abril 01, 2012

Devocionario, introducción a la Semana Santa.




Devocionario nuevo y completísimo en prosa y verso

Casi nadie sabe que compuse un conjunto de poesía religiosa. Algunos bizarros estudiosos han llegado a catalogar  el conjunto poético de mi obra, la mística incluida, entre los más valiosos escritos de España y América  del siglo XIX. Pero no seré yo quien juzgue mis propias creaciones.

Hoy, domingo 1 de abril de 2012, iniciamos la Semana Santa, y quiero hablar de este conjunto poético de mi propiedad, bastante desconocido. Se trata del Devocionario nuevo y completísimo en prosa y verso, que es según avezados investigadores de mi vida y obra, una ‘valiosa rareza’.

Opuesta como estaba yo, tanto al materialismo filosófico de ciertos círculos europeos, como al pragmatismo vulgar que encontré en Cuba durante mi segunda estancia, fuí devota a lo largo de mi vida de un verdadero sentido de religiosidad que ya había recibido en el Puerto Príncipe de mi infancia. Por supuesto sin atender a las burlas y censuras tanto de la “buena sociedad” como de mis intelectuales colegas ateos… Muchos no comprendían, por ejemplo, que algunas de mis obras pudieran tratar temas escabrosos para la religión católica, siendo yo, aparentemente, tan creyente. Sin darme cuenta, me había acostumbrado a escuchar “fraternas censuras” sobre mis creencias, profundamente religiosas, ofendiéndome hasta el punto de no juzgarlas sinceras... Todo esto provocó se reforzaran en mí profundos sentimientos religiosos, y con el tiempo afloró el casi desconocido Devocionario…

A mediados del siglo XIX, mi círculo más estrecho se reducía inexorablemente..., casi todos mis seres queridos se habían marchado con el Señor: mi madre, mi hermana, ¡mi única hija!, y mis dos maridos… Es a partir de mi segunda viudez, que mi vida de oración y meditación se vio fortalecida.  Prueba de ello es el mencionado Devocionario, que concluí en el año de 1867 en mi queridísima Sevilla, y cuya creación compartí, de alguna manera, con mi amiga Cecilia Bölh de Faber, viuda como yo, y conocida en el mundo literario como 'Fernán Caballero'.
Alguna de las composiciones que aparecen en el Devocionario, fueron escritas en El Patio de las Banderas del majestuoso Real Alcázar de Sevilla y alguna que otra en el propio salón de la casa de Cecilia Bölh. El libro se lo dediqué a A.S.A.R. La Serma. Señora Infanta, Duquesa de Montpensier, con la cual me unían lazos de una sincera y gran amistad, y gracias a la cual Cecilia mantenía una vivienda digna después del desastre personal que le atormentó por culpa de la trágica muerte de su último marido…

El Devocionario, a primera vista, pudiera parecer un pretexto para configurar una especie de antología personal de mi poesía religiosa, pero muy lejos de ello estaba, porque dejé bien claro en la introducción que:  
“Al resolvernos a que saliese a luz este Devocionario, que no era hasta hace poco sino una pequeña colección de nuestras personales inspiraciones, hemos procurado completarlo de manera que satisficiese al público; así no solo damos el debido espacio en él a las oraciones que nos han parecido mejores para durante la sagrada misa, y puesto todos los oficios de la Semana Santa, etc., sino que también adoptamos con placer las devociones más populares en España, sin hacer en ellas otras correcciones que aquellas que la lógica, la gramática, el sentido común exigían como indispensables para que tuviesen cabida en una obra que no por ser religiosa, podía emanciparse de todas las reglas literarias.”


Durante los próximos siete días, aparecerán en el blog, algunas de mis composiciones religiosas. Hoy vale la pena concluir estas páginas de introducción a la Semana Santa, con un hermosísimo soneto que coloqué en el Devocionario con el título Devoción al dulce nombre de Jesús y que aparece en la edición completa de mi poesía del año 1869, y que dejo a la consideración de los habituales y fieles lectores del blog.


Devoción al dulce nombre de Jesús
Es grata al caminante en noche fría
la alegre llama del hogar caliente:
grata al que corre bajo sol ardiente
la fresca sombra de arboleda umbría:

grato, como dulcísima armonía,
para el sediento el ruido de la fuente,
y grato respirar en libre ambiente
para quien sale de mazmorra impía.

Es grata, en fin, la lluvia al campesino,
Grata al guerrero belicosa fama
Y grato el natal suelo al peregrino:

pero más que aire, sombra, fuente, llama,
lluvia, patria, laurel, ¡Jesús divino!,
tu nombre es grato al corazón que te ama.



1 comentario: