla, así como otras personalidades, se nos presentó en el cementerio de San Fernando un ciudadano cubano residente en España, miembro de una Asociación de Cubanos residentes en Andalucía, rara agrupación con evidentes tintes políticos. El mencionado señor, acompañado por otras seis personas más, llegó con el citado multimedia en la mano izquierda y con la bandera de Cuba en la derecha, ostentando una especie de cubanía cederista pasado de moda desde la caída del muro de Berlín. En realidad intentaban politizar un acto puramente cultural organizado durante mucho tiempo por la Asociación Cultural y Literaria “La Avellaneda” y no lo permitimos bajo ningún concepto. Sobre este ridículo incidente decidimos no pronunciarnos entonces. Y si lo hacemos ahora es para desenmascarar una absurda estrategia política, lejos y enemiga de cualquier iniciativa cultural y en justo pago por el despreciativo trato recibido. Y como estamos hartos de tanta manipulación, hasta aquí hemos llegado.

Hace unos días, durante el Simposio Internacional sobre Gertrudis Gómez de Avellaneda celebrado en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid (CSIC), coincidí con la doctora Cira Romero, especialista del Instituto de Literatura y Lingüística “José Antonio Portuondo”. La señora Romero, durante su ponencia, reconoció la ayuda y servicios prestados por el sitio La divina Tula (disponemos de la grabación de toda su intervención) y tuvo a bien de obsequiarme con el famoso multimedia. Quiero pensar que la doctora Cira Romero fuera totalmente ajena a lo acontecido (me dolería doblemente), de lo contrario no se le hubiera ocurrido obsequiarnos con una copia del trabajo.

La gran sorpresa llegó cuando ejecuté el disco en mi ordenador. Independientemente de los graves errores cometidos en la realización, (incongruencias y absurdas falsedades que no voy a relatar), La divina Tula no se mencionaba en los créditos ni en la bibliografía consultada. Y nos consta que han utilizado fotos y textos varios cuya autoría se atribuyen de manera irreverente cuando es nuestra. No pudiendo comprender las razones, nos sentimos utilizados, muy dolidos por los hechos. En ese momento escribí en privado a la señora productora Llamely González reclamando al menos una disculpa. Aún espero una explicación de la productora*.

Realmente no nos hubiera gustado insertar este post en nuestro sitio, no forma parte de nuestros objetivos, pero visto lo visto y esperado el tiempo de contestación que consideramos oportuno, prudencial (más de quince días), para que se disculparan, no nos queda otra que dar a conocer a lo que se dedican algunos en la República de Cuba, aún. Rompemos de esta manera cualquier tipo de colaboración pasada, presente y futura con Ediciones Cubarte y otras instituciones irreverentes. No nos satisface, no es productiva ni necesaria y no nos interesa para nada. El blog de La divina Tula continuará como hasta ahora, recopilando información sobre la vida y obra de Gertrudis Gómez de Avellaneda y haciéndola llegar libremente a todos los confines del universo cultural y literario.


Muchas gracias,


Manuel Lorenzo Abdala.
Especialista en la vida y obra de Gertrudis Gómez de Avellaneda.
http://www.ladivinatula.blogspot.com

* Y dicha explicación llegó con los días. Hemos sabido que el artífice solapado de la artimaña contra nuestro blog (el que se opuso a que apareciéramos en los créditos) fue el "eterno aprendiz" Ernesto Sierra, director de Ediciones Cubarte, un conocido misógino, detractor en alguna medida de Gertrudis Gómez de Avellaneda y otras féminas. No sabemos si sus acciones responden a orientaciones del mando superior o a su propia iniciativa con el objetivo de perpetuarse en el cargo que ostenta. Se lo hemos preguntado. En cuanto tengamos respuesta, si acaso esto ocurriera, la daremos a conocer.